Imagen: Óleo sobre tela, Pedro Blanes Viale.
Imagen: Óleo sobre tela, Pedro Blanes Viale.

Hasta 1814, el territorio que Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, la Banda Oriental y parte de Córdoba tenían en común era una geografía propicia para el desarrollo ganadero. Contaban con ríos navegables, y no existían ciudades y gobiernos regionales fuertes que controlaran y atacaran sus economías. Pero las ambiciones de las autoridades porteñas para centralizar la entrada de divisas y el poder, chocaban con los intereses regionales.

En tanto, los acaudalados estancieros y caudillos no estaban dispuestos a que –tras el monopolio conquistador– ahora fuera el puerto porteño el que fijara reglas y se llevara parte de la producción de la zona. Esa búsqueda de la autonomía comercial y política no era un deseo de revolución social, nada más lejano: los poderosos del interior deseaban capitalizar las reformas para lograr mayores beneficios privados.

Por otro lado, ya en las instrucciones que portaron los diputados de la Banda Oriental a la Asamblea de 1813, se remarcaba el proyecto artiguista a impulsar la declaración de la independencia, el debate de una constitución y la aplicación del sistema republicano de gobierno sostenido por la organización federal de los pueblos.

El artiguismo luchaba por reformas sociales inclusivas, impulsaba la reforma agraria, la democracia asamblearia mediante cabildos, la producción colectiva, el impulso de la educación pública y la concepción política del pueblo en armas.

Tanto los que defendían sus propios intereses económicos, como los libertarios artiguistas, chocaban con esa centralización porteña. Así fue como ambos bandos, por algún tiempo, hicieron frente a los intereses de la metrópoli y pudieron frenar a las tropas nacionales que buscaban domesticar a Santa Fe.

Pero Buenos Aires no deseaba entregar las ganancias que por los puertos santafesinos dejaban el comercio legal y el contrabando. Por esa razón, intentó imponer sus delegados administrativos que recaudan para la metrópoli y hasta acompañaron las misiones militares emprendidas en el norte.

El federalismo, bandera de caudillos y gentíos de gauchos, originarios y colonos; significó una disputa por el poder real pero no siempre se empuño como herramienta de cambio social y revolucionario. Los caudillos que eran reconocidos estancieros y señores de los campos, como en el caso de Urquiza, tenían un ideal de enriquecimiento personal, sobre la cuestión popular del mejor vivir y la equidad social.

La situación social de la época se aprecia cuando se accede al informe que el comerciante inglés John Parish Robertson registra al andar por Santa Fe en 1812. Allí indica que Francisco Antonio Candioti, el primer gobernador que apoyó al federalismo, era “el verdadero príncipe de los gauchos, señor de 300 leguas cuadradas de tierra, propietario de 250.000 cabezas de ganado, dueño de 300.000 caballos y mulas; y de más de 500.000 pesos atesorados en sus cofres, en onzas de oro importadas del Perú”.

Candioti ya había sido nombrado por Belgrano, con el cargo de Comandante de Urbanos de Infantería de la Ciudad. Sucede que el santafesino había apoyado con su fortuna a don Manuel para que, tras mayo de 1810, lanzara la expedición al Paraguay. Los archivos provinciales hablan de “la entrega de una primera ayuda de doscientos pesos fuertes. Lo acompañó luego hasta sus estancias de Arroyo Hondo y lo auxilió con 1.350 caballos y con todo el ganado vacuno que habría de necesitar el ejército para mantenerse durante el viaje; también con 12 carretas con sus correspondientes boyadas y peones, para conducir una partida de yerba del Paraguay”.

Pero a otro amigo de Canditoti, José Artigas, como indicamos antes, se le reconoce partidario de la justicia social y se reitera su pensamiento de que “los más infelices sean los más privilegiados”, pensamiento que llevó a práctica al impulsar con vigor una reforma agraria presentada como el Reglamento Provisorio para la Campaña de 1815.

Eran tiempos en que otras de la fuertes recriminaciones que se le realizaba a Buenos Aires, tenía que ver con el enojo de los estancieros con la metrópoli por no poner a sus tropas en la misión de combatir a las comunidades de originarios. Los naturales seguían defendiendo sus territorios, esos que disputaba el blanco para ampliar sus estancias. En ese aspecto, aumentaban las diferencias con la propuesta artiguista, que valorizaba y escuchaba el saber y los derechos de los originarios, una de las banderas del movimiento de don José, un hombre que forjó su filosofar y actuar en medio de las tribus con las que convivió en su juventud en la provincia oriental.

La Villa del Rosario

En tanto, en la entonces Villa del Rosario, como indica José Rafael López Rosas en El Pronunciamiento Federal de Santa Fe, se hace mención a un acta firmada por Candioti, los miembros del Cabildo, los de la Junta Representativa y “el diputado de la Villa del Rosario, don Tiburcio Benegas”, los que “reunidos el 17 de mayo de 1815 resuelven, en atención a las distintas solicitudes presentadas por el representante sureño, dictar diversas medidas de gobierno en pro del adelantamiento de la Villa. Así disponen que se establezca una escuela de primeras letras «costeada con los derechos del nuevo impuesto para propietarios establecidos», dando instrucciones para que el vecindario proceda a la formación de la tarifa de los derechos que establezca y su recaudación; costo de la casa, útiles de la escuela, salario del maestro, debiendo dar cuenta a ese Congreso para la oportuna sanción del Presupuesto”.

Fuente: El Eslabón.

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Un comentario

  1. cesar villegas

    08/04/2015 en 9:58

    excelente trabajo del autor dándo a conocer el gran proyecto político de Artigas sobre la REGION CENTRO y su conocemiento sobre la riqueza de ese espacio lleno de riquezas,gran conocimienbto del Protector que hoy el 70% de los bienes agroalimentarios se producen en la mencionada región con salida por los puertos de rosario.Por eso Artigas fué el primer estadista.

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