Los dirigentes y militantes que condujeron hasta su disolución la seccional Rosario de Atilra, el gremio de los trabajadores de la industria lechera, acaban de confirmar su voluntad de seguir unidos y firmes ante el embate de la cúpula sindical nacional. Pese a muchas dificultades pudieron participar, la semana pasada, en la compulsa de las seccionales El Trébol y Totoras, obteniendo en total un caudal de votos similar al que lograban cuando la seccional Rosario todavía existía, antes del fatal incidente del 3 de diciembre pasado que terminó con un trabajador muerto tras recibir un disparo.

En aquella jornada desde Atilra Rosario se plantaron en la sede San Luis e Iriondo para resistir la llegada de seguidores de la conducción nacional del gremio, comandada por Héctor Ponce, que unos días antes habían agredido salvajemente y con total impunidad a trabajadores de la planta de Sancor en la avenida de Circunvalación.

Ante la mirada de la policía provincial hubo un fuerte enfrentamiento entre los grupos que tuvo como saldo el fallecimiento de Héctor Cornejo, enrolado con la conducción nacional, que posteriormente dispuso la disolución de la seccional Rosario, cuyos afiliados pasaron a depender de las de El Trébol y Totoras, esta última recientemente creada.

La disolución de la seccional significó la pérdida de la estructura sindical y económica para quienes la conducían por decisión de los trabajadores, identificados con la lista verde y blanca. De todos modos, desde este espacio se armaron sendas listas para dar pelea en el nuevo mapa. Y aunque no les alcanzó para ganar las seccionales, lograron en total más de 300 votos, cantidad similar a la que habían obtenido en las últimas elecciones de la seccional Rosario cuando todavía existía.

Además, desde la verde y blanca afirman que hubieran ganado El Trébol y Totoras de no mediar “toda una ingeniería” armada por Ponce y los suyos para evitarlo. “Hubo varias irregularidades que hemos denunciado al Ministerio de Trabajo de la Nación”, explica Pedro Estrada, quien fue candidato a secretario general en la disputa en El Trébol y describe algunas de las situaciones que se dieron, como el impedimento de participar en las elecciones locales para los afiliados que realizan la tarea de repositores, que sólo pudieron sufragar para el nivel nacional.

Otro foco de sospecha es el manejo del padrón de jubilados. Muchos de ellos fueron excluidos de la seccional El Trébol. En la de Totoras en cambio, hubo una incorporación de pasivos que incidió en el resultado final, que marcó que la verde y blanca obtuvo 139 votos, apenas 11 menos que los logrados por el oficialismo.

En El Trébol, en tanto, el resultado fue 275 votos para los oficialistas contra 195 para la verde y blanca, desde donde remarcan que si hubieran podido votar repositores y jubilados rosarinos otra hubiera sido la historia.

En las urnas en las que votaron los trabajadores de las empresas radicadas en Rosario, la diferencia a favor de la verde y blanca fue amplísima. Valen algunos ejemplos: 95 a 24 en la que sufragaron empleados de Cotar y San Marcos; 73 a 26 en la que lo hicieron los afiliados que trabajan en La Serenísima, Sancor y Milkaut.

Un dato no menor en cuanto a lo sucedido en El Trébol es que 275 afiliados a esa seccional –o sea varios más de los que votaron a la verde y blanca– repudiaron la conducción de Ponce votando en blanco para el nivel nacional, donde hubo lista única.

“Y para la elección local hicieron pesar una cuestión casi cultural, que es la desconfianza de la gente de las ciudades chicas y los pueblos contra los rosarinos, haciéndonos quedar como invasores”, acota Estrada, que confía en que ese prejuicio se irá revirtiendo.

Es que quienes se agruparon en la verde y blanca apuestan a seguir juntos para no dejar de dar batalla en los distintos frentes. En el judicial y administrativo, para revertir las resoluciones de la conducción nacional que motivaron la disolución de la seccional y la expulsión del gremio de algunos de sus referentes. En este sentido, han presentado recursos tanto ante tribunales como en el Ministerio de Trabajo de la Nación. El otro frente es el político-gremial, donde se trata de sostener y redoblar la militancia a favor de los derechos de los trabajadores, independientemente de los espacios institucionales con que se cuente. Aquí es donde más cómodos se sienten y donde no han perdido respaldo de los trabajadores. Ahí están los resultados de las elecciones de la semana pasada para comprobarlo.

Esa voluntad de los afiliados de Rosario es lo que la conducción nacional de Atilra parece empeñada en desconocer. Y flaco favor le hace esa actitud a la necesaria unidad de los trabajadores a la hora de enfrentar a las patronales siempre ávidas por maximizar ganancias a costa de sus empleados.

El de Atilra Rosario es un caso más de intolerancia de ciertos sectores del sindicalismo argentino ante los pronunciamientos de sus bases. Desconocer la voluntad de los afiliados ante todo debilita a las organizaciones gremiales. No se trata de que las internas sindicales se diriman con modales de un colegio de señoritas; pero es urgente que se establezcan modos menos violentos y más democráticos para dirimir los disensos hacia adentro de cada gremio, y que los resultados de la puja se respeten y se acaten, sean a favor o en contra de cada posición.

Tras la fatídica jornada del 3 de diciembre, los secretarios generales de la CGT y la CTA, Hugo Moyano y Hugo Yasky, se esforzaron por bajar los decibeles del enfrentamiento que desembocó en la batalla campal en San Luis e Iriondo. Con Moyano y la CGT están alineados los miembros de la conducción nacional de Atilra. Con Yasky y la CTA tienen más sintonía los dirigentes y militantes rosarinos. Uno y otro pusieron paños fríos para evitar que las disidencias escalen al plano nacional y engorden las líneas argumentales de los enemigos de los trabajadores.

Pero aquello que se expresó por arriba no se reflejó del todo por abajo y los afiliados de Atilra Rosario vieron descabezado su gremio y severamente condicionado su derecho a elegir a sus representantes sindicales. Igual, no se rinden.

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