Museo de la Esclavitud, Liverpool.
Museo de la Esclavitud, Liverpool.

La ciudad de los Beatles sintetiza el anverso y reverso de Europa. Detrás del esplendor de su actividad cultural se agazapan los mayores horrores del capitalismo. La que fuera una villa de pescadores se transformó hacia el siglo XVI en un puerto clave para el tráfico de esclavos. De los 15 millones de africanos transformados en mercancía entre 1540 y 1850, el 40 por ciento fueron transportados por barcos de Liverpool. Aquí, las grandes riquezas de los prósperos comerciantes chorrean sangre, y todavía están presentes en nombres y sitios urbanos.

“Albert Dock” (Muelle Alberto) es uno de los sectores más concurridos de Liverpool. Figura entre las “principales atracciones” en las guías turísticas y en el mapa de la ciudad que se ofrece al recién llegado en por lo menos dos versiones: una resumida y gratuita, tamaño carta, y otra, completa, enorme y desplegable, que se obtiene colocando una moneda de una libra esterlina en una máquina que al recibir el alimento metálico escupe obediente un gran plano con calles, lugares y “places of interest key”.

El puerto de Liverpool, fue también “sitio de interés clave” en la historia del desarrollo del capitalismo, ese exitoso invento inglés que se desperdigó por todo el planeta como una de las tantas pestes europeas.

En este sector de la ciudad se mezclan edificios antiguos y modernos, y todos son bellos e impactantes, cada uno a su manera. Los antiguos exhiben una belleza señoreal, palaciega aunque sobria, con la sólida adustez de la arquitectura inglesa. Los modernos, de vidrio y metal, se retuercen en forma caprichosa, gobernados por lógicas oníricas, como enormes esculturas que imitan barcos que parecen querer lanzarse al río Mersey para luego abrirse paso hacia los mares.

Boliches, bares, restaurantes, shoppings, museos y espacios de recreación se concentran en la zona del puerto o “Waterfront”, seductores, magníficos, como monumentos a esta última etapa, comercial y financiera, de un sistema que en otras épocas recurrió a formas menos disimuladas de control, explotación genocida, búsqueda de ganancias a cualquier costo, y transformación de personas en cosas.

Barcos construidos aquí salían del puerto cargados con mercancías Made in England. África era la primera parada. Allí descargaban los elaborados productos ingleses y cargaban personas, capturadas, encadenadas y convertidas en mercancía: los esclavos. Con esa nueva carga ponían proa hacia los puertos de América, especialmente en Brasil, América Central, el Caribe y Estados Unidos, donde descargaban los esclavos y cargaban productos tropicales, que luego vendían a su regreso a Europa, completando un circuito comercial bien pensado y diagramado. En sus espléndidas mansiones de Liverpool y otros sitios de Inglaterra, los señores comerciantes se enriquecían y acumulaban fortunas fabulosas mientras tomaban té y fumaban habanos. Ellos construyeron literalmente esta ciudad. Sus nombres y su “legado” están presentes todavía hoy en cada rincón de Liverpool.

En la oscuridad inmunda de un barco apestoso, un hombre encadenado vomita una y otra vez. Una sustancia blanca y pastosa sale de su boca con violencia con cada espasmo, el hombre se revuelve en lenta agonía. La imagen insoportable forma parte de uno de los videos que se exhibe en el Museo Internacional de la Esclavitud, en el puerto de Liverpool, en el mismo lugar donde se lucró con tanto espanto. Cadenas, grilletes, instrumentos de tortura forman parte de la muestra interactiva, que también figura entre las principales atracciones de la ciudad. Pese a ser gratuito, el Internacional Slavery Museum no concita la atención de grandes multitudes. A pocos metros de allí, en cambio, cientos de personas hacen largas filas para acceder a Beatles Story abonando el equivalente a 120 pesos en billetes con cara de reina. También el sector, más precisamente en el Museo Tate, se puede ver, gobernada por su famosa paloma, una muestra de Picasso denominada “Paz y Libertad”.

Las calles Tartleton, Rodney, Cunlifffe, y Earle, hoy animados espacios céntricos, comerciales, siempre repletos de gente, “chorrean barro y sangre” en su reverso, como escribió un señor alemán que estudió y escribió parte de su obra aquí en Inglaterra, y observó con mucha atención el desarrollo del capitalismo en esta isla. Incluso la calle Penny Lane, inmortalizada por los Fab 4 (Los Fabulosos Cuatro, como se conoce a los Beatles) “probablemente haga referencia a James Penny, que realizó once viajes como capitán de barcos con esclavos y defendió la esclavitud ante el Parlamento”. El texto forma parte de uno de los paneles interactivos del Museo Internacional de la Esclavitud, que muestra el nombre de la calle y, al girar el cartel movible, aparece su reverso.

“Los acomodábamos como libros en los estantes de una biblioteca”. Con estas palabras un esclavista describía la manera en que los cuerpos-mercancía se empotraban hacinados en los buques que construyeron la prosperidad de Liverpool. La recorrida por la exhibición del Museo resulta por momentos insoportable, pero acaso algo salve al visitante de la total desolación: junto a la historia de la barbarie capitalista se narran asimismo las rebeliones, las luchas, las acciones colectivas que lograron derrotar, en parte al menos, esa horrorosa práctica. El museo también incluye las historias de vida de los esclavos actuales, porque ese comercio, disfrazado de otras cosas, con diferentes modos y maneras, funciona todavía hoy, es actualmente una de las formas más brutales e indisimuladas de la explotación.

“Antes muertos que esclavos”, señala una de las frases que se exhiben en las paredes del museo del horror. En otra se reproduce la afirmación de Woodrow Wilson en 1912: “La historia de la libertad es la historia de la resistencia”. La historia demuestra que aún en las peores condiciones de opresión, hay algo en los seres humanos que los impulsa a decir “basta” a cualquier costo, demostrando que la barbarie capitalista no logró nunca ni logrará acallar la dignidad. Y eso hace posible que el visitante salga del museo y siga su camino, y acaso descarte despedirse de este raro mundo, por ejemplo, encarando fatalmente las aguas del río Mersey con los Beatles sonando en los auriculares.

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