Río es un tratado de sociología en sí misma. Nadie entiende cómo conviven extrema pobreza con opulencia desfachatada. Nadie puede explicarlo apelando a la teoría de la lucha de clases, ni a relatarlo bajo las formas más suaves de la social democracia europea.

La riqueza que se puede apreciar en casi si todos los barrios de la zona sur, donde están las playas más conocidas y tradicionales, o en los orondos sitios más apartados del circuito turístico tradicional, está salpicada de pobres que tratan de apoderarse de las migajas que caen desde esas mesas con vista al océano turquesa.

En algún punto, los sociólogos deben confrontar con un dilema: cómo todos en Río viven ese estado de las cosas en una especie de limbo de felicidad en el que todo conflicto puede sufrir la demora necesaria para aprovechar lo que se pueda en ese preciso momento. Pareciera que no va a haber otro instante igual y entonces, ¿a quién se le ocurre ponerse a pensar en esas bobeiras?

Desde Leme hasta Copacabana, desde Leblon a Sao Conrado y hasta la Barra de Tijuca, la vida parece estar hecha para quien pueda pagarla, como en casi todos lados pero con un poquito más de énfasis.

Las pestes y el fútbol

Casi nadie habla de la Gripe A H1N1, con la moderada excepción de los canales de TV, que tampoco parecen prestar demasiada atención al tema. Sólo reportan que hasta el momento la peste porca se cargó 11 muertos, dan alguna recomendación de cómo prevenirla y a ningún cronista, comentador o presentador de le ocurre cargar contra el gobierno por ese y por cualquier otro tema como, por ejemplo, la inseguridad, que se vive con los mismos tonos de tremendismo pero sin medios que se quieren llevar puesto a un gobierno.

El fútbol se lleva todos los récord en cuanto a programación televisiva, noticias en los diarios y, cómo no, en las charlas en la calle y las playas. Pero en la última semana, pocos brasileños hablan de fútbol con argentinos desde que Estudiantes diera el batacazo en el Mineirao. Y todavía se ve a patrullas perdidas de pincharratas que eligieron a Río y no a La Plata como el lugar para festejar la conquista de la Libertadores. Los hectolitros de cerveza consumidos por la tribu de Sabella fueron bien considerados por los dueños de bares cariocas;

Segurança na praia

Ipanema, se sabe, tiene algo más que aquel barcito donde Vinicius de Moraes se inspiró y terminó componiendo la canción Garota de ídem. Un poco más allá del parador tradicional Barril 1800, hacia el sur, las playas hierven de turistas que aprovechan el sol del "invierno", que pega a unos 25 a 30 grados centígrados al mediodía.

No pasan 15 minutos sin que se escuche el ruido de las aspas cercanas de un helicóptero de rescate que los bomberos de Río usan para sacar algún distraído e intrépido nadador que se anima más allá de las rompientes de Ipanema.

Este cronista pudo registrar uno de esos rescates, que llevan a pensar cómo una sociedad se puede preparar con tanta sofisticación para rescatar a millonarios en pedo que se acalambran antes de volver a playa segura y no puede sacar del pozo a quienes miran eso como si se tratara de una mala serie de rescatistas en Miami. La repuesta a ese interrogante la dio una rubia turista que observaba maravillada el rescate emotivo: "Segurança na praia e boa, eu nao sei do que voce estame falando".

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