Patrullas en Israel. Ojo.
Patrullas en Israel. Ojo.

Ejercen una forma grosera de romeojulietización de la sociedad sin la poética intervención del bardo de Avon. Son como mastines fisgones que olisquean por las noches cada rincón, zaguán o auto estacionado, en busca de transgresores. Son racistas y vigilantes. Actúan en Israel y patrullan las calles para detectar, denunciar, e intentar romper parejas mixtas entre judíos y árabes.

Hay un nuevo enemigo al acecho en Israel. Otro más. Son los romances entre mujeres israelitas y hombres árabes. Sectores racistas se han organizado para conformar patrullas de vigilantes nocturnos en busca de "parejas peligrosas". Si bien el declamado objetivo de las patrullas es combatir las parejas mixtas, en verdad sólo persiguen específicamente la unión de hombres árabes con mujeres judías.

El escritor y editor Joshua Holland describe en un artículo publicado en el sitio AlterNet el accionar de estos grupos racistas y ofrece el testimonio del integrante de una patrulla, entrevistado por la periodista Sheera Frenkel, quien estuvo presente durante un “operativo” en una playa de estacionamiento. La mayoría de las patrullas actúan por las noches en la zona de los asentamientos israelitas en la parte árabe al este de Jerusalén. “Me duele el corazón cada vez que veo a una chica judía con un árabe. Es extremadamente desagradable. Yo me pregunto: ¿Cómo llegamos a esta situación? ¿Cómo hemos descendido hasta este nivel? Es un serio paso atrás, para nuestro punto de vista”, señaló un joven de 31 años, integrante de uno de los grupos de vigilantes, que se identificó como David, aunque ese no es un nombre real.

Las patrullas de vigilantes constituyen apenas un síntoma más del racismo que infecta la sociedad de Israel, denunciado por los árabes y también por grupos progresistas israelíes. Hay leyes vigentes en el estado de Israel que amparan, envalentonan y dan letra a esas actitudes. La situación se oscureció especialmente a partir del 27 de agosto de 2003, cuando se produjo la aprobación por parte del Knesset (Parlamento israelí), por 53 votos contra 25, de la llamada ley de nacionalidad y entrada en Israel, que impide a los palestinos casados con ciudadanos israelíes residir con su pareja en Israel y obtener la nacionalidad israelí. La medida levantó una ola de protestas en todo el mundo: “Habría que remontarse a las leyes raciales de Nüremberg de 1935, aprobadas por el régimen nazi, o a la legislación racista del régimen del apartheid sudafricano para hallar normas similares”, señaló oportunamente en el sitio Web Islam. Por su parte, la organización Adalah (Centro Legal para los Derechos de la Minoría Árabe en Israel) ha pedido ya al Tribunal Supremo que declare la inconstitucionalidad de la ley. Adalah ha señalado que la norma "viola los derechos constitucionales a la igualdad, la libertad y la intimidad, y limita los derechos fundamentales de los árabes-israelíes al matrimonio y a vivir con su pareja en base a la etnia de sus cónyuges".

La agencia EFE destacó asimismo el costado económico del brote racista: “La unión entre israelíes y palestinos suponía un peso para las arcas públicas de Israel, ya que muchos árabes-israelíes contraían matrimonio con hasta cuatro palestinas, según lo autoriza el Islam, y sus descendientes recibían la nacionalidad y la ayuda mensual que el Estado concede por cada hijo. Esta ayuda podía superar los mil euros mensuales para familias de más de ocho o nueve hijos. Los impulsores de la ley la consideran un recurso para preservar la mayoría judía de Israel, donde un 20 por ciento de la población está constituido por árabes-israelíes. Los opositores a la ley la calificaron de racista y advirtieron que amenazaba con dividir a miles de familias o a obligarlas directamente a abandonar Israel. Aproximadamente 1.200.000 de los 6.700.000 ciudadanos de Israel son árabes, y tienden mucho más que los propios judíos a casarse con palestinos.

David, de aspecto juvenil, 31 años de edad, busca y rebusca entre los autos estacionados en el asentamiento de Pisgat Ze’ev. La primera cita de los adolescentes suele ser en esos reducidos espacios y es por eso que hasta allí llega el husmear de los vigilantes en busca del olor a mezcla de etnias, religiones, pueblos. Estos jóvenes israelíes parecen repetir una actividad que seguramente sus padres y abuelos recordarán y podrán describir, más allá del cambio en los actores de la tragedia. Los grupos de patrullaje tienen distintos nombres. “Fuego por el Judaísmo” y “Amor a la Juventud” son dos de los grupos más activos. Están integrados por 30 a 40 hombres y las recorridas se hacen todas las noches. Son en la mayoría jóvenes, muchos de ellos apenas mayores que los adolescentes que salen a cazar cuando sale la luna. Acaso podrían ellos mismos ocupar los rincones donde buscan y rebuscan. Podrían ocupar esos coches estacionados en la oscuridad para dedicarse a actividades románticas, creativas, germinativas. Pero no: algunos no dudan ni un segundo cuando se les pregunta si quieren ser hombre o ratón. Hombre o botón.

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