Marine del Pelotón Fuego Verde.
Marine del Pelotón Fuego Verde.

“Paz, amor y marihuana” fue uno de los lemas del movimiento hippie que luchó contra la guerra de Vietnam. Cuatro décadas después, el cannabis aparece como un eficaz remedio para los veteranos que regresan enfermos física y psíquicamente tras combatir en alguno de los muchos Vietnams que actualmente sostiene Estados Unidos. Pero el humo dulzón de la hierba soporta más estigmas legales que el otro, negro y ominoso, que se levanta de las ruinas de las ciudades que el imperio bombardea sin paz ni amor.

“Charlie”, veterano de guerra que pidió no revelar su verdadera identidad, volvió de luchar en Afganistán con serias heridas físicas y psíquicas, incluyendo el ya tradicional síndrome postraumático (en inglés "Posttraumatic Stress Disorder", conocido como PTSD), mal que arrasa, como una peste implacable, a los veteranos que retornan, o algo parecido, del infierno. Según un estudio de la Escuela Naval de Postgrado y la Universidad de Stanford, el 35 por ciento de los veteranos podría sufrir esta enfermedad. Según el propio Pentágono, unos 360 mil soldados, un 20 por ciento de los veteranos, podría padecerlo.

Los ex combatientes, en un país imperial que durante toda su historia se involucró en guerras de conquista y rapiña, constituyen un actor social clave, visible, y con peso político: el número de soldados que ya han servido en Irak y Afganistán ascendería a más de 1.800.000.

Daños irreparables en el cerebro y en la columna vertebral, más serios problemas gastrointestinales condenan a Charlie a una calidad de vida miserable. El ex combatiente contó su triste historia al sitio estadounidense alternet.org, y una vez más quedó en claro la hipocresía que cunde cuando se trata de la utilización de ciertas sustancias estigmatizadas, en este caso la marihuana, cuyo uso terapéutico está permitido en 13 de los 50 estados de los Estados Unidos. Como en casi cualquier lugar del mundo, la marihuana se consigue en el circuito ilegal, para no hablar del fácil acceso a todo tipo de drogas en los propios campos de batalla de Medio Oriente, pero la lucha de los veteranos de guerra es por poder acceder a ella en forma legal y controlada por el gobierno. Es que muchos de ellos continúan en actividad al regresar de la guerra, y la autorización del uso medicinal les permitiría consumirla sin restricciones, a la vista de sus camaradas de armas, en los propios cuarteles. Seguramente, según señalan los propios veteranos de guerra, eso evitaría los suicidios, muy comunes entre los que creen regresar a casa pero no regresan. Y también podría ayudar para disminuir esa luctuosa clase de suicidios, tan estadounidense, en los que el suicida se va de este mundo acompañado de una escolta de asesinados a tiros en el marco de una clásica american ordalía.

El ex soldado probó todo tipo de medicinas y tratamientos hasta que descubrió que sólo el cannabis le daba consuelo. Y ahí comenzó otra lucha, esta vez contra los prejuicios, la arbitrariedad y al absurdo, porque donde él vive no está permitido el uso medicinal de esa hierba. A falta de marihuana, Charlie probó con el alcohol, con mucho alcohol, según cuenta, pero no le fue nada bien y estuvo a punto de asesinar a su esposa y suicidarse.

Guerra sí, porro no

Son muchas las paradojas que subyacen a este caso paradigmático, que representa a miles de veteranos que vienen militando por lograr que se autorice el uso: la legislación del mismo país que invade y arrasa culturas enteras por motivos reconocidamente falsos, por ejemplo, y que bombardea población civil, incluidos niños, resulta muy restrictiva para permitir el uso de una sustancia inofensiva y terapéutica. Y si revisamos la terrible historia de Afganistán y su sufrido pueblo, arrasado históricamente por distintos imperios, entre otros motivos, porque allí se cultiva más del 90 por ciento del opio del mundo, a partir del cual se produce heroína, una de las drogas más temibles que existe, las paradojas y los cinismos producen náusea, síntoma que la marihuana ayuda a mitigar. El cultivo de opio se ha incrementado en Afganistán en forma exponencial durante la última década, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Y decir “la última década” es decir que este incremento se produjo, justamente, desde que los Estados Unidos y sus aliados invadieron el país en noviembre de 2001.

Otra expresión del absurdo y la hipocresía: los conservadores, los representantes de la derecha más cerril y recalcitrante que militan contra la marihuana, el aborto y otros puntos de la agenda progresista, muchos de ellos desde posiciones religiosas, son los mismos que dan aire a las guerras imperiales y al complejo militar industrial que hace negocios con ellas utilizando la sangre de los soldados estadounidenses y la de sus víctimas en Medio Oriente. Bombardear niños y personas indefensas en países pobres, sojuzgados por siglos de saqueo colonial e imperial, no hace mella en la moral de los conservadores, pero sí el cannabis.

Los peligros del alcohol

“Tomás alcohol y te sentís suelto, bien, se van las inhibiciones y te sentís invencible. Pero no disminuye el stress, apenas te lo bloquea, y uno pierde noción de las consecuencias de lo que hace, o bien no te importa”, contó Charlie a alternet.org al tiempo que remarcó las diferencias con el efecto que produce fumar marihuana.

“Cuando fumás no dejás de valorar lo que sucede, te mantenés relajado pero a la vez consciente de lo que hacés, y hacés lo correcto. Desde que regresé a casa, estoy fumando alrededor de un gramo y medio por día, según cómo me sienta. Fumo unos veinte gramos por mes, me ayuda para los dolores de espalda y los problemas gastrointestinales", contó el veterano de guerra, que no tiene la fortuna de vivir uno de los 13 estados que autoriza el uso medicinal de la marihuana. En el resto de las jurisdicciones, el cannabis está clasificado dentro de la Lista I de sustancias prohibidas, donde se incluyen las drogas más peligrosas, incluso consideradas más dañinas que la cocaína y las meta-anfetaminas, que figuran en la Lista II, con las sustancias “menos peligrosas”.

“Yo hablo permanentemente con el resto de mi grupo de veteranos conocidos y la mayoría de ellos se medica con marihuana. Si uno le pregunta a cualquiera de ellos, te va a decir que los más efectivo para el síndrome postraumático es la marihuana”, señaló Charlie.

Cuando volvió de la guerra, Charlie permaneció en servicio activo, al igual que su esposa, que también pertenece al Ejército. Y como no está bien visto andar fumando en los cuarteles ("muy riesgoso", dijo el veterano), se inclinó por la bebida. "El alcohol incrementaba todos los sentimientos negativos, la furia, la depresión, la desesperación", contó el maltrecho veterano de Afganistán, que desde 2006, cuando abandonó el servicio activo, viene probando con una sorprendente variedad de medicaciones. Lleva todos los medicamentos en una bolsa. La lista es impactante, como la de la mayoría de los que vuelven del frente. "Uso seis antidepresivos diferentes, lorazepan para la ansiedad, dos más para ayudarme a dormir, Ambien y otro más; tres medicamentos más para los problemas estomacales, incluido omeprazol; y para las migrañas Topomax y amyltriptomina", señaló el ex soldado, cuya vida está literalmente minada por las pesadillas y los fantasmas.

"Incluso cuando las píldoras para dormir hacen efecto y puedo conciliar el sueño, me sigo despertando en medio de la noche por las pesadillas. La única diferencia es que cuando uso pastillas me despierto mareado y confundido. La desorientación es una transición a los flasbacks, y si querés ver cómo un veterano produce un episodio terrible, sólo tenés que despertarlo de golpe en la oscuridad (No prueben esto en casa, peligro, peligro)", advirtió el veterano dejando en claro que los episodios de violencia, doméstica y no tanto, que protagonizan los que vuelven de la guerra son inevitables en estas circunstancias.

Pero como el miedo es en los Estados Unidos una política de Estado, la principal estrategia de dominación y control social y, además, un gran negocio, está naturalizado y forma parte del paisaje el deambular de un verdadero ejército de dolientes zombies, veteranos de guerra, enfermos mentales y potenciales asesinos, como una estantigua de la derrota. Pero nada de andar relajándose con un peligroso y temible porro, verdadera amenaza a la paz mundial.

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