Weiwei, artista, arquitecto y activista.
Weiwei, artista, arquitecto y activista.

Les propongo que piensen en una simple semilla de girasol. La que elijan, cualquiera sea, seguramente será pequeña, modesta, a rayas grises y blancas, igual a tantas otras. Pueden optar por la que comíamos en la adolescencia, descascarada, adictiva y siempre insuficiente, que por cierto no era diferente de las primeras que llegaron a nuestras tierras en los sacos de los colonos judíos venidos de Rusia en el siglo XIX. Pueden también pensar en las que sobreviven intactas en las flores que pintó en Provenza el loco del pelo rojo.

Una vez imaginada su semilla de girasol multiplíquenla por mil, o mejor ya que estamos por cien mil. Ahora, que tenemos la enorme cifra de cien mil semillas, vayamos a por más y pensemos en un millón de semillas. El banal ejercicio de abstracción da un poco de vértigo. Pero qué pasa si ya que son virtuales y no ocupan lugar físico a ese millón lo multiplicamos por cien. Llegaríamos a la asombrosa cantidad de cien millones de semillas. Un mar oleaginoso y gris de vida latente lleno de embriones en su interior.

Pensar en semejante universo de semillas de girasol es uno de los caminos, quizás el único, que tenemos para adentrarnos en la descomunal y desconcertante instalación que el artista chino Ai Weiwei expone en estos días en el museo de arte contemporáneo Tate Modern, de la ciudad de Londres. La instalación titulada “ Sunflowers seeds” , que fue abierta en octubre y durará hasta mayo de 2011, exhibe 100 millones de semillas de girasol de porcelana, casi idénticas a las reales pero falsas. La instalación, por su austera monumentalidad y el aluvión de significados que propone es una de las más sugerentes apuestas de arte contemporáneo que se puede ver en las salas de Occidente.

Entrando por la enorme rampa del Tate Modern se accede a la también colosal Sala de las Turbinas, un espacio de dimensiones industriales que se ha transformado en el gran foro del arte contemporáneo en el que las obras y el público interactúan de manera perfecta. Es en este espacio en donde yacen las pipas de girasol cubriendo cual manto gris en una superficie de 1000 metros cuadrados, de 15 centímetros de espesor y 150 toneladas de peso.

Al ver la extraordinaria cantidad de pipas de porcelana, tan simples y a la vez tan complejas, se advierte en los visitantes una mezcla de fascinación y estupor. Las reacciones, los movimientos y los comentarios de la gente son acaso integrantes de la instalación misma. Un grupo de jóvenes españoles ríe con sorna asnal ante la grisácea e imprecisa obra de arte. “Hostia, así que esto es el puto arte contemporáneo, cojones, vaya chorrada” comenta uno de ellos. Una esbelta y felina muchacha africana pasa largo rato tomando fotografías desde todos los ángulos posibles. Se puede ver a personas de todas las razas, orígenes y edades, en silencio, apoyadas sobre los muros de la sala con sus miradas perdidas en ese extraño y sugerente espectáculo.

La obra fue concebida para que la gente pudiera caminar sobre las semillas, cosa que sucedió en los primeros días de la muestra, luego, el polvo que desprendían las semillas provocó el cierre al acceso directo. Las semillas se ven ahora desde unos 70 centímetros de distancia. Prefiero no pensar que hubieran hecho los jóvenes españoles si hubiesen tenido acceso a las ficticias pipas de girasol.

Junto a la alfombra seminal hay dos salones en los que de alguna forma la muestra gana en plenitud y cobra sentido. En una, unas pantallas planas invitan al público a enviar un mensaje al artista. El mecanismo virtual, de factura impecable, hace emerger el rostro del Ai Weiwei en la pantalla que nos invita a registrar a través de una webcam, nuestra pregunta u opinión sobre la muestra. Una necesidad de feedback real alejada de la impostura. Las opiniones grabadas por la gente pueden verse en esta dirección: http://aiweiwei.tate.org.uk/

En el otro salón dos grandes pantallas emiten de forma ininterrumpida un magnífico video documental (que ustedes pueden ver debajo de estas líneas de forma integral) sobre el proceso de elaboración de las semillas de porcelana. Los visitantes se asoman y comprenden como esa inconcebible cantidad fue producida. A mil kilómetros de Pekín, en la ciudad llamada Jingdezhen, cuya población se dedicó durante siglos a elaborar la porcelana imperial, 1600 personas han trabajado durante dos años y medio para producir los 100 millones de pipas. El encargo salvó a muchas de ellas de la bancarrota.

En el corto se puede seguir el proceso de las semillas desde la extracción del caolín (término chino que nació precisamente en la región) para la porcelana, hasta su elaboración y montaje en la Sala de las Turbinas del Tate Modern. Las imágenes confrontan al occidental con la gente real sobre la que se apoya esta instalación, con las cientos de artesanas chinas que trabajaron en una creación de la que poco saben pero cuya significación las incluye. Algunas mujeres, como se ha hecho históricamente en la ciudad, suelen llevarse el trabajo a casa y así es como hicieron las semillas para Ai Weiwei, mientras cuidaban a sus hijos.

La función integradora del video transmite eficazmente la dimensión humana del proyecto. Es en sus imágenes en donde los numerosos simbolismos que se disparan de esta particular muestra se funden en la dinámica de la creación, que está en manos del pueblo chino, por así decirlo. Como toda obra de arte “Sunflowers seeds” admite múltiples interpretaciones, algunas de ellas parten de los deseos del propio autor y otras los superan.

Anidan en Ai Weiwei los recuerdos de una china maoísta con grandes hambrunas en las que se solía compartir las semillas de girasol como acto solidario para paliar el hambre o la propaganda del régimen que en tiempos de la Revolución Cultural (1966- 1976) representaba al líder Mao Zedong como el sol y al pueblo como flores de girasol que seguían la luz del lider. Está implícita en la obra la producción artesanal y humana, pero a escala industrial, que es de alguna forma una metáfora de la China actual. La semititas de girasol son además de estás lecturas el tentempié favorito de millones de chinos. Las lecturas de la instalación son tan numerosas como las personas que se acercan a ella.

Al respecto de Ai Weiwei solo basta decir que detrás de su aspecto campechano, de Bodisattva postmoderno, se esconde un artista brillante y muy personal, el más importante de China y un hábil hombre de negocios. Su obra conceptual es de las más interesantes del panorama mundial, sugiero su exploración.

El hombre de las semillas es artista, arquitecto, activista comprometido con los derechos humanos y tiene una valiente actitud desafiante frente el gobierno de su país lo que le ha granjeado sufrir el permanente hostigamiento y persecución urdidos desde el poder. El artista tuvo que hacer frente a severos daños cerebrales producto de los golpes recibidos a manos de la represión policial en el año 2008. Fue en el transcurso de sus investigaciones sobre las muertes de estudiantes en el terremoto de Sichuan, provocadas aparentemente por la mala calidad de las construcciones. Durante el pasado mes de noviembre, Ai Weiwei sufrió arresto domiciliario y en la actualidad tiene prohibida la salida de su país por razones de seguridad nacional.
 

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