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Pocas palabras despiertan más empatías que cambio. Quién es la persona que no desea mover alguna ficha en su vida: casa, auto, peinado o amante. Un cambio. De aire, situación o empleo, circunstancial o profundo, pero un cambio. Incluso los más satisfechos ven con agrado alguna modificación pensando en aumentar su bienestar.

Desde Heráclito hasta acá el cambio sumó adeptos. La forma casi elemental de pensarlo es la de un proceso mediante el cual, un estado de cosas se sucede a otro. Parados en esta noción, cada campo del saber humano elaboró el concepto desde su propia cosecha. De modo que parafraseando la canción, así que como todo cambia, hasta los paradigmas, que uno cambie no es extraño. De hecho el cambio sucede per se, siempre.

Pero…
En los últimos tiempos y como cencerro de campaña, se escucha la palabra cambio como la posta más alta. Más aún, se dice que es la gente la que pide un cambio; casi una suma de ambigüedades: no se sabe quién es la gente y el cambio a secas sólo remite a su concepto básico, sin carnadura.

Es decir que estos candidatos están prometiendo un proceso que llevará de un estado de cosas a otro. Pero ¿A cuál? ¿La mejoría será irremediable? ¿Y si empeora? El barniz de ilusión positivista de las promesas es inocultable: pum para arriba, un paso es un escalón, la evolución es hacia adelante.

Nada más lejos de la realidad. Los cambios pueden atrasar, como sucedió muchas veces en el mundo y como podría suceder en la Argentina si se cambiaran las reglas de juego tal como piden algunos economistas cangrejos. Y paradójicos, porque con ideas que ya estallaron en el pasado convocan a una marcha al futuro, cuidando decir que la travesía será por el desierto y que los oasis les pertenecen.

Como en los consejos de las revistas dominicales, no está de más saber cómo se detecta la dirección que tendrá un cambio. El concepto básico puede ayudar: el candidato deberá explicar, como en clase de física aplicada, el proceso que lleva las cosas de un estado a otro.

¿Cómo? Deberá dar razones, objetivos, factibilidad y sentido de la trayectoria, entre otros ítems todos fundamentados. Pregunta clave que deberá responder, dónde quedarán paradas cada una de las capas sociales en el nuevo estado de cosas; no es desconfianza anticipada, se sabe, los de más abajo todavía están esperando que derrame la copa de un cambio similar anunciado en los años 90.

Al final, habrá que estar atentos, no es cuestión de querer llevar las cosas de un estado a otro, por una ilusoria escalera de ascenso, porque los cambios como las vaquitas, pueden ser ajenos.

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