«Yo creo posible que tuvieran cierto guiño de Estados Unidos en cuanto a una restitución tal vez simbólica y limitada de las islas (usurpadas por el Reino Unido), pero cuando ellos quisieran.

No cuando un país del Tercer Mundo, por propia voluntad y con la fuerza de sus armas, recuperara un territorio que le había sido arrebatado», dijo a Télam el presidente del Cemida.

Esa presunta señal favorable «era un pago de Estados Unidos por el trabajo sucio que habían realizado oficiales argentinos de inteligencia en Centroamérica, organizando la `contra` nicaragüense y la represión en Honduras», añadió.

Hacia 1982, habían pasado diez años ya desde que un Consejo de Guerra excluyera a Ballester del Ejército por oponerse a la dictadura y seguía fuera del servicio activo porque una amnistía del gobierno constitucional le restituyó el grado, pero en situación de retiro.

Con otros oficiales en similar condición, entre ellos futuros fundadores del Cemida, Ballester sabía en 1982 de los horrores de la dictadura iniciada en 1976, pero «no creía que pudieran ser tan inconscientes de largarse a semejante aventura y prostituir un objetivo tan caro a los argentinos como la recuperación de nuestras islas, usurpadas con la fuerza de las armas en 1833».

«La situación del gobierno militar era insostenible. Se había producido el 30 de marzo una marcha (convocada por la CGT de la calle Brasil) antigubernamental, de la que participé, como en todas las que se hacían contra la dictadura. Y tres días después se lanzan a la ocupación de las islas», evocó.

Sobre la ilusión de la Junta dictatorial de contar con el apoyo o al menos la neutralidad estadounidense en un conflicto con Gran Bretaña por las islas del Atlántico sur, el presidente del Cemida subrayó que sus miembros ignoraban la historia.

«Estados Unidos, quince años después de que Gran Bretaña ocupara las Malvinas, fue a la guerra con México y le sacó dos millones de kilómetros cuadrados por la fuerza de las armas. Si en 1982 ellos reconocían los derechos argentinos sobre Malvinas y las otras islas, iban a estar dándole la razón al reclamo de México».

Además, antes de ambas usurpaciones territoriales, Estados Unidos había proclamado «la Doctrina Monroe, que decía `América para los americanos` y que correspondía interpretar como `América para los norteamericanos`. Para ellos, América son ellos, no nosotros».

«Desde ese tiempo había antecedentes de oposición de Estados Unidos a que recuperemos nuestras islas», como el envío del buque de guerra USS Lexington (1831-32) para actuar contra Luis Vernet, comandante militar del área sudatlántica designado por el gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, dijo Ballester.

También en 1982 «los ingleses le debieron la victoria a los norteamericanos», que les brindaron total apoyo en sistemas de armas, inteligencia satelital y logística, comprendido el empleo de la base estadounidense en isla Ascensión, dijo Ballester.

El titular del Cemida señaló en el mismo sentido «la complicidad de la dictadura de Augusto Pinochet» en Chile (1973-90).

«Estas complicidades quedaron al desnudo en la cumbre del TIAR», el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca creado en 1947 a comienzos de la Guerra Fía, que se realizó durante el conflicto del Atlántico sur, abundó.

El TIAR establecía que un ataque extracontinental contra una nación americana equivalía a un ataque contra todos los países miembros, que debían acudir en defensa de la nación atacada.

Ballester puntualizó que «los estadounidenses, cuando prepararon ese Tratado, tomaron la precaución de decir que las resoluciones eran de carácter obligatorio».

«Lo que no se imaginaron es que la primera y única vez que hubo una votación en el TIAR fue en la guerra de 1982 a favor de Argentina, con sólo tres votos en contra: Estados Unidos, Chile y Colombia», explicó.

Para Ballester, aquella cumbre del TIAR evidenció ya entonces la crisis del sistema militar continental que a Estados Unidos «le había costado décadas, porque empezó en 1942 con la creación de la Junta Interamericana de Defensa (JID), que aún existe».

«Después, siguieron en el 47 el TIAR, en el 60 las reuniones de comandantes en jefe y más tarde, por iniciativa de Pinochet, la Operación Cóndor», la coordinación represiva de las dictaduras sudamericanas. «Todo eso empezó a trastabillar en 1982», subrayó.

Recién en los últimos años, «surge la idea de un sistema de defensa latinoamericano, sin la participación de Estados Unidos», que cobra forma «a partir de la conformación de la Unasur y su Consejo de Defensa Suramericano», señaló el titular del Cemida.

«Pero en 1982 nuestros países respondían al conflicto de Estados Unidos con la ex URSS y debían librar la guerra interna, según la llamada Doctrina de Seguridad Nacional. En los programas de ayuda militar, las armas que nos daban eran para la represión interna».

Por tanto, «a Malvinas fueron Fuerzas Armadas formadas para reprimir pero no para librar una guerra convencional. Después, en los `90 cambiaron comunismo por terrorismo y narcotráfico, siempre con el enemigo en el interior del país», sostuvo Ballester y agregó: «Estados Unidos presiona ahora por leyes que consideren terrorista a cualquiera, con lo que estamos en las mismas».

En otro orden, el presidente del Cemida opinó que «es muy importante, a nuestro juicio, lo que está haciendo en este momento el Gobierno nacional, con la decisión de hacer público el Informe Rattenbach (sobre la guerra de Malvinas), en forma oficial».

«Conocí el Informe totalmente, ahora podemos decirlo con tranquilidad. Al general (que presidió la Comisión elaboradora del Informe, Benjamín) Rattenbach lo veíamos con frecuencia, porque era el padre del coronel Augusto Rattenbach», cofundador también, en 1984, del Cemida.

Ballester contó que el general Rattenbach les había dicho que le habían sacado su copia del Informe ya que, una vez concluido y al leerlo, «en el gobierno de (el último dictador, Reynaldo) Bignone se horrorizaron. Lo declararon secreto por 50 años y le sacaron a los propios autores las copias que les habían dado».

Al margen de filtraciones publicadas ya hace años, el Informe corrió así la misma suerte que las tropas argentinas que habían combatido en las islas. Tras la rendición, «fuimos el único país del mundo que después de una guerra escondió a sus soldados y les ordenó silencio», concluyó el presidente del Cemida.

Fuente: Télam
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