No siempre las comparaciones resultan odiosas. Más aún cuando es necesario contrarrestar y desmentir la prédica que algunos medios de la Argentina vienen desarrollando para convencernos de que todo, pero todo, está mal, y que “no somos un país en serio” comparados con cualquier otra nación. Porque resulta que el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, presionado por los militares y por el multimedios O Globo, cedió y modificó su idea inicial para crear una Comisión de la Verdad que investigue los crímenes de la dictadura, y debió incluir “las acciones de la resistencia armada” consagrando así la teoría de los dos demonios.
Mientras en la Argentina la larga lucha de los organismos de derechos humanos está dando sus frutos por estos días, y se vienen produciendo importantes y ejemplares condenas a los responsables del terrorismo de Estado instaurado durante la última dictadura militar, en Brasil la correlación de fuerzas en este sentido parece ser otra, y el presidente Lula debió dar marcha atrás en su idea original para crear una Comisión de la Verdad en el marco de un Plan Nacional de Derechos Humanos, con el objetivo de investigar los crímenes cometidos por la dictadura cívico militar brasileña en el período 1964-1975.
El plan inicial de Lula, que contemplaba una serie de medidas en busca de verdad y justicia, era exigido desde hacía tiempo por el sector más progresista del Partido de los Trabajadores y es un viejo estandarte de la izquierda brasileña que lucha contra la impunidad. Pero la derecha del Brasil, los militares, y muy especialmente los grandes multimedios, con la red O Globo a la cabeza, calificaron al plan de “revanchista” y compararon a Lula con Chávez y su presunto “estalinismo”. O sea, nada nuevo bajo el sol de Latinoamérica: la misma entente entre la derecha, con y sin uniforme, los grandes medios convertidos en apretadores de gobiernos y ciertos sectores de clase media proclives a hacer de claque a la reacción. Y la misma, consabida y gastada demonización de Chávez, figura multiuso utilizada para descalificar cualquier medida progresista que se tome en la región.
Este conglomerado de intereses que se manifiesta, más allá de los matices locales, en distintos países de Latinoamérica, demuestra que la pelea del gobierno nacional argentino con Clarín forma parte de un proceso que va más allá de nuestras fronteras, y que no puede atribuirse a la psicología de la primera mandataria argentina, sino a un proceso global, que incluye también a Brasil, donde Lula intenta además discutir algo parecido a la Ley de Medios argentina, hecho que produjo la declaración de guerra de la influyente red O Globo. Y ya empezó a pagar las consecuencias.
Es más, en un país que muchos consideran serio y toman como ejemplo, los Estados Unidos, el presidente Barack Obama, a través de un comunicado oficial con pocos antecedentes, le declaró la guerra al multimedios ultraconservador Fox News, que lo viene fustigando con fiereza. El papel de los grandes medios de comunicación concentrados en el golpe de Estado en Honduras, en los intentos golpistas contra Chávez y en el plan para desestabilizar al presidente paraguayo, Fernando Lugo, son otros ejemplos más que contundentes para pensar este proceso, resultado directo de la concentración neoliberal.
Fue este conglomerado de intereses el que logró torcerle el brazo a Lula. Ese mismo conglomerado de intereses, aquí en la Argentina, no logró imponer su criterio en materia de derechos humanos. El tema, a partir del 2003, pasó a ocupar el centro de la agenda de los gobiernos en la Argentina, y esto contribuyó a crear un contexto social acorde a la búsqueda de verdad y justicia, un contexto en el que la larga lucha de los organismos de derechos humanos comenzó a dar sus resultados. Otra interesante comparación posible es el caso de España, otro país “serio y ejemplar” que registra un sensible atraso con relación a investigar los crímenes del franquismo.
La derecha argentina que sostiene la teoría de los dos demonios debe conformarse con resultados más modestos: exabruptos de personajes como Cecilia Pando, el cacareo prehistórico de Abel Posse, por mencionar las expresiones más esperpénticas, y la indiferencia de representantes de sectores medios que hacen de voceros de los grupos concentrados, porque les encanta ver como el propio salivazo se eleva y luego les cae, como explicó Newton, sobre el propio rostro, para poder seguir diciendo que todo está mal. Mientras tanto, los genocidas argentinos siguen presos, y desfilando por los Tribunales de la democracia. Es un hecho histórico, con pocos antecedentes en el mundo. Nada pueden hacer contra esto los que escupen al cielo.