Salgo para Exarchia en colectivo. Como nunca, compro el ticket. Como siempre, me pierdo. Hoy es jueves y no voy a bajar en Plaza Sintagma, epicentro cantado de todos los aconteceres de la vida política ateniense, sino un poco más allá, a unas veinte cuadras doblando a la izquierda.

Como siempre, me bajé mal del bondi y empecé a patear por donde ya había pateado en las manifestaciones.
Sigo para Exarchia, el barrio anarco y bohemio que ayer quedó bajo las llamas. Acá se juntaba Alexander con sus amigos para copetear y –porque no– fumarse algún que otro hash. Ahora, para los robocop sin ley y secuaces, Alex era un drogón y borracho. Ningún nene de mamá. Las amigas de la madre y compañeros sostienen lo contrario.
Acá, en Exarchia, “Rambo” le tiró un balazo en el pecho al borracho o al santo. No entiendo la diferencia.
Ya era medianoche cuando los lentes hicieron foco en el politizado y corajudo Politécnico, tomado por los estudiantes que ayer se enfrentaron con la policía a fuerza de piedras y molotov. Exarchia ardió. Y ardió mal.
Hoy la gente intenta volver a la normalidad en este jueves que despertó calmo. Los comerciantes se desesperan para arreglar sus boliches antes de navidad mientras los vidrieros están de fiesta. Saco las fotos que ya saqué pero que me siguen sorprendiendo. Cristales rotos en todas las esquinas y graffitis firmados por la A envuelta en una O que respetan su tipografía cosmopolita. En fin, rastros de lo que fue. Los moros ya volvieron a copar las plazas con sus paños de gafas y carteras y yo me vuelvo a perder. Le pregunto a Hristina –griega de 19 años y estudiante de psicología–, por el barrio anarco en mi inglés básico y ella me responde en uno perfecto. Error. No entiendo nada en absoluto. Hristina se apiada, me lleva y será mi guía toda la tarde. Ella también saca fotos.
Exarchia no es Ludueña ni zona sur. Quizás es Pichincha. Las calles se angostan y los cafés se abaratan. Aparecen barbas y se van extinguiendo los cocodrilos de las camperas, no más que eso y alguna que otra banderola rojinegra. Hristina me pregunta cosas que no entiendo. Yo le respondo cosas que ella tampoco.
Parecemos un matrimonio.
Zigzagueamos entre murales y el aire se espesa. El primer muerto está delante de nosotros y aun despide olor. Es una camioneta. Nos acercamos al Poli y mi guía se tapa la cara pidiendo que yo haga lo mismo. Le miento y le digo que ya estoy acostumbrado, que vengo de la Argentina. Estornudo y toso. Llegamos a la puerta principal del Politécnico dejando atrás a tres autos convertidos en cenizas. Faltan muchos más.
La cortada que da a la manzana del poli es un desfile de cadáveres de chapas dispuestos en barricadas. Las paredes negras. “I cant belive it”, le digo a Hris. No se que me dice. Exarchia gana respeto. Los dos jóvenes que custodian una de las puertas de rejas nos prohíben sacar fotos dentro del establecimiento. Llevan sus caras encapuchadas a lo zapatista al igual que tantos otros que discuten y deambulan. Se persiguen y con razón. Me piden que guarde la cámara. Sobre las rejas hay pancartas y un trofeo de guerra: una canillera de un rati cuelga desde lo alto. Hay varios fogones en el parque del poli y un par de asambleas. Lo veo y quiero la foto. Me siento en el Mayo Francés. Intento una argentineda y sin tapujos me acerco al más grandote encapuchado. Sus ojos miran feos pero no me achico y le miento:
–I am a anarquist from argentina…
Haciéndole cara de “copate con una moneda”.
Me contesta en inglés, no lo entiendo pero lo intuí:
–Si vos sos anarquista yo soy el Ogro Fabbiani. Guardá esa cámara.

Con los flashes guardados, entramos al poli y recorrimos sus patios, ingresamos a un aula y el loquero donde fueron a parar todos los ciegos de Ensayo sobre la ceguera se me vino a la mente. Mi cámara se volvió a prender. Los estudiantes en la otra punta del salón no le dan importancia al flash. Por las dudas, no los apunto.
Salimos con Hris y regresamos a la Atenas moderna, a unas veinte cuadras de este barrio “de encapuchados”.
Definitivamente, Exarchia es anarco y bohemio. Y no me importa si Alex era un drogón o un santo.

Hristina me acaba de escribir un mail en griego: Mañana viernes nos encontramos en la manifestación que se prepara en el Politécnico. Me pide cuidado porque la policía está muy peligrosa –así me traducen– y que lleve pañuelo y lentes para cubrirme de los gases. Le respondo que ahí estaré.

Quién dice que mañana no termine como Cecilia Dopazo y Fernán Mirás en Tango feroz.

El texto completo, con fotos y videos, está en el blog entrelcieloyelmar.wordpress.com.

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