Foto: Noel Langone.
Foto: Noel Langone.

Autor de varios libros y jugador del Liverpool de Montevideo, el uruguayo Agustín Lucas charló con el eslabón sobre su pasión de escribir y de marcar delanteros. Recordó su paso por el ascenso en Argentina y defendió la política del Frente Amplio.

La garra que demuestra al hablar sobre sus amores –la pluma y la pelota– denotan su sangre charrúa. Aunque la sutileza y la poesía que Agustín Lucas tiene a la hora de escribir no es la misma cuando se calza los cortos, ya que se define como “un zaguero lento y rústico”,  lo que lo lleva a recurrir “a lo táctico” porque le gusta “ordenar y hablar mucho” dentro del campo de juego.

El tanguero barrio montevideano la Unión vio nacer a este futbolista hincha de Nacional que ahora, con sus 29 abriles, defiende los colores de Liverpool, que milita en la segunda categoría del fútbol uruguayo.

“Desde chico juego al fútbol, pero nunca imaginé hacerlo profesionalmente”, cuenta. Su primera experiencia en un club “bastante profesional”, fue en Miramar Misiones, donde «todo era bastante desprolijo lo que me ayudó porque me dejaron entrenar, quedé e hice las inferiores ahí y jugué en primera cuatro años”, recuerda.

Pero el andar futbolero de este aventurero traspasó las fronteras de su país ya que después de jugar en Wanderers y Cerro Largo, cayó en el Deportivo Jalapa de Guatemala, luego fue a parar al Deportivo Anzoátegui de Venezuela, hasta que el año pasado llegó al porteño barrio de Agronomía para vestir por un breve lapso la casaca aurinegra de Comunicaciones.

“Precisaban zagueros, entonces el presidente de Sud América, que me conocía porque yo ascendí con ese club, mandó unos videos míos y al técnico le gustaron”, dijo sobre su llegada a la Argentina.

“Me hubiera gustado que me vaya mejor, fui a buscar otra cosa”, admite Lucas. Y sobre sus inconvenientes de asentarse en el ascenso argentino, argumenta: “Tuve varias lesiones seguidas. Cuando estuve bien físicamente rendí”.

De todas maneras, considera “una buena experiencia” su paso por Comunicaciones del que guarda un “recuerdo muy grato de la gente porque me trataron bien y nunca me dejaron solo, sabiendo que estaba lejos de mi gente y siempre me tuvieron como acunado”, agradece.

“El ascenso de ustedes –le comenta a el eslabón– es bastante parecido al uruguayo en cuanto a lo pasional, en referencia al club y al barrio, con la diferencia que en Argentina hay mucho más gente, las hinchadas son más numerosas”. Y seguramente rememorando algún ríspido cruce, señala: “El 9 argentino es más sucio que el 9 uruguayo. Eso me sorprendió. Usa mucho los brazos, pega bastante y se convertían los partidos en una lucha, pero los 9 que son así, en mi equipo los quiero”.

Negro y azul

«… son los colores del glorioso Liverpool…», reza la estrofa del himno de esta institución uruguaya que en la pasada temporada descendió a la segunda categoría. “Es un club con mucha historia, que nunca salió campeón y esa es su gran deuda”, cuenta Lucas. “Llegar a Liverpool fue un sueño que jamás soñé, porque uno siempre sueña con jugar en Nacional, en la Selección, pero cuando llegué acá me dije que era esto lo que yo realmente quería”, sostiene el futbolista. “Tengo pilas de amigos que son hinchas de Liverpool, lo que me hace identificar con el equipo de una forma distinta. Yo acá no defiendo sólo mis intereses, ni los del plantel, acá defiendo también la pasión de mis amigos”, resalta.

De puño y letra

Los otros elementos que acompañan a Agustín Lucas además de la redonda son el lápiz y el papel. Situaciones que podrían ocurrir en las esquinas montevideanas o vivencias personales, están volcadas en su obra. Con No todos los dedos son prensiles, publicado en 2007, se lanza como escritor. También es autor de Club y Los hijos del fuego, entre otros. Insectario, su reciente publicación, “es como una vuelta a la poesía”, su género preferido.

“El libro anterior, Club, se iba un poco hacia la prosa y rozaba lo que era el cuento corto”, comenta el uruguayo, y agrega que con este nuevo libro se dio el gusto de utilizar “más el lenguaje de hoy”, es decir, “hablar con simpleza, pero poéticamente”.

El zaguero de las letras asegura que su pasión por la escritura “se fue dando naturalmente” y tajante, confiesa: “La poesía me eligió a mí. También escribí crónicas, algún cuento, prosa poética y otros géneros, pero la poesía siempre me gana”.

Reconoce que “mediáticamente genera algo raro” que un jugador de fútbol sea a la vez escritor, pero dice que busca “que ambas actividades no jodan una a la otra”. Sin inclinarse por algún referente en particular, enumera: “(Eduardo) Sacheri, Juan Villoro, ni hablar de (Roberto) Fontanarrosa”.

“En un momento leí mucho a (Juan Carlos) Onetti, y de repente, el pueblo (inexistente) que describe, Santa María, es como un lugar que esta bueno ir cada dos por tres, porque es bien uruguayo, es nuestro y yo me siento bien ahí. Si hubiese un equipo en Santa María, me gustaría jugar ahí”, sueña el poeta.

“Los libros que publiqué son poesías de lo cotidiano, y toco muy poco el tema del fútbol”, advierte el montevideano que tiene un blog en el cual despuntar el vicio, en el que combina sus dos pasiones, bajo el título Tapones de Fierro.

Militancia, política y otras yerbas

No es la calidad en la pegada, ni la capacidad goleadora, ni los balones de oro o de algún otro material. Uno de los rasgos que diferencian a este ciudadano del Uruguay con respecto al resto del mundo de la redonda es su participación y compromiso sociopolítico. “El jugador de fútbol mundialmente no se da cuenta de lo útil que puede ser. Veo a muchos que hacen campañas con Unicef por ejemplo, pero también estaría bueno que se preocupen con lo que pasa en sus propios países”, subraya.

De reconocida postura de izquierda, Agustín expresa su apoyo al Frente Amplio que el fin de semana pasado se impuso en las elecciones presidenciales. Si bien aclara no ser “un militante constante”, asegura: “Siempre que puedo ayudo y me siento comprometido”.

“En Uruguay, el fútbol y la política son temas de todos los asados. No existe el apolítico”, sentencia el zaguero, aunque lamenta que en su país “se rigen mucho por los medios de comunicación, que están muy corrompidos”.

Considera que hay una Uruguay muy distinta a la que vivió de gurí, ya que “en la actualidad hay más oportunidades, aunque todavía faltan muchas cosas” por mejorar. “La forma de superar esto es que la izquierda siga gobernando”, sostiene y pide “no volver a los partidos tradicionales, a la derecha, porque sería el fin de las luchas de los más excluidos”.

“Por suerte, hoy en día el pueblo se esta despertando, con gran participación de los jóvenes”, celebra.

No baja

En las recientes elecciones, el pueblo uruguayo no sólo votó mayoritariamente a Tabaré Vázquez (que enfrentará a Lacalle Pou en ballottage), sino que además decidió a través de un plebiscito no bajar la edad de imputabilidad penal. “Hoy estamos de festejo, pero ya pensando en que hay que seguir”, dice el futbolista que participó activamente de la campaña denominada No a la baja, y a la que sumó varias personalidades del fútbol, como la del Maestro Tabárez, entrenador de la Celeste.

“Yo traté de utilizar el fútbol para quebrar con algunas estructuras. Cada uno hizo lo suyo para lograr que no salga la baja de la imputabilidad”, concluye.

Dolor de nueve (Por Agustín Lucas)

Para el popular «Chacha» Gonzalo Malán.

No te soltás del agarrón

estás atrapado en el vicio del gol.

Te cambia la cara. Te pesa el sudor.

Se quiebran los ojos por el sol.

 

Y en ese segundo el amor pica mal

tuercen los tobillos en danza de sal.

Vertical rebote en tiempo letal,

se desgarra el vientre por gritar.

 

Suena rocanrol y cumbiamba.

Todo se mezcla en el baile del área.

Humos de la tierra, clavos con veneno,

revólver cargado, tomá hacelo.

 

Ese gol es tuyo te pertenece,

religión patrona que te estremece.

Santas jugadas que nunca se parecen.

Ya lo estas gritando el murmullo crece.

 

Explota la vida en el alambrado.

Ronquera rapaz tangos oxidados.

Buscás con el dedo a tus hermanos.

Vivirías ahí,

colgado.

 

Nota publicada en la edición 147 del periódico el eslabón

 

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