Dueños de bares, productores y músicos se reunieron en La Toma. Foto: Javier García Alfaro.
Dueños de bares, productores y músicos se reunieron en La Toma. Foto: Javier García Alfaro.

El anuncio de la intendenta de la reconversión de los galpones frente al río para que allí se instalen bares temáticos y una “variada oferta cultural”, agotó la paciencia de quienes gestionan espacios en los que se realizan actividades ligadas al arte y que en el último tiempo vienen siendo blanco de clausuras a las que califican de sistemáticas y arbitrarias. Ante la necesidad de un marco legal que contemple el rubro, los actores involucrados consensuaron en una asamblea “no ir al choque, sino generar propuestas”. De todos modos, lo que subyace es el vínculo de la gestión socialista con el mercado y sus esfuerzos por seducir el voto conservador.

En estas últimas semanas las clausuras realizadas por la Secretaría de Control y Convivencia Ciudadana despertaron un enojo inusitado en artistas y responsables de los bares, que se vieron obligados a reunirse para analizar la situación y consensuar algún tipo de salida de la ratonera legal en la que están atrapados.

La ordenanza 7218 fue promulgada en 2001,con el objetivo de reordenar y modificar las ordenanzas 6326/96 y 6960/00, basadas en la regulación de los espectáculos públicos dictada desde 1972. A pesar de aquella modificación, estos bares culturales no encajan en la clasificación de rubros que estipula la normativa entre bailables y no bailables, porque se trata de espacios emergentes que ofrecen otras actividades como lecturas, recitales, acústicos, proyecciones o muestras de arte y fotografía, por mencionar sólo algunas.

Por otra parte, del tendal de críticas que supo cosechar la Intendencia se pueden hacer, por lo menos, dos lecturas. Ambas coinciden en apuntar que la gestión socialista prioriza el desarrollo de grandes emprendimientos empresariales, en especial en la zona ribereña y los corredores principales, de cara a una “Rosario más linda” y cada vez más turística, en detrimento de otras propuestas en marcha y por fuera de la órbita estatal. Luego los caminos se bifurcan, aunque no tanto.

Al principio pareció apresurado juzgar como “persecutorio” el accionar municipal. ¿Paranoia? ¿Persecuta? Ante la última avanzada de la Secretaría de Control y Convivencia Ciudadana -cuyo titular es Pablo Seguezzo- al clausurar El Diablito Bar, seguida del “operativo aficheta” (de colocación de fajas de censura sobre afiches callejeros pegados fuera de los espacios pagos), la teoría conspirativa cobró fuerza y se puso en boca de muchos de los actores involucrados.

“Ya no es paranoia, sino que hay una cuestión ideológica, hay una planificación del Estado municipal de apropiarse de la cultura para poder ellos mismos ofrecerla. Es una persecución a los lugares donde está la cultura emergente de Rosario y a mi me cierra cuando veo el anuncio de que van a poner galpones temáticos con una oferta cultural variada, para que la gente consuma rock o poesía ahí”, opinó el productor de Ciclo Timia, Pablo Castro Leguizamón. Este ciclo se desarrolla principalmente en el bar Jeckill & Hide, pero eventualmente en otros como La Chamuyera o La Vie en Rose que, según contó Leguizamón, también sufrieron clausuras.

“Sería bastante perverso hablar de caza de brujas o de algo sistemático, pero de alguna manera la Municipalidad está haciendo difícil que se haga arte o cultura. Lo más pragmático es hablar de la cuestión legal, de una ordenanza de 1972 que perjudica a muchos lugares pequeños que no están ligados a monopolios o a grandes intereses económicos”, aportó Eloy Quintana, músico y dueño de El Diablito, en el programa radial Family Game que se emite en Vorterix Rosario.

El bar de Maipú y San Lorenzo fue clausurado por una denuncia por ruidos molestos. La medición de decibeles -realizada por un técnico con la matrícula vencida desde 2007- en el interior del local arrojó 56, cuando el ruido ambiente de la calle es de 68. En el mismo local donde ahora funciona El Diablito, funcionó un cabaret durante 20 años y jamás cayó sobre el mismo ningún tipo de sanción. Además de la clausura por 30 días, la pena municipal incluyó una abultada multa. En el local trabajan siete personas, de los cuales cuatro tienen carga familiar y el resto son solteros. Por la clausura no se pudo llevar adelante el ciclo de música “Cantautores y Diablitos” programado para el mes agosto.

Algo similar le tocó a Bon Scott bar, ubicado en el corazón del barrio Pichincha, pero 30 días antes. “Fue raro, porque teníamos inspecciones pero siempre tuvimos todo en orden. Un día que tuvimos el volumen un poco alto, un vecino denunció ruidos molestos. Al parecer, en la casa de ese vecino se registraron 55 decibeles, cuando el límite es 50”, contó Leandro, el encargado del bar, en medio de los preparativos de reapertura luego de estar clausurado durante 20 días.

La represalia contra El Olimpo en el mes de mayo fue el caso que visibilizó el problema. A partir de la clausura del clásico bar de Mendoza y Corrientes, el Movimiento Giros impulsó la organización Espacios Culturales Unidos de Rosario (Ecur), que hoy nuclea a otros bares temáticos como Distrito 7, Centro Cultural El Espiral, Olimpo, La Chamuyera, Bienvenida Cassandra, La Muestra, La Peruta, Bon Scott y La Trunca, entre otros. Incluso, el Ecur fue recibido la semana pasada por la comisión de Gobierno del Concejo, para ofrecer figuras que los incluya en el marco de una nueva normativa reguladora.

También hay otra mirada que es la que desestima un plan sistemático de disuasión por parte del municipio, y por el contrario advierte la falta de coordinación entre las distintas áreas de gobierno, e improvisación en la toma de decisiones que muchas veces se contradicen entre sí, sobre todo las involucradas en este caso. Tal es la opinión del otro responsable de El Diablito, Mariano, quien señaló falta de comunicación entre la Secretaría de Cultura y la de Control. “Quizás no sean los tiempos de uno, pero yo pienso que ellos deben estar reviendo la situación. Es más, políticamente no es positivo para ellos, sino todo lo contrario”.

En la misma línea, su socio, Eloy Quintana, remarcó algunas incongruencias. “A veces uno interpreta algunas cuestiones de la Secretaría de Cultura como cínicas: ¿De qué sirve una escuela de rock, si después no garantizan las condiciones para que ese chico en un futuro pueda desarrollarse profesionalmente? A menos que pueda tocar en los espacios oficiales, pero de ese modo, toda la actividad sería oficial y tocarían siempre los mismos y a criterio de un funcionario”, reflexionó el músico, y concluyó: “Parece que no hay proyectos sino decisiones que tienen un impacto político a corto plazo”.

Entre los esfuerzos por comprender la actitud del gobierno de la ciudad, los músicos independientes y del under rosarino son los que más indignación y enojo manifestaron. En definitiva, son los actores más desprotegidos del entramado cultural, que ven cercenadas sus posibilidades para su desarrollo profesional, ya sea al momento de actuar como en la producción y promoción de sus creaciones. Al respecto, la organización de Músicos Unidos de Rosario (MUR) señaló que “la fatalidad ocurrida por negligencia municipal en los juegos del Parque Independencia fue utilizada por la gestión como excusa para trabar la realización de los eventos al aire libre que no estén bajo su ala, como los festivales públicos en plazas o parques, exigiéndonos los mismos requisitos que para los espectáculos masivos privados”.

“Por si fuera poco, hoy salen a desempolvar una ordenanza obsoleta que en lugar de regular, regimenta y cercena no sólo las expresiones culturales si no también el trabajo de los artistas y el de todos los que indirectamente también dependen y llevan adelante estos eventos”, reprendieron.

 ¡Por favor, que nos dejen bailar!

La tensión que se originó a raíz de las clausuras municipales instó a músicos e impulsores de la vida cultural rosarina a organizarse en asambleas, para unificar voluntades que hasta el momento se encontraban dispersas y ocupadas en reivindicaciones sectoriales o individuales; y así poder elaborar una estrategia integral para encarar el conflicto suscitado en el marco de una legislación desactualizada.

“Si estamos todos acá, es porque algo malo está pasando” sentenció uno de los presentes de la primera reunión entre artistas y productores del under local, realizada el miércoles pasado en La Toma. “¿De quién es la ciudad? O ¿De quién es la cultura?”, se preguntó otro de los participantes. Y la respuesta fue unánime: “La cultura es nuestra (de todos) y de los artistas”. Con más beligerancia se cuestionó “el tremendo aparato propagandístico” del Estado municipal, “que pretende decirnos lo que tenemos que hacer mientras fagocita la cultura”.

Sin embargo, de ese primer encuentro los participantes asumieron que el conflicto los atraviesa a todos, tanto a músicos y artistas, a quienes gestionan estos espacios y al público en general; y se sugirió “no ir al choque, sino dar (al Estado) propuestas concretas”.

En la oportunidad, el referente de Músicos Unidos de Rosario (Mur) puso a disposición el proyecto de ordenanza realizado por la organización, luego de que los representantes de Espacios Culturales Unidos de Rosario (Ecur) acercaran su propuesta de incorporar en la normativa vigente la figura de club social y cultural que impulsan el Partido Ciudad Futura y el Movimiento Giros.

Al respecto, desde el El Qubil (Músicos Independientes de Rosario) hicieron referencia a la experiencia de la ciudad de Santa Fe, cuyo Concejo Municipal aprobó la incorporación de la figura “clubes de música en vivo” a la ordenanza que reglamenta los espectáculos públicos.

En la asamblea, de la que participaron un centenar de personas, se resolvió, luego de las presentaciones individuales y opiniones vertidas, un nuevo encuentro para la semana siguiente. La idea es elaborar un plan, una estrategia colectiva para defender, con todas las de ganar, el derecho de todos y de todas a bailar.

La reconstrucción de la marca Rosario

En medio de la tensión entre el Ejecutivo municipal y los espacios culturales que no tienen amparo en la ordenanza vigente de espectáculos nocturnos, Ezequiel Gatto, integrante del Club de Investigaciones Urbanas y coordinador del grupo de investigación Notas Negras, propuso pensar la ciudad durante los casi 30 años de gestión socialista y poner énfasis en “la marca Rosario” que “desde el 2013 está en crisis”.

“No creo que se pueda pensar esto en una clave maquiavélica”, sostuvo Gatto al referirse a la coyuntura actual, en la que se hace evidente por un lado “el desplazamiento de lo lúdico, comunitario y recreativo, al mero consumo y entretenimiento” y por el otro, el intento del socialismo de “reconquistar a su votante”, de perfil conservador, que se puede reconocer en la figura del vecino céntrico. “Claramente, a partir de la creación de la Secretaría de Control y Convivencia Ciudadana y de algunos movimientos recientes, se ve la intención de reconquistar a ese votante”, afirmó Gatto.

Al respecto, indicó que “al vecino se lo cuida sospechosamente eliminando los lugares que económicamente no tienen espalda para soportar las clausuras, más allá de que esas clausuras no le signifiquen una ganancia a la Municipalidad, ni estos actores económicos puedan competir a la oferta de entretenimiento de grandes empresarios. Pero entonces ¿Por qué limpiarlos? Insisto, porque me parece que prevalece una imagen de ciudad de fondo reponiéndose en acto. Con una estrategia que quizás sea más agresiva que en otros momentos, o quizás todos estemos más susceptibles en el buen sentido, o más atentos” a este tipo de movimientos.

Por otra parte, el historiador enumeró “las impericias de la gestión” como los tarifazos, el crecimiento exponencial del narcotráfico y la violencia en los barrios, sumados a la explosión de calle Salta, que “son heridas narcisistas que obligaron al socialismo a repensar su imagen hacia afuera, y en esto queda muy clara la recomposición de la marca Rosario”.

Gatto estipuló que esa “marca Rosario” tuvo otros dos momentos. “Uno durante las gestiones de Hermes Binner, una ciudad más introspectiva, que buscó sus tradiciones en las figuras de Fontanarrosa, el Che; fortaleciendo algunos aspectos comunitarios apostando a la salud y ganando paulatinamente la zona del río, sobre todo los galpones y el Parque España”, y concluyó al describir un segundo momento, al que se refirió como “el de la abundancia sojera, durante la gestión de Miguel Lifschitz, en la que aparece una ciudad globalizada, que se ofrece como polo de inversiones diversas y de crecimiento de negocios lícitos e ilícitos”.

Artículo publicado en la edición 154 del semanario El Eslabón.

 

 

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2 Lectores

  1. sandra sola

    06/08/2014 en 0:16

    soy titular del bar STOP IN BRAZIL….situado en la calle RIVADAVIA 2663.sufri tambien de clausuras varias por solamente difundir gratuitamente cultura.Quisiera desde contactarme con la persona que esta armando las reuniones para unirme a ellos ya que hace dos años y medio presente legalmente en el consejo de la ciudad y seguramente la ordenanza segun me han dicho no va a salir hasta que halla elecciones en la ciudad.desde ya muchas gracias y espero la su respuesta de con quien me puedo contactar.por las dudas dejo mi numero de telefono tambien 0341-155937231.saludos.

    Responder

  2. clau

    09/08/2014 en 16:05

    Vivo al lado del café de la flor y hay noche q es IMPOSIBLE (Si con mayúsculas) dormir!!!!! Se de nivel de ruido xq trabajo en el tema y masssssss q segurooooo nunca cumplen con la norma.
    Me gusta salir, voy a bares pero ante todo el respeto!
    Sera mucho pedir q se exigía el cumplimiento de normas?

    Responder

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