El autor de Almas Fatales y Guerra Fría, dialogó sobre su última producción teatral; Salón, el fracaso de una idea, obra que se presenta durante octubre y noviembre en el Centro de Estudios Teatrales.
La obra escrita y dirigida por Juan Hessel, que se puede ver los sábados a las 22 en la sala de San Juan 842, propone la intensidad actoral de personajes que nunca salen de escena; y el paisaje hostil que acecha a los protagonistas cobra vida a mediados del siglo diecinueve, luego de la muerte de un caudillo emblema.
“Son siete actores en el espacio; están todo el tiempo juntos, nadie sale, afuera es denso”, cuenta el director y describe el universo por donde transcurre el relato: “Una especie de tertulia en el siglo diecinueve en el Río de la Plata. No se sabe bien donde ocurre, hay alusiones históricas pero no muy precisas”.
Salón, el fracaso de una idea surgió de los talleres de entrenamiento actoral que Hessel realiza habitualmente en el CET, un espacio que dirige junto a otros dramaturgos.
De esta manera, la obra nació a partir de trabajos con un grupo integrado por María Romano, Silvia Ferrari, Francisco Fissolo, Jesica Biancotto, Maite Lanuza y Luis y Federico Cuello.
“Hay personajes muy intensos y hay mucha tensión en la obra”, afirma Hessel, al referirse a Doña Agostina Nuñez y su hija, dos de los personajes en acción que reabren un salón, una tertulia, lugar que otrora era visitado por personalidades “culturosas” de la época. Allí también, entonces, se encuentran en tiempo presente sobrevivientes del pasado; un cura, un alto oficial del Ejército; un joven oficial con su mujer y la hermana de un caudillo recientemente destituido “que puede ser Rosas”, desliza el autor.
“La Conquista del Desierto aparentemente fracasó –cuenta el director- y ninguno puede salir de ahí. El afuera es amenazante; entonces todos deben escuchar lo que dice el otro, éste es el germen de la obra”.
Aunque el propio dramaturgo aclara que su obra “se destaca por la intensidad de los personajes”, y que su relato “no es histórico”, sino que es más bien “una resonancia de la historia”, las referencias a las campañas contra el “indio” del siglo diecinueve, y el caudillismo imperante de la época aparecen como atmósfera; como así también alusiones a ciertas obras de la literatura argenta de esos tiempos, como aquella imagen de un malón secuestrando a una mujer blanca y cristiana que se desprende de la poesía de La Cautiva, el libro de Esteban Echeverría. “Hay un juego más bien inverso ya que el personaje de nuestra obra es la que pide que la secuestren”, acota.
Juan Hessel asegura que el teatro es lo único que sabe hacer y que Salón… “es potente y muy original”. Con relación al público, el director admite que pretende “sacarle la cabeza al espectador, en el buen sentido -por las dudas aclara- sacarlo de la rutina, provocarlo”.
Nacido en Esperanza, Juan Hessel comenzó actuando pero hace un tiempo que se dedica más a estar “del lado de afuera”, escribiendo y dirigiendo. También define algo de su estilo: “En mis producciones me gusta que siempre se vean las cosas (en alusión a los juegos de luces), estoy atento a la plástica de la obra, al equilibrio espacial, a los cuerpos y los objetos; a lo actoral”.
“En cuanto a lo sonoro –cuenta el dramaturgo- casi no pongo música, la música es sólo el sonido del escenario y de los actores; en esta obra, la única música aparece en el final, un estribillo de un tema de Babasónicos de la primera época”, dice y deja la incógnita sobre su título.
Consultado sobre la función del teatro frente al estímulo perceptivo de la tecnología actual –véase una Play Station- Hessel define su disciplina: “El teatro es el presente, es un hecho real, un encuentro contundente. Una cosa única; aquí y ahora, y después termina”.