El papel del Estado, los derechos básicos del ciudadano, y los límites del mercantilismo están en el centro del debate por la reforma del sistema de cobertura de salud en los Estados Unidos. Los pacientes que lograron sobrevivir narran sus desgarradores periplos, y los directivos de las compañías aseguradoras “arrepentidos” revelan los oscuros manejos de un sistema que lucra con la vida y la muerte.

La sobreviviente calva, con el deterioro físico propio de la enfermedad que la tuvo al borde de la muerte, habla con tono calmo pero firme. Sus palabras resuenan en el enorme recinto del Congreso de los Estados Unidos. Los legisladores la escuchan conmovidos. La mujer se llama Robin Beaton, tiene 59 años, y estuvo a punto de morir porque la compañía aseguradora que manejaba su seguro médico le negó el tratamiento para su cáncer de mamas, que debido a esta demora se extendió a otras partes del cuerpo. Una palabrita ambigua en un informe de un dermatólogo que la había atendido por una consulta por acné fue la excusa para rechazarla. La intervención directa de un legislador que conminó a la compañía a atenderla le salvó la vida a último momento. Otros pacientes, en cambio, no tuvieron la misma suerte. Beaton hizo referencia al caso de una chica de 17 años, también afectada por un cáncer, que necesitaba una urgente intervención y también fue rechazada. El caso de esta joven generó una serie de protestas que finalmente torcieron el brazo de la compañía, que aceptó operar a la chica cediendo a las presiones. Demasiado tarde. La muerte llegó apenas seis horas antes que la autorización.

“Rezo para que alguien escuche mi historia y ayude a la gente como yo, que no tiene poder ante las grandes aseguradoras”, señaló Beaton ante los legisladores durante una audiencia especial en el Congreso que tuvo una amplia cobertura. Compartiendo espacio con las machaconas revelaciones sobre la partida de Michael Jackson, el debate por la reforma del sistema de cobertura de salud ocupa un importante lugar en los medios de los Estados Unidos. La discusión, que es considerada central por la clase política, y se erige como una de las mayores preocupaciones de la administración de Barack Obama, es apenas el último avatar de una larga lucha contra el inhumano manejo del sistema en manos de compañías de seguro, que se dedican a buscar todos los vericuetos burocráticos imaginables –algunos de ellos rozan lo farsesco–, para rechazar los tratamientos más caros, dejando a los pacientes en total desprotección. En este contexto, que muestra el rostro más brutal del sistema, en muchos casos los pacientes literalmente se mueren.

La lucha por un nuevo sistema que asegure una cobertura universal es un motivo de militancia desde hace décadas en los Estados Unidos. La pelea, con manifestaciones en las calles, en las plazas, frente a las compañías aseguradoras, o incluso dentro de ellas, porque en muchos casos fueron tomadas por la gente indignada, se intensificó durante los últimos años de la administración de George W. Bush y hoy es una de las mayores presiones sobre Obama. Y una de las promesas de campaña que más le recuerdan al presidente: “Esta es una promesa que los dirigentes tienen que cumplir”, señala una señora mayor en uno de los tantos avisos televisivos sobre el tema, algunos pagados por el gobierno, otros por organizaciones de la sociedad civil. “Si pierdo mi trabajo, lo pierdo todo. Estoy enferma, y si no tengo cobertura me muero”, asegura otra mujer.

Pero no sólo en los medios, en el propio Congreso de los Estados Unidos, frente a una comisión legislativa que se ocupa del tema, se ventiló la polémica, con conmovedores testimonios de enfermos y gerentes de empresas aseguradoras “arrepentidos”. Los pacientes contaron sus historias, y los desgarradores relatos dejaron en claro las letales consecuencias de considerar a la salud una mercancía más. Los ex directivos de las aseguradoras, por su parte, revelaron los entresijos de un sistema que busca, por todos los medios, legales e ilegales, rechazar la mayor cantidad posible de tratamientos. Hablaron de las estrategias de las empresas en este sentido, y del entrenamiento que reciben los empleados encargados de justificar los rechazos. Dieron detalles de los instructivos que circulan en las compañías, y de los distintos métodos para hacer lobby, montar operaciones de prensa, y presionar a legisladores, sin excluir los sobornos.

La obediencia debida fue el argumento más utilizado por los arrepentidos. “¿No le molestaba a usted condenar a muerte a la gente?”, le preguntó con sarcasmo un legislador al ex gerente de una compañía. “Yo pensé que hacía lo correcto. Cumplía órdenes. Luego me fui dando cuenta de que las cosas no estaban bien”, señaló el arrepentido, ante lo cual el legislador mencionó que al ejecutivo le fueron necesarios 15 años en la firma, en los cuales cosechó una buena cantidad de dólares, para después sí darse cuenta y retirarse, premiado, y con una gran fiesta de despedida.

Las mansas palabras de Beaton revelaron qué hay detrás de la riqueza y la opulencia de esas aseguradoras. “Mi nombre es Robin Beaton. Tengo 59 años. Fui enfermera durante 30 años. Trabajé en un hospital, con seguro de salud, y estaba sana. Luego me retiré de la enfermería y puse un pequeño negocio. Tenía una póliza individual de la empresa aseguradora Blue Cross desde diciembre de 2007”, señaló la mujer.

“En mayo de 2008, consulté a un dermatólogo por un problema de acné. Una palabra escrita en mi historia médica tras esa consulta fue interpretada incorrectamente como un diagnóstico precancerígeno. Poco después me diagnosticaron una muy agresiva forma de cáncer de mamas. Me dijeron que necesitaba una cirugía para extraerme ambas mamas. Cuando el cirujano programó la cirugía me dieron dos días previos de internación. Pero el viernes anterior al lunes en que se iba a realizar la operación, Blue Cross rechazó la cobertura debido a aquel informe del dermatólogo. El propio dermatólogo llamó directamente a la firma y le aseguró que yo sólo tenía acné y le suplicó que me realizaran la cirugía. Blue Cross me respondió que tenían que comenzar una investigación sobre cinco años de mi historial médico y que eso les llevaría unos tres meses”, agregó la paciente.

“Me desesperé. No sabía qué hacer ni a dónde ir. No tenía recursos para pagar yo la operación. Le pedí ayuda al legislador Joe Barton. El señor Barton y Christy Townsend trabajaron sin descanso para ayudarme. Luego supe que la compañía canceló por completo mi cobertura. Fue devastador. Tuve que replantearme qué hacer y dónde ir. El tratamiento contra el cáncer es caro y ninguna compañía quiere pagarlo. Esto es Estados Unidos y nos merecemos una buena cobertura en salud”, continuó la mujer, a la que el hospital le pidió un depósito de 30 mil dólares para operarla sin la cobertura de la compañía aseguradora.

"Lo más triste es que Blue Cross en principio me aceptó y después, la primera vez que reclamé cuando tuve el diagnóstico de posible cáncer, buscaron por cielo y tierra las razones para rechazarme. Hay una enfermera que asiste a la misma iglesia que yo, y que trabaja en Blue Cross. Su tarea específica es leer historias médicas buscando razones para rechazar a los asociados. Cuando supo lo que me sucedió a mí, me dijo cuánto lo lamentaba. Blue Cross hará cualquier cosa para salvarse de tener que pagar el tratamiento de un cáncer", contó Beaton.

"Una de las cosas que más valoro en mi vida es asistir lunes y jueves a un grupo de autoayuda para gente con cáncer. Allí nos encontramos con otros enfermos y compartimos nuestras vidas. A cuatro mujeres en mi grupo se les canceló el seguro de salud debido al cáncer. Las personas de mi grupo siempre dicen que si tenés cáncer te consideran inasegurable. Me resulta muy difícil hablar de esto porque temo que me den de baja de nuevo. Vivo con temor todos los días, le temo a mi compañía aseguradora. Cuando Blue Cross me dio de baja fui por todos lados en busca de ayuda. Fui al hospital público del condado, y allí me pusieron en una lista de espera para la cirugía. Volví muchas veces al hospital y siempre me dijeron los mismo: ‘¿Por qué está usted aquí?’. Y yo les respondía: ‘Tengo cáncer y necesito una cirugía’. Y entonces desde el hospital me dijeron ‘Disculpe, se nos ha traspapelado su historia clínica’. Tratar de encontrar ayuda se pareció a un proceso sin fin. Hice todo para conseguirlo. Pero cada gestión lleva tiempo. Y no encontré ninguna ayuda hasta que (el legislador) Joe Barton se ocupó y trabajó mucho para lograr que Blue Cross aceptara reincorporarme. Después de que me diagnosticaran un muy invasivo cáncer de mamas en junio de 2008, fue rechazada y no me operaron. Finalmente, fui intervenida en octubre de 2008. En ese tiempo de espera, mi tumor creció, de 2,3 centímetros a casi 7 centímetros. Debido a esa demora, por tener que esperar desde junio hasta octubre, me tuvieron que extraer los ganglios. Actualmente me sigo haciendo quimioterapia, cada tres semanas. El tratamiento de cáncer es caro y nadie quiere ayudar. Rezo con todo mi corazón para que nadie tenga que pasar por la agonía que yo padecí durante un año", relató la mujer ante los legisladores.

"El sistema de salud no es sólo una elección política, es la expresión del carácter de la Nación y sus valores", escribió el editor en jefe del Slate Group, Jacob Weisberg, en la edición de Newsweek del 27 de julio.

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