“Nos están matando a todos”. La frase, pronunciada por el padre de una docente asesinada en un presunto robo común en el gran Buenos Aires, resume la sensación que se quiere instalar desde los grandes medios, que siguen condicionando la agenda pública al punto que el gobernador bonaerense Daniel Scioli salga a insistir con el pedido de “sanción definitiva” de la baja de la edad de imputabilidad. Scioli también abogó por contar en su provincia con 10 mil policías más de acá al 2011 y por “leyes de acuerdo a la ferocidad de estos delitos”. La cuestión de la seguridad renace como ariete –y con caballos de Troya– del embate permanente del grupo Clarín y compañía contra el gobierno.

Para que la "inseguridad" domine del todo lo agenda sólo falta un Blumberg, que catalice la histeria manijeada por el bramido permanente de las pantallas que novelan las tragedias como la de la maestra y la de la catequista de Wilde de hace unos días, que provocan más pánico y más indignación que las muertes cotidianas por el paco en las villas del gran Buenos Aires, o las que se registran en los ámbitos carcelarios como el reciente suicidio de un muchacho de 27 años en una comisaría rosarina, o las de miles de pibes víctimas de la pobreza, el más asesino de los flagelos de la época.

Un nuevo Blumberg no aparece. Pero sí hay un padre de la maestra asesinada que llega a decir que está mal que se instrumente la universalización de la asignación familiar porque eso es darle plata a los que “nos están matando” para que nos sigan matando. El hombre, además, se refirió a la presidenta tan groseramete como para que el movilero de TN que lo entrevistaba tome distancia de uno de los calificativos que usó, “atorranta”. De todos modos a esta altura –desde el “viva el cáncer” contra Evita para acá– lo que dijo el tipo a la prensa, en la puerta del velatorio de su hija, resulta apenas una expresión más del pintoresquismo gorila desplegado durante décadas.

Lo fulero es que lo de la maestra –y sobre todo lo que dice el lógicamente shockeado padre de la maestra–, influya al punto de encontrarse uno con Scioli reincidiendo en el impulso de la criminalización de la niñez pobre y la mano dura como soluciones a un problema innegable, claro, pero instalado en la agenda pública con el único objetivo de continuar con la campaña de desgaste contra el gobierno que acaba de tomar una de las medidas más fuertes para revertir el problema de la inseguridad, como es justamente –aunque el padre de la maestra diga lo contrario– la extensión de la asignación familiar, con sus requisitos de escolaridad y vacunación, es decir educación y salud, indiscutiblemente los mejores antídotos contra la proliferación de pibes dados vuelta apretando con pistolas y cuchillos a maestras y catequistas y a cualquier hijo de vecino que se les cruce por delante.

Pero los cables de noticias que dan cuenta de las declaraciones de Scioli no ponen en boca del gobernador lo de la extensión de la asignación familiar. El mandatario bonaerense apenas hizo alguna referencia a la cuestión de la educación, remarcando la inversión en el rubro de su gobierno, pero el grueso de su discurso apuntó a las respuestas que piden las pantallas sangrantes y lacrimógenas que soliviantan a “la gente”, que llama a las radios y acude a las marchas en las que se grita “seguridad, seguridad” y se pide mano dura, pero dura, dura.

Así es que Scioli salió con todo a pedir la sanción definitiva de la ley de Responsabilidad Penal Juvenil a nivel nacional "para que quede claro que un menor no puede matar y no va a pasar nada", dijo, al tiempo que consideró que "muchos de los que rechazan la iniciativa tienen una posición ideológica al respecto", como si tener una posición ideológica fuera un pecado y favoreciera la multiplicación de los crímenes y la violencia.

"Si tenemos que seguir reformando leyes lo haremos”, continuó el gobernador, que dijo estar "dispuesto a todo" (sic) para combatir la inseguridad. "Tengo que proponer leyes de acuerdo a la ferocidad de este tipo de delitos", fue otra de sus frases, emulando la ley del Talión, que recobra vigencia en las iniciativas parlamentarias como las que impulsa el ex corredor de lanchas, que volvió a diferenciarse de la Rosada y Olivos, donde el eje de análisis es distinto.

En el transcurso de esta semana, Néstor Kirchner y el ministro de Planificación Federal Julio De Vido apuntaron otra vez a la acción de los medios masivos. El ex presidente reiteró el miércoles la mención a “a las amenazas que hace el monopolio” y el jueves De Vido puso sobre el tapete la “conspiración mediática” que afecta al kirchnerismo no por inquinas personales sino por el desarrollo de políticas que tienden a generar reglas del juego que condicionan la impunidad del poder económico concentrado y apuntan a redistribuir la riqueza. Y aquí vale otra vez vale el ejemplo de la asignación familiar, que implica transferir a los sectores más pobres 10 mil millones de pesos anuales que antes se evaporaban en los juegos financieros de las Afjp y hoy son controlados por el Estado.

En la misma línea de Kirchner y De Vido, y reiterando lo que dijera en algunas de las bravas paradas que le tocó afrontar en su condición de presidente del bloque oficialista de diputados nacionales, Agustín Rossi sostuvo este viernes, en un seminario del que participó en Buenos Aires, que "en la Argentina estamos viviendo hoy una brutal pelea por el poder, que no se está dando entre el oficialismo y la oposición, sino con las corporaciones que se han parado en contra de cualquier intento de transformación".

Brutal pelea por el poder. Un buen resumen. Una lectura que, pese al bombardeo mediático, comparten millones de habitantes de la Argentina que afrontan el desafío de continuar avanzando hacia una sociedad más justa o aceptar calladamente retroceder al ritmo que imponen los grandes grupos económicos, que además de otros resortes estructurales de la economía y la política manejan el 80 por ciento de los contenidos informativos que se consumen en el país.

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