El “Seminario Internacional de Desarrollo Local, Posicionamiento Económico Global y Nichos Específicos de Mercado”, que tuvo lugar en la ciudad de Trinidad, combinó nivel académico e interesante menú de posibilidades concretas. Destacados intelectuales desplegaron un arsenal de herramientas para mitigar efectos colaterales del proceso de globalización, convirtiendo en oportunidades desventajas aparentes de algún actor no favorecido.

El arquitecto Ruiz Derrepent expuso cómo potenciar nuestros saldos exportables apelando a dos “yuyos” vernáculos, sin ingeniería genética ni agroquímicos. El tártago rojo (Euphorbiaceae) sumaría a sus conocidas propiedades oleaginosas un enorme prestigio ornamental. Los jardines de la torre Eiffel lucen esta belleza rústica de nuestro paisaje nativo. Apoyándose en “la marca parisina” las exportaciones de tártago rojo debidamente puesto en valor se aproximarían a las de tubos sin costura, con una inversión mucho menor por puesto de trabajo. Manteniendo limpios tantos baldíos que afean nuestras ciudades.

También destacó las posibilidades hasta hoy insospechadas del mburucuyá (passiflora ceruela), modesta enredadera y modesto alimento en las siestas veraniegas. Su industrialización permitiría el desarrollo de una industria química no dependiente de insumos importados. Su proliferación en baldíos y andurriales permitiría, a través de un manejo sustentable, utilizar la rayadura de su cáscara como colorante sustituto para jugos con sabor a naranja. O al menos con su color.

La licenciada R. Cordero analizó la posibilidad de vender en Italia nuestra estrella federal (Euphorbia pulcherrima), utilizada como souvenir en la península con el nombre, de inspiración vaticana, de “estrella de navidad”. Propuso superar la polémica sobre el origen mejicano de este componente del ser nacional, buscando el asociativismo con el país azteca (estrategia win-win) para inundar los países católicos con este producto, trabajando en contraestación y proveyendo de manera continua al exigente mercado europeo. No quedó aclarado si la exposición atrajo la atención del público por lo ajustado de la tesis o por lo ajustado del negro vestido que ceñía la escultural figura de la licenciada.

El doctor en economía Ricardo Von Lothrin desarrolló su teorema sobre transporte y aspiraciones colectivas, según el cual toda localidad, independientemente de su ubicación geográfica y su matriz económica, encontrará siempre una línea recta que la posicione en la intersección entre una hidrovía y un corredor bioceánico, en la medida en que sepa contratar especialistas en marketing de ciudades y posicionamiento publicitario global.

Dos pequeños incidentes empañaron, sin embargo, el evento. El primero durante la sesión inaugural, cuando el joven economista Ferdinando Aguirre, encadenado junto al micrófono, intentó una arenga aduciendo que los únicos desarrollados localmente y beneficiados globalmente han sido los constructores y difusores de estas teorías sobre el desarrollo local.

El segundo, durante la exposición del profesor Juan Ignacio Méndez Castels, que comenzó explicando lo que, en su juventud, percibió como un despropósito de cierto pensamiento orientalista. De su primer viaje a la India, en los ’60, trajo un regusto amargo por la coexistencia de pobreza extrema y vacas sagradas caminando por la calle. En su último viaje a China encontró soluciones y capitales.

—Sesenta millones de dólares estadounidenses de inversión en frigoríficos. Frigoríficos especializados en carnes alternativas–, dijo.

—De carne de perro, como he visto en restaurantes VIP de Quang Tri–, completó.

Siguió adelante a pesar de cierto murmullo.

“En un primer momento la faena abarcaría perros callejeros o vagabundos. Sin estrictos controles de calidad ni resguardos sanitarios, se utilizaría para elaborar guisos enlatados que abastecerían a la enorme población carcelaria de la gran potencia asiática. Esta primera etapa demandaría mano de obra con poca especialización, posibilitando la rápida absorción de compatriotas sin trabajo. Con la empresa ya en marcha y el mecanismo de producción ajustado, comenzaría el negocio de cortes seleccionados para mercados exigentes: una creciente y pujante población enriquecida tras centurias de hambrunas y ascetismo obligado. Nueva burguesía o burocracia privilegiada, estos nuevos ricos suponen un mercado sin techo, una demanda infinita para la capacidad de producción local. Debemos alimentar al mundo. China no sólo puede comprarnos soja y aceite. El delicatessen canino tiene mayor valor agregado. Y una ventaja adicional: puede producirse en suelo y ambiente urbano. La mano de obra que expulsa el complejo sojero puede ser reabsorbida en el propio medio al que acude con esperanza el hombre humilde desarraigado por el progreso…”.

¿Presiones de multinacionales de agroquímicos? ¿Enojo de criadores de perros de raza? ¿Repudio del sentido común general? No pudo terminar. Lo echaron a patadas. Dijo que era el precio que pagan los pioneros.

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