Lo que comenzó con la publicación de Anuario, una recopilación de crónicas de imagen y texto sobre artes visuales en Rosario, de la que participaron decenas de escritores, pensadores y artistas de Rosario, dio lugar a la posibilidad de fundar el sello Yo soy Gilda Editora. Detrás de la iniciativa, o mejor dicho al frente, están Lila Siegrist y Georgina Ricci. “Las dos somos del palo de las artes visuales, pero por distintos motivos nos acercamos al mundo de los libros”, contaron las fundadoras del sello en una entrevista que dieron a este semanario y en la que dieron cuenta de un trabajo minucioso, delicado, y de profundo compromiso con los textos, los autores y los artistas.
Anuario nació con la intención de dar “una mirada estética de la ciudad y de la cultura. Nosotros tenemos algo así como la idea de generar una genealogía de la ciudad, a partir del ensayo investigativo, la narrativa y la poesía”, comentó Lila Siegrist sobre la publicación que dirigían junto al historiador y escritor Pablo Montini.
“Fue un proyecto enorme que era todos los años sacar un libro que año a año fue creciendo en volumen y tamaño. Lo notable es haber ejercitado ese cara a cara con los autores cuando no sabíamos que contábamos con tanta gente que escribía. Al principio empezamos sacándole el jugo a las piedras, pero ir al encuentro de gente desconocida, e incluso trabajar con personas que no piensan como nosotros hizo que Anuario se convirtiera en una usina. Y no es algo menor”, reflexionó Lila sobre la publicación que se editó en cuatro oportunidades y reunió a cientos de escritores y artistas de la ciudad.
Según contaron las editoras, la nueva etapa se inauguró con el libro Vikinga Criolla, de la propia Segreist. “Ahí inventamos el sello editorial. Después el Anuario terminó siendo editado por Yo soy Gilda. La hija se comió al padre”, comentó Georgina.
Además de Vikinga Criolla, Yo soy Gilda editó Expansiones, una compilación realizada y prologada por Irina Garbatzky; la novela La solución, de Agustín Alzari; el ensayo Inédito: rock subterráneo en Rosario 1982-1987, de Diego Giordano; y el Volumen doble: Nunca enviados y Una constelación infinita, de Virginia Negri. “Inédito es una epopeya y actualmente está agotado; y tener La Solución de Alzari en nuestro catálogo es un lujo, además es nuestra primera novela”, apuntó Lila sobre los trabajos realizados por el sello, y comentó además que “el volumen doble de Virginia Negri fue un trabajo editorial hermoso”.
Las responsables de Yo soy Gilda adelantaron que hay un proyecto en proceso de hacer una historia de publicaciones culturales rosarinas, coordinado por Osvaldo Aguirre. Además, entre los próximos lanzamientos, las editoras destacaron Herodes, de Pablo Bilsky. “Es lo más inmediato. Un novelón hermoso, lisérgico”, opinaron con el mismo entusiasmo que comparten por cada trabajo de la editorial. “Está el libro, lo leemos, nos lo apropiamos, lo devolvemos con cierta intensidad, con generosidad de ida y vuelta. Y de pronto aparece la tapa, y cuando aparece la tapa es porque el libro está casi cerrado, es lo último que aparece”, contó Georgina sobre la maduración de cada obra. “Hay vibraciones en el aire donde uno puede establecer vínculos. Por ejemplo, la tapa del libro de Pablo Bilsky es de Mauro Guzmán y creemos que ni Pablo conoce a Mauro, ni Mauro conoce a Pablo; pero cuando Pablo vio la tapa, le encantó. Apuntamos a ese maridaje”, abundó Lila.
— ¿Cuál es el criterio que adoptan para seleccionar los textos?
— (L) Hay textos que llegan y otros que los invocamos.
— (G) Llega mucho material y podemos acompañar algunos nada más. Pero no tiene que ver con la calidad sino con el recorte editorial que hacemos nosotras, la mirada que ponemos sobre los temas. Para nosotras es festejable editar a autores que no tienen otros libros editados y que haya un voto de confianza entre el lector que acepte el criterio y quiera leer más autores nuevos.
—¿Existe un pacto de confianza entre los lectores y la editorial?
—(G) Totalmente. Nosotras leemos más por editorial, por su puesto que por autores, pero uno lee por editorial porque confía en el criterio, sabe cuál es el recorte que se está haciendo.
—¿En qué se diferencia Yo soy Gilda de otros sellos?
—(L) En la constricción. Tenemos unos tiempos que implican mucho detenimiento. Es lo opuesto al ritmo ensordecedor de crear cosas, porque en Yo soy Gilda vamos en segunda cuesta arriba. Y sin embargo los libros emergen, aparecen. Tenemos un detenimiento que creo que nos diferencia en la escena, no porque los otros hagan libros muy rápido, sino porque nosotros los hacemos notablemente lentos.
—(G) Tiene que ver también con la calidad de lo que editamos. Que cada libro sea obsesivamente editado. Son procesos muy depurados y cuando tenemos el libro poder sentir que es redondo.
—¿Hay una intención estética de proponer un libro-objeto?
—(G) Yo no opino como mi socia porque no soy tan fetichista (risas), pero el primer cuidado está en pensar un diseño, una maquetación y un pensamiento integral del libro hecho desde el lugar de lectores. Yo estoy segura de que hay muchos libros que quienes lo editan no son lectores. Desde el tamaño de la letra, los márgenes y otras decisiones que hacen que los lectores la pasen mal.
Amigo es el que compra el libro, no el que lo manguea
Al ser consultadas sobre el modo en que se lleva adelante un emprendimiento editorial independiente, las chicas respondieron con toda sinceridad: remando. “Nosotras compramos los libros de los editores colegas de Rosario, porque hay que generar público como sea. Hace poquito me escribió Francisco Bitar, que publicó un libro con Ivan Rosado. Me pidió una dirección para mandarme el libro y yo le digo: «No, no, porque ya lo compré»”, ejemplificó Lila, y aclaró: “Amigo es el que compra el libro, no el que te lo manguea”. Por su parte, Georgina destacó que “los autores se ponen la mochila de su libro y lo militan, todos. Son autores que llevan adelante la circulación profesional del libro, eso es parte de su propia obra.
—¿Cómo encaran el tema de la distribución?
—(G) Es el gran asunto de las editoriales en general y de las pequeñas en particular. Hemos pasado por varias experiencias. Distribuimos en ciertas librerías amigas de Rosario, como Buchín, Oliva, Juguete Rabioso y Mal de Archivo. También en Buenos Aires, en Córdoba y en Santa Fe. Pero sería genial que en algún momento los colegas rosarinos tengamos un proyecto de distribución cooperativa. La realidad es que en eso hay que invertir tiempo y a todos nos cuesta mucho llevar adelante las editoriales, pero yo creo que en algún momento se va a dar.
¿Por qué Yo soy Gilda?
La pregunta del millón es por qué Gilda y no cualquier otra. Esta vez las chicas se ponen de acuerdo para contar una versión del origen. “El nombre surgió de un chiste que hicimos con nuestra amiga, correctora y poeta fantástica Gilda Di Crosta, que también hace trabajos con nosotras. No sabíamos qué nombre ponerle a la editorial y jugando surgió Yo soy gilda. Es lo que ella dice cuando empieza la canción que tiene ese nombre, pero que en realidad es de Camilo Sesto”, contó Lila. Y siguió Georgina: “Nos parecía genial, primero por el lugar femenino, que es nuestro; y además por el lugar de la poesía ahí donde uno no lo espera, y poder reivindicar lugares anómalos de la belleza como Gilda, sus cumbias y su tragedia. Es un lindo nombre y además nos encanta decir que somos del sello Yo soy Gilda, sobre todo en contextos muy serios.