Que la provincia de Santa Fe no es un distrito fácil de ordenar electoralmente para el peronismo podría acreditarlo el propio general Juan Perón, quien debió apelar a una figura del hoy casi extinto Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) para llevar como candidato a gobernador en 1973. Así fue como Carlos Sylvestre Begnis, prestigioso dirigente desarrollista, llegó a la Casa Gris y condujo, hasta el golpe genocida del 24 de marzo de 1976, los destinos de la provincia bautizada «Invencible» en tiempos del caudillaje que ejerció el brigadier Estanislao López durante el siglo XIX.
Desde 1983, Santa Fe fue gobernada en forma ininterrumpida por cuatro mandatarios en nombre del peronismo. José María Vernet, Víctor Félix Reviglio, Carlos Reutemann en dos ocasiones, y Jorge Obeid en otras tantas, gestionaron la provincia desde el Ejecutivo durante casi un cuarto de siglo.
El año que precedió a las elecciones de 2007, en el que se desarrolló la larga campaña que finalizó llevando al socialista Hermes Binner a ser el primer gobernador de ese signo en la historia argentina, demostró que para la gran mayoría de los santafesinos el peronismo debía dejar paso a otros actores políticos.
Con promesas pueriles -la llegada de «buenos tiempos», entre otras-, y denuncias en torno de actos realmente imperdonables, como la matanza de seis civiles en diciembre de 2001 y la inundación de 2003, ambos episodios ocurridos en la última gestión de Reutemann, Binner ganó y gobernó cuatro años, pese a lo cual los santafesinos aún preguntan por dónde fue que pasaron, si eso sucedió, los tan proclamados «buenos tiempos».
PROcaz y ramplón
El peligro de que se instaure en Santa Fe la maquinaria despolitizadora del PRO, con el sello particular que conlleva la impronta vulgar y ramplona de Del Sel no debería ser ponderado por los santafesinos en forma liviana. Más bien podría analizarse a la luz de la experiencia despolitizadora del socialismo, que con otro estilo, le pasó por encima a la política con una aplanadora, reduciéndola a consignas vacías, aplicando a rajatabla el doble discurso y echando la culpa de su falta de respuestas al gobierno nacional. A Binner y a Miguel Lifschitz esa básica y pobre formulita les trajo dividendos cuando desde la Intendencia rosarina le tiraban la pelota a «la Provincia», cuando la gobernaba un peronista. Desde 2007, el otro perro al que fueron con el mismo hueso fue el gobierno federal. Desde Rosario y desde la Vera Cruz, con suerte dispar.
Renovators
Poco hay para decir que no se sepa de los dos contrincantes que el Frente Renovador de Sergio Massa pone en oferta este domingo.
Ninguno de los gladiadores del ex participante on line de Canal América y ex intendente part time de Tigre, por ejemplo, militó en la agrupación Lealtad.
Oscar «Cachi» Martínez participó durante años en el peronismo de la capital provincial sin cuestionar los liderazgos de Carlos Reutemann y Jorge Obeid, hasta que decidió iniciar su carrera como solista y armó una lista en 2003 basada en sonoros gruñidos contra el Lole y el Turco, recostándose en el apoyo de un legislador kirchnerista santacruceño. Ese apoyo lo depositó en una banca de la Cámara de Diputados de la Nación, donde tuvo una nueva crisis de fe que lo teletransportó a los brazos de +A. Rankea lejos camino a las generales, pero se tiene fe para el 19.
Del ex mandamás de la Federación Agraria Eduardo Buzzi, quien pasó de defender a los pequeños productores de los remates del menemismo a redactar los petitorios extorsivos de la Sociedad Rural ante los gobiernos de Cristina Fernández, puede mencionarse que antes de asumir la actual postulación ya había recibido y analizado propuestas de la UCR y del macrismo. Si pasaban dos meses más, hasta el maoísmo hubiera podido moverlo a la reflexión electoral. Promete gestionar ante la Nación que se anulen las retenciones hasta de la mayonesa y los pollos envasados.
Como Massa no levó a nivel presidencial, ambos renovators viven estas horas con dosis homeopáticas de adrenalina.
La propuesta del peronismo
Desde 1983, y con la excepción de la postulación de Rafael Bielsa en 2007, Omar Perotti es el primer candidato a gobernador, que tiene encolumnado tras de sí a todo el peronismo santafesino, categoría en la cual -mal que les pese- no son tenidos en cuenta quienes defeccionaron hacia el macrismo y el massismo.
En 2011, las candidaturas de Agustín Rossi, del Bielsa recargado y del propio ex intendente rafaelino, se dirimieron en primarias, en las que el primero venció por menos margen del que se esperaba a Perotti. El ex canciller, que llevaba al «Cachi» como precandidato a vice clasificó tan lejos que desde entonces no participa activamente en el escenario provincial.
El electorado santafesino le facturó al peronismo en duros términos haber sido acompañante acrítico de las políticas del menemismo. Hoy, oxigenado por el modelo nacional que irrumpió en mayo de 2003 de la mano de Néstor Kirchner, tiene chances de dar batalla contra dos representantes del mismo modelo de los ’90 que sólo se diferencian en los modos y estilos. Lo que está más allá de cualquier resultado es que las consecuencias de gobernar junto y para las corporaciones, pero con discurso progresista, como lo viene haciendo el socialismo desde hace casi ocho años, se pueden ver en los carteles donde posa el ex Midachi sobre furioso fondo amarillo.