Foto: Los "equipos" de Del Sel.
Foto: Los «equipos» de Del Sel.

Detrás de los juegos semánticos, se oculta lo peor de lo viejo. Cada palabra de Miguel del Sel genera una denuncia ante el Inadi. Pero además, por sus torpes recursos retóricos, el candidato desnuda lo que su partido intenta ocultar. La gorra y las botas asoman tras los globos y el fúlgido confeti.La derecha es lo sin nombre. La derecha no es derecha. O al menos eso pretende. Los partidos políticos de derecha no dicen que son de derecha, y también ocultan, disfrazan, disimulan lo más que pueden, que hacen política: para ellos, todo es “gestión”. “Equipos”, dicen. No hay conflicto de intereses, no hay poderes fácticos, ni ideología, ni historia: gobernar es apenas una cuestión técnica.

Sólo se trata de reunir buena gente, simpática y con buenas intenciones, para asegurar el bien común y la felicidad a todos. De ahí el carácter festivo de las reuniones del PRO.

Pero la fiesta PRO no es la fiesta popular, espontánea, liberadora, que transgrede el statu quo. No es la fiesta política, ni militante, que tiene sentido a partir de una lucha, de una historia de lucha. Donde hay lucha hay conflicto: allí está la política, la política que se reivindica como tal, que no se esconde. El PRO no está allí. Está bien lejos de allí, en las antípodas.

La fiestita PRO es la falsa alegría, el carnavalito armado por empresas y asesores de imágenes, todo fríamente calculado y pagado. Es la consumación de la cultura de la imagen, del espectáculo concebido como pantalla, como tapadera, como encubrimiento y engaño.

La fiestita PRO es la puesta en escena del proceso de devaluación de las palabras y la destrucción de sentido de los discursos. Lo visual, la utilización de muchos colores y estímulos visuales diversos, acompañados de música, intenta dejar en un segundo plano los códigos lingüísticos, las palabras. Intenta encandilar y aturdir. La manipulación es, básicamente, embotamiento.

Toda palabra es política. De ahí la apelación machacona a otros códigos. Los problemas para modular de Mauricio Macri no son ajenos a este fenómeno. La torpeza de Miguel Del Sel tampoco.

Pero eso no significa que el PRO no tenga ideología, ni propuestas, ni discurso. Todo lo contrario. Esos vanos, torpes intentos hacen brillar lo que ocultan. El PRO es un partido político de derecha que tiene una ideología, una visión del mundo y una propuesta clara y concreta con vistas a gobernar. Además, el PRO ya gobierna.

El PRO se refugia en la lógica del espectáculo, y se aprovecha de la colaboración de los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos, para intentar esconderse, disfrazarse. La confusión es su principal herramienta. Pero cada vez les cuesta más ocultarse.

El versito de “lo nuevo”

Uno de los ejes principales que estructura el engaño PRO tiene que ver con lo nuevo y lo viejo. El partido de Macri se presenta como “lo nuevo” y como “el cambio”, pero es exactamente lo contrario. Es lo viejo. Es el neoliberalismo que ya asoló la Argentina. Es la política del ajuste, la rebaja de salarios y jubilaciones, la misma que ya padeció el pueblo argentino.

La ideología del PRO, más allá de sus matices, sus variantes y sus diferencias internas, ha sido hegemónica en la Argentina durante buena parte de la historia. Es lo más viejo. Lo más conocido. Lo archiconocido, repetido y gastado.

No hay careta ni bailecito que pueda tapar esa verdad. No hay globos de colores ni fúlgidos confetis que puedan encandilarnos para que no podamos ver esa enorme y obvia verdad histórica. El proceso que se abrió en 2003 no fue más que una interrupción de los efectos nefastos de esa ideología dominante.
Una restauración conservadora no es “lo nuevo”. La idea es apenas una perversión del discurso, propia de publicistas poco imaginativos. El regreso de lo viejo no es lo nuevo. Lo viejo regresa, además, en su forma peor. Regresa más dañino que la última vez que se desplegó. El monstruo, el fantasma, regresa siempre recargado, vengativo, más sediento, ávido de recuperar terreno. Y, además, en otro contexto internacional. En otra etapa del capitalismo, cada vez más financiarizado.

El programa del PRO es la recolonización de la Argentina. La pérdida de soberanía. La entrega. La idea del PRO es volver a ubicar a la Argentina en la periferia del capitalismo, en el lugar del esclavo, como furgón de cola. Y todo esto en el contexto de una de las etapas más feroces, excluyente y especulativa del capitalismo. Tantas luces y tantas fiestongas son necesarias para tapar tanto horror. Las luces y el brillo son proporcionales a las lóbregas sombras que ocultan.

El mismo discurso perverso que viene deseando y señalando un “fin de ciclo” que nunca llegó, es el que ahora nos quiere vender un “comienzo de algo nuevo”, “un cambio” que no es más que un mal chiste, una boba operación semántica.

Los poderes fácticos que esperan agazapados tras bambalinas nada tienen de simpáticos ni festivos ni nuevos. Detrás de los globos, los brillos y los bailecitos se agazapan, sedientos de sangre, los poderes económicos más concentrados. Los insaciables. Los de siempre. Los que siempre quieren más. Macri y el PRO no son más que el mascarón de proa. Son los bufones de esos poderes adustos y oscuros.

La fiesta PRO es el carnavalito que les sirve de tapadera para ganar votos e imponer por la vía democrática los mismos planes económicos que antes imponían a través de las dictaduras militares.

Antes, golpeaban las puertas de los cuarteles. Hoy, en cambio, soplan otros vientos; y ahora cuentan con estos empresarios histriónicos, falsarios, bailaores, que parieron partidos políticos que les sirven de tapadera para transitar la vía democrática. Los valores son los mismos. Los intereses, idénticos.

La sociedad argentina, con enormes sacrificios, logró reconquistar y reafirmar el sistema democrático. Y desde entonces, las estrategias de los poderes fácticos para ganar más poder se reconvirtieron y adaptaron. Y hoy son bien diferentes. Donde antes hubo violencia física, hoy hay violencia simbólica, mentirijillas y cotillón.

Además, a partir de 2003, el sistema democrático se fortaleció todavía más, porque la democracia se profundizó y se cargó de sentido, con recuperación de soberanía, conquista de derechos fundamentales para la ciudadanía, e inclusión social. Contra esto se erige el PRO como mascarón de proa de la restauración conservadora.

El PRO es el intento de retroceso con relación a esos avances. Es lo viejo. Lo de siempre. Es muy cínico denominar como “lo nuevo” a un retroceso. Hay que contar con mucha impunidad para repetirlo una y otra vez.

La vieja derecha intenta disfrazarse, pero las máscaras tienen patas cortas. Porque la gorra, y las botas, asoman, fétidas y ominosas.

En los entresijos de los escenarios y los pasos de baile, asoman funcionarios y consignas de la última dictadura militar. Nada nuevo. De lo viejo, lo peor.

“Hay que achicar el Estado”, señala Del Sel, obsesionado además con la bota y el tamaño de las botas.¿Cómo baila Juan Carlos Mercier? ¿Le saca viruta al piso, tanguero, o se entrega, cual fauno, a las contorsiones de la danza contemporánea?

El PRO es un intento de manipulación sólo apto para desmemoriados. Acaso también funcione en ciertos sectores resentidos, capaces de creer lo inverosímil, siempre y cuando sintonice con sus miedos, sus prejuicios y sus deseos más inconfesables. Habrá seguramente ciudadanos capaces de creer que lo viejo es lo nuevo, porque esta mentira les viene bien, porque marida con sus odios de clase, sus resentimientos, su auto percepción y su consiguiente auto imagen dentro de la sociedad.

La nota “La estética del cambio” de Luciano Couso, publicada en el número 192 de El eslabón, resulta muy valiosa para hacer una lectura semiótica de la fiesta PRO: el cambio es estético, es cosmético, de maquillaje, de máscaras. Todo es exterioridad, cáscara, y vacío. Pero a la vez, tal como la nota describe en detalle, el sentido está también allí, la ideología está, el contenido negado está, se muestra, existe. Siempre está. Cuanto más se lo esconde, más tozudamente aparece. Y lo que aparece es “un universo entero de ideas que sometieron durante casi 200 años a la Argentina”, señala Couso.

Del Sel tiene que hablar más, mucho más, para el bien de la democracia y la ciudadanía. Que hable, que hable mucho, además de ofrecer cabriolas de saltimbanqui. Que se exprese. Que se explaye. Quiere ser el bufón, pero tropieza, y termina siendo el buchón. Y entonces desnuda la cara más fea, la verdadera cara detrás de la fiestonga PRO.

Detrás de la cortina de humo descubrimos que hasta el humo es falso. No es humo sino pesado vaho. Vaharada. Y no es la que regalan las flores dotadas de los mejores y más frescos aromas de la naturaleza, no. Es la fetidez rancia de lo viejo. Y aunque se vista de seda, la fetidez fétida queda.

Fuente: El Eslabón.

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2 Lectores

  1. juan carlos costa

    04/05/2015 en 0:53

    Esun enjendro del menemismo como reutemann y como scioli en realidad tambien como boasso la figura pensante q no es casualidad al lado como vice.pero en realidad si gana del sel gana el reutemismo en la provincia.

    Responder

  2. juan carlos costa

    04/05/2015 en 10:06

    Genial el articulo.

    Responder

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