La wiphala y el Big Ben. La protesta pacifista en Londres fue desalojada.
La wiphala y el Big Ben. La protesta pacifista en Londres fue desalojada.

Forunculitis in the UK. La wiphala y el Big Ben. El trapo rojo en el corazón del imperio. Hippies en Whitehall. Consignas anticapitalistas en Parliament Square, junto al Palacio y la Abadía de Westminster, el centro del poder en Londres. El campamento de protesta pacifista-izquierdista-anticapitalista se había instalado el 1 de mayo y este martes a la madrugada fue desalojado a los empujones tras una larga batalla legal.

El precario campamento le había cambiado la cara a ese sector de Londres, una zona oficial, palaciega, que transpira poder por todos sus poros. Frente al famoso reloj Big Ben y el edificio del Parlamento, tan elegantes con sus finos detallecitos dorados. Junto a la estatua de Churchill. Allí erigieron carpas, baños precarios, banderas, carteles con consignas que denunciaban la guerra y el fracaso del capitalismo. Allí dormían y bebían instalando otra estética en el marmóreo barrio que recibe a millones de turistas de todo el mundo, fascinados por los símbolos que muestra el poder.

El operativo fue a la madrugada, entre la una y las tres, como para evitar a la prensa. Pero de todos modos, la gran mayoría de los medios estaba ya en contra de los militantes y en todas las notas reparaban en la “suciedad y la precariedad” del campamento.

Hubo empujones y forcejeos durante el operativo amparado por las sombras, pero sin embargo los militantes aseguraron que volverán a instalarse en otro lugar de Londres. “Que nuestros soldados vuelvan a casa vivos”, decía una enorme bandera que miraba al parlamento. “Tony Blair y Gordon Brown genocidas”, decía otra, con las fotos de los aludidos. “El capitalismo no funciona. Otro mundo es posible”, señalaba una pancarta ubicada cerca de la bandera de los pueblos originarios.

La denominaban “Democracy Village”, algo así como “Pueblo democracia” y durante casi tres meses significó un forúnculo en el centro del poder imperial británico.

Después del operativo de este martes, todo eso voló. Desde su instalación, muchas voces se levantaron haciendo referencia a lo “desagradable” del espectáculo.

Mientras tanto, con la plaza limpita, reestablecido el “orden”, los cuerpos de los soldados siguen llegando a casa desde Afganistán, pero no como pedía la mugrienta bandera, sino muertos. Porque con los asesinos talibanes la cosa es mucho más complicada que con una docena de "hippies desaliñados", parece.

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