Exponente del proceso industrial de reciclado de tramas, argumentos e imaginarios, Espejos siniestros es la versión hollywoodense del film coreano El otro lado del espejo (2003), del que toma algunas líneas para luego emprender otros rumbos. Kiefer Sutherland encarna a Ben Carson, un ex detective en la mala, apartado de la Policía por un caso de gatillo fácil. El hombre consigue una changa nocturna como cuidador de un viejo edificio. Allí entrarán en escena los espejos bravos, esos que no reflejan sino que abren las puertas del horror.

 

Los espejos tienen sus cosas. Por un lado, pretenden representar la realidad, “reflejarla tal cual es”, y ya esta pretensión los vuelven sospechosos. Por otro lado, como suele decirse, “te enfrentan con tu propio rostro”, lo que no es poca cosa si tenemos en cuenta que muchas terapias, religiones, dietas, drogas, y formas de meditación se preocupan por lograr eso mismo, con mucho esfuerzo y de mil maneras. Y una inerte superficie bruñida les pasa el trapo. Y como si fuese poco, los espejos, como las pinturas, son en realidad ventanas que nos conectan otra realidad. 

Con estos peligrosos seres como protagonistas, la película recorre infaltables lugares comunes y situaciones previsibles, pero también ofrece el suspenso y los sobresaltos típicos de un viejo género de Hollywood (casas embrujadas, espíritus al acecho, desquicio mental) pasado primero por Corea y vuelto a readaptar al gusto estadounidense.

Como las convenciones del género indican, el centro está en una casa, en un viejo edificio, enorme y de aspecto ominoso. Pero no es una mansión embrujada en el campo, las afueras de un pueblo o un lugar desolado. Está en pleno centro de Manhattan. Fue una gran tienda de lujo incendiada. Y ya dentro de ese enorme espacio chamuscado, son los espejos, que tanto han dado a la literatura y el cine, los que generan el horror, cumpliendo su función primaria, fundamental: servir de puerta hacia otro mundo, otra dimensión, otra realidad. Pero en esta película los espejos no son como los de Lewis Carrol, autor de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo. No, parece que los decoradores de la gran tienda neoyorquina los compraron en otro lugar, y estos espejos guardan mundos menos lúdicos y mucho más peligrosos.

Dirigida por el joven cineasta francés Alexandre Aja, considerado una de las grandes revelaciones del género por filmes como Alta Tensión y la violenta remake de El despertar del Diablo de Wes Craven, al principio rechazó la idea de hacer esta adaptación de la producción coreana El otro lado del espejo, dirigida por Kim Seong-ho en 2003, y de hecho apenas tomó algunos elementos del original, conduciendo la trama hacia otros derroteros.

En el marco de este enmarañado mundo hollywoodense de versiones y reversiones, la película puede ser leída como un interesante experimento de adaptación, readaptación e influencias cruzadas. El agotado Hollywood recurre al aire fresco del terror oriental, el que a su vez tiene marcas profundas de la industria estadounidense, aunque con otros códigos, y entonces Hollywood, insaciable, fagocita, retoma, recodifica, con resultado diverso. Los espejos que torturan a Ben reflejan, entre otras calamidades, el desgaste de una industria que tiene que hacer malabares para entretener, más o menos con lo mismo siempre.

Título original: Mirrors (Espejos)
Año: 2008
Duración: 110 minutos
Origen: Estados Unidos
Dirección: Alexandre Aja
Guión: Alexandre Aja, Grégory Levasseur (Remake: Sung-ho Kim)
Música: Javier Navarrete
Fotografía: Maxime Alexandre
Reparto: Kiefer Sutherland, Paula Patton, Cameron Boyce, Erica Gluck, Amy Smart, Mary Beth Peil, Jason Flemyng
Salas: Monumental, Showcase, Village Cines

Más notas relacionadas
Más por Admin
Más en Cultura

Dejá un comentario

Sugerencia

Las niñas de Alcáser

Fantaseábamos con ellas. Nos parecíamos en que éramos tres y teníamos quince años. La hist