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El “Señor” feudal devoraba un trozo de cordero en medio de un banquete celebrado en su finca. Había sido el primero en probar la comida como corresponde a todo “Señor”; recién ahí los demás comensales pudieron probar bocado.

Sus acompañantes reunían dos condiciones: eran nobles y a su vez eran parientes del “Señor”. Su mesa, como la de todos los nobles era escenario de discusiones donde el único fin era agradar al dueño de casa.

El séquito pujaba para demostrar cuál de ellos era el más leal; su condición de terratenientes los hacía hombres de gran fortuna. Todos estaban agradecidos por el coraje que mostró el “Señor” oponiéndose al poder central que había osado querer conculcar los derechos sobre sus propiedades.

Cuando la tertulia llegó a su momento de éxtasis, el “Señor” sonrió bondadosamente, tomó una pata del cordero que todavía mostraba exuberantes trozos de carne y la arrojó al suelo. Allí, debajo de la mesa, se produjo una pequeña trifulca entre el bufón, el escudero y el perdicero que siempre lo acompañaba a las cacerías.

Sólo el can y el escudero en menor medida lograron apoderarse de la apetitosa porción, mientras que el bufón mirando con tristeza cómo sus dos competidores engullían el delicioso botín, se atrevió a decir: “¿Para mí no hay nada?”.

La mirada del “Señor” se incrustó en el rostro del arlequín y luego rugió: “Quizás en la cena demuestres más astucia, esa es la comida que tienen hoy, no me pidas que me involucre en vuestras disputas”.

Luego del incidente el “Señor” recordó una estrofa de un viejo poema que remembraba los orígenes de su feudo: “Por eso te canto, Llambi, porque sos mi madre tierra y la tierra de mis padres y soy hijo de tu siembra, porque he jugado en tus calles, fui fantasía y quimera y tus campos y tu río que me saben a leyenda son la hermosa realidad que hacen que seas eterna, Llambi Campbell centenaria, soy fruto de tu cosecha, yo voy entrando al invierno, vos recién sos primavera, por eso florecen cantos para vos, querida tierra”.

Muchos años han transcurrido desde aquella comida, hoy el “Señor” se apresta a ser Rey, mientras que sus bufones, perros y escuderos se afilan (¿o afilian?) los dientes para la interna. ¡Ah!, mientras tanto uno de los comensales, originario de las tierras de “Don Afredo”, tomó por asalto un banco.
 

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