En la era de las relaciones virtuales, la multitudinaria ceremonia de despedida a Néstor Kirchner generó un histórico y trasgresor cuerpo a cuerpo entre el pueblo, el líder caído y la presidenta. Se generó así un símbolo poderoso, que remite al regreso de la política como práctica vital, corporal, y a la idea de Nación como cuerpo social-colectivo. Un hecho fundante que devolvió visibilidad y voz a sectores sociales que intentaron ser borrados por los medios hegemónicos.

Las palabras de las personas que pasaron frente al féretro de Néstor Kirchner configuran un discurso fundamental, alternativo y clarificador. Es una suma de pequeños fragmentos, de breves pero significativas intervenciones de ciudadanos que pusieron el cuerpo y la voz. Este claro mensaje cargado de emotividad y de contenido político, funcionó además, en el marco de la ceremonia popular de despedida, junto con otros códigos significantes, también poderosos: los gestos, los movimientos, las distancias, los acercamientos, los abrazos, las lágrimas, es decir el lenguaje de los cuerpos, las expresiones de un cuerpo colectivo, conformado por cientos de miles de cuerpos que entregaron su individualidad en un momento de fusión, en el encuentro fundante de un colectivo que se pone de pie para reivindicar su existencia y sus ideas. Todo un símbolo, muy poderoso, muy corpóreo, de una concepción de la militancia, la política y la construcción de lo real colectivo.

No resulta difícil encontrar una coherencia, una lógica interna, entre cada uno de estos breves discursos, entre cada una de estas espontáneas intervenciones de ciudadanos, en las que se repetían varios ejes o ideas estructurantes: el compromiso renovado de la militancia, el agradecimiento, el aliento y, sobre todo, el sentimiento de restitución, de devolución. “Gracias por devolvernos….”, fue una de las fórmulas repetidas y con más variantes. “Gracias por devolvernos el orgullo de ser argentinos/peronistas/militantes/latinoamericanos”, las opciones son variadas pero todas apuntan a una devolución, a un cambio de paradigma, a la reparación de una injusticia y a la recuperación de la dignidad: “Gracias por poner a la Argentina de pie”, fue una de las consignas que sintetizan este sentimiento emanado del cuerpo social.

Este discurso colectivo configura otra verdad, otro relato, una verdad distinta, alternativa a la que pregonan los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos. El discurso de los cuerpos militantes, de los gritos, los llantos y los abrazos del pueblo es precisamente el discurso negado, ninguneado, que ahora salió a la luz con la potencia y la verdad que implica el dolor. En medio de la ruidosa construcción de un sentido común a la medida de los poderosos, en el fragor de una constante operación de dominación simbólica que hace sentirse marcianos o dementes a quienes juzgan en forma positiva el proceso iniciado en 2003, un colectivo militante se alzó con todo el cuerpo contra el individualismo resentido de quienes por estas horas rumian la acritud de nuevos y antiguos odios de clase.
 

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