Los indicadores de Vainilla están algo alterados.
Los indicadores de Vainilla están algo alterados.

La pobreza volvió a tener protagonismo esta semana en la agenda de medios de comunicación opositores, que, pese a mostrarse preocupados por los más humildes, abordaron la problemática de manera superficial, a puro título rimbombante para generar impacto político. Aparentaron estar comprometidos con la cuestión, incluso, deformando comentarios del periodista y relator Víctor Hugo Morales –que simpatiza con varias políticas del gobierno– sobre la vida en las villas. El supuesto aumento del índice de pobreza según un trabajo privado nutrió portadas y sirvió como “prueba” de que la “crisis” por la desaceleración de la actividad económica y la “inflación descontrolada” están haciendo “estragos” en la población. Lo cierto es que más allá del golpe de la devaluación de enero en los sectores vulnerables, hubo un despliegue de medidas oficiales para amortiguar ese rebote negativo.

Como ocurrió a fines de abril pasado, los diarios La Nación y Clarín, socios en Papel Prensa, se aferraron a mediciones privadas para referirse al tema y criticaron el “ocultamiento” de datos oficiales. En esta oportunidad, fue el matutino centenario el que tomó la posta y publicó un nuevo informe de la Universidad Católica Argentina (UCA) que indicó que el 38,8 por ciento de los niños y adolescentes en el país (unos cinco millones) es pobre. Desde el gobierno, por el contrario, cuestionaron la metodología empleada en esa medición (ingresos contra canasta básica según la inflación de consultoras privadas) y aseguraron que hubo una reducción “abrupta” del índice y que “es insostenible decir que hay mucha más pobreza” que en 2001.

La demora en la publicación de datos del Indec sobre los niveles de pobreza, a partir de un reacomodamiento con la puesta en marcha del índice de precios nacional urbano, dio lugar a un festival de cálculos interesados. De todos modos, tomando como punto de partida el estallido social, político y económico de principios de siglo, de una primera y rápida mirada sobre el asunto se deduce que al haber más inclusión social (asignación universal, Progresar, moratoria jubilatoria), más fábricas, más empleo, mejores salarios, más consumo, más educación, más obra pública, más acceso a servicios básicos, más planes de viviendas, es inverosímil creer que haya más gente viviendo debajo de la línea de pobreza e indigencia, pese a las dificultades coyunturales en varios frentes.

Igual, es válido que cada uno dé su parecer sobre este tema de alta sensibilidad, aunque la experiencia personal no sea parámetro totalizador. Está bien que, en el trayecto a su casa, un individuo se horrorice cuando ve a alguien revolver la basura o a una madre mendigando junto a su hijo en el semáforo; o compruebe a través de Google Maps que efectivamente las villas se expandieron. Otros creen colaborar con la causa lavando culpas pero, como Micky Vainilla, el personaje del programa Peter Capusotto y sus Videos, un nazi argento que vive en un barrio acomodado, piensan que “por suerte la pobreza se suaviza a través de los vidrios polarizados del auto”.

El último relevamiento de la UCA que marcó un crecimiento de la pobreza a causa de la suba de precios y el menor nivel de actividad económica abarcó 5.700 hogares de 19 áreas urbanas. Desde el gobierno criticaron las “inconsistencias metodológicas” en sus mediciones de pobreza. En anteriores informes, de hecho, el Observatorio Social de la UCA brindó datos contradictorios. Años donde la pobreza aumentó pese a que los hogares mejoraron su ingreso y la distribución no cambia, dispersión entre los ingresos de los hogares contrapuestos con otros indicadores de desigualdad publicados, mostraron manipulación informativa con el intento de reflejar una situación social ajena a la realidad.

Así lo señaló un reciente informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso), que puso el eje en la evolución de la distribución del ingreso en la Argentina entre los años 2003 y 2014 a partir de indicadores sociales y de empleo confeccionados en base a la Encuesta Permanente de Hogares, el Ministerio de Trabajo de la Nación y estadísticas provinciales.

Los resultados del informe, autoría de Estefanía Manau y María Alejandra Sfeir, expusieron una importante mejora en materia distributiva en el país. La pobreza pasó de valores superiores al 45 por ciento a ubicarse por debajo del 15 por ciento de la población, mientras que la indigencia se redujo del casi 19 por ciento de comienzos de 2003 a cifras por debajo del 5 por ciento en los últimos tres años. Para más datos, el coeficiente de desigualdad de Gini se redujo de 0,494 a 0,413 entre 2004 y 2013 (una mejora distributiva del 16 por ciento), mientras que el índice de bienestar muestra una mejora del 70 por ciento en igual período.

La creación de empleo y mejora salarial en una primera etapa, y la ampliación de la cobertura y mejora de haberes de la seguridad social y las asignaciones en un segundo momento, se muestran como las claves que permitieron mejorar los indicadores de ingreso de la población entre 2003 y 2014, según destacó el documento de Ceso que se conoció días atrás. En dicho informe, se resaltó a la vez que la jubilación y salario mínimo triplicaron su poder de compra en la última década.

Tomando entre puntas, la jubilación mínima que era de 150 pesos a comienzos de 2003 pasó a 3.231 en septiembre de este año. Descontando la pérdida de poder de compra generada por la inflación (medida a partir de estadísticas provinciales alternativas al Indec), la jubilación actual equivale a 345 pesos con los precios de diciembre de 2001. Es decir, que la jubilación mínima actual más que duplicó su poder adquisitivo respecto a finales de la convertibilidad, y más que lo triplicó respecto al piso de comienzos de 2003.

A su vez, se indicó en el trabajo, el salario mínimo que era de 200 pesos a finales de la convertibilidad alcanzó desde este mes los 4.400. Si se descuenta la pérdida de poder de compra por inflación (utilizando índices provinciales alternativos a los del Indec), el salario mínimo actual equivale a 470 pesos con los precios del 2001. En efecto, el salario mínimo más que duplicó su poder de compra frente a finales de la convertibilidad, y más que triplicó con relación al piso de 2003.

Gracias a las distintas políticas oficiales, resaltó el documento de Ceso, la distribución del ingreso ha tendido a ser más equitativa. Partiendo del coeficiente de Gini per cápita como indicador de desigualdad (cuanto más cercano a 0 habrá una menor concentración de ingresos, es decir, una distribución de ingresos más pareja) para el cuarto trimestre del año 2004 se ubicaba en 0,494, mientras que durante 2013 en 0,413. Este descenso implicó una mejora distributiva del 16,4 por ciento.

Respecto al bienestar, presentó un incremento durante el período 2004-2013 de casi un 70 por ciento, a raíz tanto de la mejora de los niveles de equidad distributiva como del fuerte incremento del producto bruto interno per cápita. Desde esta perspectiva, luego de atravesar un contexto desfavorable, las decisiones políticas han logrado encausarse en pos de una mejora social, contribuyendo a una mayor inclusión y alto impacto distributivo.

No obstante, con la desaceleración de la economía, el mercado laboral se resintió durante la primera mitad de 2014: la tasa de desempleo se ubicó en 7,5 por ciento (4% superior respecto al segundo trimestre del año anterior). Si bien, en el mismo período, la tasa de subocupación disminuyó un 3 por ciento, esta situación se explicó por una caída del 13 por ciento en la subocupación no demandante (gente dispuesta a trabajar más horas, pero que no busca activamente hacerlo). Al basarse en la experiencia del 2008-2009, es esperable que la aplicación de políticas públicas como el Proemplear y el Repro tenga su impacto contracíclico en el empleo, se sostuvo en el documento.

Por otro lado, los economistas Agustín D’Attelis y Pedro Gaite publicaron un libro con los resultados de la Medición y Estudio de las condiciones de vida en la Argentina 2003-2013, con mediciones multidimensionales y no recortadas como las de la UCA. La cantidad de personas debajo de la línea de pobreza en valores absolutos pasó de 9.969.489 a 3.799.025 entre 2003 y 2013, una reducción aproximada del 60 por ciento. Y la pobreza medida según indicadores de necesidades básicas insatisfechas retrocedió de 11,11 por ciento a 8,53 entre las puntas.

Frente a las opiniones de que “estamos igual o peor que en los años 90” bien vale reflotar un informe del Banco Mundial –insospechado de kirchnerista–, que reveló que la clase media en la Argentina se duplicó en la última década, destacándose además como el país latinoamericano con el mayor aumento de su clase media como porcentaje de la población total. “Un logro histórico en un país largamente dividido por la desigualdad”, aseguró la entidad financiera internacional.

Artículo publicado en la edición de este sábado del semanario El Eslabón.

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