El diputado Rico.
El diputado Rico.

El anuncio del intendente Miguel Lifschitz acerca de que el año próximo será complicado en materia económica, presupuestaria y de obras públicas, motivó una respuesta del diputado provincial del FPV-PJ, Gerardo Rico, quien le cuestiona gestionar para “la ciudad de los bulevares” y esconder los problemas financieros propios tras “la crisis de Wall Street”. Transcribimos la nota envida por el legislador.

La debida administración y disposición de los bienes públicos encomendados al funcionario es deber fundamental del gobernante. Hacerlo con eficacia, eficiencia y previsión su obligación. Dentro del cumplimiento de sus deberes está preservar el bien común con una equilibrada imposición de cargas, protegiendo en su comunidad a los sectores más débiles y afectados en el devenir de las fluctuaciones económicas.

Es inadmisible que el intendente Miguel Lifschitz luego de someter a la ciudadanía a tremendos aumentos de todo tipo en la recaudación municipal y en la imposición de sus servicios a lo largo del quinquenio, admita ahora que la Municipalidad está en el borde del colapso financiero, sin autocríticas del plan de inversión y su destino; de la ejecución del presupuesto 2008 o de la previsión presupuestaria.
Siempre la culpa está afuera: la cuestión de los subsidios, la baja coparticipación y ahora: la crisis de Wall Street.

Nunca lo vimos ofrecer una mirada sincera y tratar de abordar la baja calidad de administración o el despilfarro de los dineros de todos unidireccionados sólo a la ciudad de los bulevares.

Lo más censurable es, entonces, hacia dónde destina hoy la carga del desfinanciamiento: a los trabajadores y sus salarios. Ya inició esta conceptualización de ajuste, cuando en el marco del convenio colectivo de los recolectores sentenció la rescisión de los contratos con las firmas cuyos trabajadores opten por el de camioneros.

Ni hablar del permanente trabajo en negro y de las contrataciones del personal destinado al mundo de la "Barcelona Argentina"; que terminó en cesantías en masa.

Hace pocas horas enfrenta el justo reclamo de actualización salarial del gremio municipal agrediéndolos como insaciables termitas que provocarán la ruina de los rosarinos viviendo fuera de la realidad.

"En un frasco", dice el intendente Lifschitz, cuando lo que todos venimos señalando hace años es que "el frasco" –imagen de intolerancia– era la ciudad virtual que vendía.

Corre presuroso a sentarse a la mesa de la rendición de cuentas a organismos patronales y economistas, en su mayoría exponentes y gurúes del más obcecado neoliberalismo, en busca de consejo, como en los 90.

Pero se niega a sentarse con la CGT, con el gremio municipal, con organizaciones de usuarios o vecinos. Flaco favor hace al gobierno provincial este intendente, siendo Rosario la "ciudad ejemplo", la portaestandarte de una forma de gobernar que la ciudadanía santafesina adoptó por mayoría como procedente para los próximos años, y hoy mira azorada la falta de compromiso con la deuda interna, la deuda social, que los gobernantes deben ir saldando.

Mientras cientos de municipios, sin distinción partidaria, procuran hacerse de financiación genuina y no escuchamos trasladar culpas a los trabajadores.

Y en un grado sumo de irresponsabilidad funcional, el intendente Lifschitz no habla de previsión ni de fondos de emergencia, para afrontar el "país que se viene" y los municipales no entienden.

Habla de proyectos de concreción a 5 ó 10 años vista. Proyectos como el "Puerto de la Música" no son malos ni buenos en sí. Es la selección de la prioridad lo que lo convierte en censurable y hasta injusto.

La paralización actual de la obra pública en las zonas que lo necesitan –el eterno monumento al pozo en el ingreso de la ruta 34–; el bloqueo a obras consensuadas en el Presupuesto Participativo o a planes de vivienda por los cuáles ya ha firmado convenios –como por ejemplo el barrio Toba con Madres–; esconder sin abordar con realismo la virtual desfinanciación del Banco Municipal, y los actos de corrupción denunciados. Todas son prioridades reales que ya deben ser respondidas. Lamentablemente, ese es el peligroso y angosto sendero que el intendente elige caminar. Es lo que exterioriza. El hartazgo, y el fin de los discursos virtuales está a la vuelta de la esquina.
"El país que se viene" (dixit) y que no entendemos, debe ser afrontado con realismo, creatividad y un alto criterio ideológico de Justicia Social puesto en acto; donde la protección de sus trabajadores y de los vecinos que siguen reduciendo su calidad de vida lejos de las torres de la costa sea la obligación emergente del cumplimiento de los deberes de funcionario público que juramentó.

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