Los chicos son muchos en la pensión de Carranza 869 –en la zona oeste–donde viven más de 60 familias hacinadas. Los padres, en algunos casos de hasta 7 vástagos, tienen que salir a ganarse la vida. Y el panorama de rebusques es variado. Hay desde vendedores ambulantes, empleados de algún bar o restaurantes de la zona y de los grandes shoppings, artesanos, cuidacoches, changarines a vigiladores privados, entra tantas actividades realizadas en negro, con ingresos que fluctúan de acuerdo a la tarea, mientras los que reciben un salario arañan apenas los mil pesos. Sólo un alquiler de entre 290 y 380 pesos puede hacer rendir al límite el fruto del esfuerzo. Y aunque el techo sea precario y se viva como en colmena es, al fin de cuentas, un techo. 

Los que están desocupados, o que no salen durante el día, son los encargados de cuidar a los pibes que en general están reunidos en alguna pieza con tele, o sobre alguna cama jugando guerras de almohadas. “Yo vivía en un Fonavi pero ya éramos como quince con mis viejos y mis hermanos”, cuenta uno de los habitantes de la pensión. “Ni hablar de alquilar otra cosa, ya sea por la plata o por los requisitos que se piden es esto o irse debajo de un puente”, dice con crudeza una mujer.

A diferencia de los conventillos de principios del siglo pasado que eran grandes caserones con numerosas habitaciones muy pequeñas y con un patio central, esta pensión de la zona oeste sólo tiene un pasillo interno con una única puerta de ingreso trabada con un palo.

Para ingresar hay que golpear, alguien desde adentro se asoma a una mirilla y da el paso, si es uno de los moradores. Las cabezas se asoman de las habitaciones. La construcción es una mole de cemento dividida en 69 habitaciones con entrepisos separados por maderas. Quien diseñó semejante complejo habitacional muy parecido a una prisión sabía lo que hacía, reflexiona uno de los vecinos. “El que hizo esto sumaba cada pieza con una calculadora en la cabeza”, agrega un joven sobre este conventillo del siglo XXI.

Tanto las instalaciones eléctricas, de gas como sanitarias son precarias al extremo y fuera de toda regla. Ese fue el principal reclamo de los pensionistas, lo que al final hizo que las autoridades municipales se enteraran de la irregularidad edilicia y clausuraran
el inquilinato.

“¿Cómo puede ser que ninguna autoridad se haya enterado del funcionamiento irregular de esta pensión que tiene todo los servicios enganchados, que no cumple ninguna norma y encima se sospecha que hay como cinco pensiones más, que tienen el mismo dueño, en otros lugares de la ciudad; eso es lo que no me explico”, dice uno de los habitantes.

A diferencia de la histórica huelga de inquilinos de los conventillos de setiembre de 1907, que decidió no pagar alquiler hasta que fueran rebajados los precios en un 30 por ciento, los habitantes de la pensión de Carranza 860 aseguran que no tienen ninguna deuda con el propietario porque además es difícil evadir el pago mensual, ya que un grupo de patovicas se encarga de un control estricto, y no por las buenas.

“Si nosotros tomamos coraje para denunciar cómo vivimos es porque nos sentimos con derecho porque pagamos; no estamos gratis acá como lo quiere hacer aparecer el dueño. Y por eso queremos un mínimo de dignidad, por nuestros hijos; esto es un Cromañón en potencia y nadie se hace cargo de la total irregularidad de la pensión”, señala uno de los inquilinos.

“Yo dejo a mis hijos acá cuando me voy a laburar, al cuidado de los que se quedan y me voy con el corazón en la boca, con miedo de que haya un escape de gas o que se prenda fuego la pensión por un cortocircuito con todos los cables que cuelgan”, dice un joven.

“Nos sentimos muy ninguneados y todo nos parece muy extraño por parte de los que tienen que controlar”, se amarga uno de los 400 pensionistas. “Además, ningún político se acercó, y creo que nuestra denuncia es bastante grave. Sin embargo, nadie vino, sólo intervino uno de la Federación de Tierra y Vivienda (por su titular provincial, Juan Carlos Rodríguez) que nos consiguió una reunión con Promoción Social (de la Municipalidad). Si no, hasta el día de hoy eran sordos y ciegos ante nuestros reclamos”, agrega en su larga queja.

La historia nunca se repite en forma lineal y aquella movilización de 1907 conocida como La Huelga de los Inquilinos, por parte de quienes vivían hacinados en los conventillos, consiguió que el entonces intendente Nicasio Vila presentara al menos un proyecto que consistía en obtener capitales privados para la construcción de viviendas para los obreros, que luego serían pagados en cuotas que no superarían el equivalente del alquiler de una pieza. Pero no lo consiguió.

Todos esperan que aparezca el dueño

Las autoridades de Promoción Social se comprometieron a citar al dueño este lunes para intentar una solución. La propuesta es que se cumpla un pliego de condiciones de los inquilinos para mejorar las condiciones sanitarias y de seguridad.

De no aparecer el propietario, quien todavía no se presentó ante la Justicia, la Municipalidad se haría cargo de los aspectos más urgentes para la habitabilidad del lugar. Por su parte, los inquilinos expresaron sus dudas. “No creemos que el propietario aparezca, esperaremos hasta el martes y veremos los pasos a seguir porque estamos en el aire y vemos que todo el mundo se quiere lavar las manos”, dijo uno de los voceros de los pensionistas.

“Queremos pedir un audiencia al juez porque acá aparecieron personas diciendo que había una orden de desalojo. No vaya a ser que de inquilinos pasemos a usurpadores”, añadió.

 

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