La clara libertad, el amor y la memoria*
¿Cómo se hace para contar la vida de una mujer que lleva la historia a cuestas?, ¿cómo hablar de esa guerrera que anduvo por la oscuridad para salir llena de luz en la mirada? Ella fue tomada unas mil veces de rehén por la tristeza, y más de mil veces salió ilesa, para volver a sonreír. Hace muchos años tuvo un papá anarquista que la llamó Darwinia, que le enseñó ese amor por la vida, y por soñar con un mundo diferente. Desde entonces aquella niña aprendió a contemplar la historia con ojos sensibles. Stella Maris Gallicchio, su hija, le mostró la distancia entre compartir y dar lo que a uno le sobra, le contó de la inexplicable sensación de no ser yo, de ser nosotros, y de dar la vida por ese nosotros. Darwinia siempre llevó como bandera esas palabras y por ese nosotros salió a enfrentarse con los verdugos y, si fuera necesario, con el mismo diablo.
En esos días el nosotros tenía ojos de niña y el nombre de su nieta, Jimena Vicario.
Cada jueves, la Plaza 25 de Mayo la encontró girando, aún con lluvias, aún con frío, con fusiles apuntando. El pañuelo blanco de Darwinia se transforma en ala, y los fusiles desaparecen, y los pájaros perdidos regresan para decirnos que es posible un mañana, que es posible un nosotros, porque nadie detuvo a las Madres, porque nadie detiene el mañana.