A medida que recrudecen algunos niveles de inseguridad o de violencia en hechos delictivos, sube en decibeles el concepto de “pena de muerte”, varias veces acompañado de la exigencia de bajar la imputabilidad de los menores o de mayor presencia policial.

Salta a la vista que aquellos que piden mayor agresividad desde ciertos estratos del Estado o desde las leyes, en ningún momento intentan un análisis mínimo y averiguar los porqués, o las causas. Según su mirada parece que la delincuencia naciera de un repollo, o peor, que fuera una cuestión genética.

Pero además, resulta evidente que esas exigencias al Estado son reacciones convulsas. ¿Por qué? Porque en cualquier barrio los vecinos conocen quién es el o los delincuentes, y se embroncan con la policía porque no los atrapa, o no los busca. Por lo tanto, se quejan de la poca presencia policial.

Entonces hay que poner blanco sobre negro. La policía no es tonta y suponemos que tiene su “caja negra”, rebosante de las actividades ilícitas de la institución. En el momento capturar a los responsables nunca van a caer aquellos que nutren esa caja.

Casi siempre le toca al “perejil”, término popular para denominar a una persona que no tiene nada que ver o es el último eslabón en la cadena del delito, que sirve para distraer y acaba muerto en un enfrentamiento, con un poco de suerte termina preso.

¿Hacía falta que muriera asesinada Sandra Cabrera (no hay culpables hasta el momento) para conocer que la policía cobra un porcentaje a las casas que ofrecen placer, del mismo modo a las chicas de la calle? No, todo el mundo lo sabía y lo sabe, porque sigue ocurriendo.

¿Qué tal algunos de esos muchachos pesados? Los que integraban o integran históricas bandas dedicadas al asalto de bancos o camiones de caudales. Bandas integradas por policías en actividad o en retiro, con toda la logística de la “Institución”. En el vocabulario popular ya forma parte desde hace muchos años la expresión “zona liberada”.

¿Quieren más presencia policial? ¿Cuál? Los efectivos que mantuvieron secuestrado durante todo el mes de enero al joven empresario Bergara, eran todos de carrera. ¿O prefieren a los muchachos que en abril de 1991 chuparon al joven Bulacio y después apareció muerto?

¿O los del patrullero que todos los mediodías pasan a retirar su pollito con papas fritas… sin pagar? De paso no hay que olvidar al personal de la seccional 1ª que en julio de 2002 detuvo y levantó a una adolescente de 16 años que volvía de bailar y la violó en las cómodas instalaciones de esa céntrica comisaría, y… ¡Basta!

Todos saben esto, pero aún así algunos insisten. Y por si fuera poco, causa asco la indiferencia y el alto grado de hipocresía. Especialmente cuando se observa en televisión a personajes, como jugadores de fútbol compartiendo asados con ¡barrabravas! Delincuentes reconocidos, que andan armados, que extorsionan, que amenazan, que matan.

¿Y en la farándula…? en ese mundillo de superficialidad, de libertades varias, todos se conocen. Obviamente que conocen quién se “pica” con estimulantes, quién reparte y cuánto cuesta. Pero de golpe y porrazo sale una necia que goza del privilegio de tener cámaras y micrófonos casi todas las noches. Una de las tantas mediocridades de su ardid televisivo fue cuando presento el hallazgo de los restos de un dinosaurio y preguntó si está vivo.

La misma persona ante la muerte de un conocido pide basta de droga, sin brindar un solo indicio de por quién comenzar. Pero por si fuera poco, dice: “Basta de derechos humanos”. Es tan ignorante que seguramente piensa que los derechos humanos están de moda.

¿Qué Justicia va a determinar quien vive o muere? ¿La que no condena a los verdugos de 30 mil argentinos, o la que cajonea las causas cuando los poderosos están imputados, o la que se olvida de poner algunas firmas y sellar un expediente, y en consecuencia un violador recobra la libertad?

Piden pena de muerte, pero en su razonamiento estas “personalidades” se olvidan de Videla, Martínez de Hoz, Felipe Cavallo o Carlos Menem. ¿Acaso estos señores no han causado suficiente estragos en estas tierras y son los artífices de la desocupación y la pobreza, los que entregaron a nuestra Patria. Los que nos quitaron hasta el sueño. No son bandidos calificados y deberían estar presos?

Parece que los delincuentes son solamente aquellos que sobreviven en la pobreza, o nacieron en ella, teniendo nada más que piedras, una pelota de trapo, tierra y agua hedionda de las zanjas para jugar.

De ser así, que vuelva la pena de muerte, sí, que vuelva. De la mano de las recetas del FMI, con sus reconocidos métodos: restringir el consumo provocando desocupados, bajando los sueldos y subiendo los precios, de esa manera muchos se morirán de hambre como en los años 90. De la mano de nuevas privatizaciones y su tendal de despedidos, con sus flexibilizaciones laborales que borraban de un plumazo las condiciones de trabajo y humillaban a los obreros.

O simplemente, incentivar el consumo del paco, la escoria, el deshecho de la droga o liberar la venta de pegamento, de esa manera muchos n-e-g-r-i-t-o-s, en apenas 3 o 4 meses aparecerán muertos con el cerebro reventado. Se evitaría así el trastorno de modificar leyes en el Congreso.

Y ya que estamos, pongámosle la frutilla a la torta: algunos grupos de tareas con falcones tuneados con señores de anteojitos negros, trajes y bigotes prolijamente recortados como en aquellos años. Institucionalicemos los escuadrones de la muerte para matar pibes.

En los círculos policiales, delincuenciales y del periodismo especializado, existe un término que se menciona por lo bajo, pero que según pasa el tiempo, cobra más fuerza: mataguachos.

Da mucha bronca todo esto. Hay que sacarse la careta y nombrar a los responsables. Sólo así construiremos una verdadera sociedad para nuestros hijos. Una sociedad para todos, en vez de un potrero donde la muerte acecha cada día.

*Diputada provincial Frente para la Victoria-PJ.

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