Foto: Franco Trovato Fuoco.
Foto: Franco Trovato Fuoco.

Las cacatúas son aves psitaciformes de la familia Cacatuidae. Y aunque es indudable que este dispositivo de control se hizo conocido a partir de la obra de Michel Foucault de 1975, Vigilar y castigar, el creador de esa arquitectura carcelaria fue el filósofo inglés del siglo XVIII Jeremy Bentham. Para muchos críticos, sin embargo, ya existían rasgos propios del Romanticismo en el Barroco español. La muerte era un hecho mucho más natural, aceptado con resignación, durante la baja Edad media, como bien lo explica Philippe Ariès. En este sentido, según la Organización Mundial de la Salud, el examen de los datos científicos ha revelado que, a nivel poblacional, la lactancia materna exclusiva durante seis meses es la forma de alimentación óptima para los lactantes. Por eso, Eolo fue hijo de Helén y de la náyade Orséis.

El párrafo anterior carece de “ilación”. Esto es, la trabazón o nexo entre las partes de un discurso. Algo similar se puede comprobar recorriendo la muestra de periodismo producida por el periodista Luis Majul, “De Urondo a Fontanarrosa”, presentada como “el capítulo provincial de la exhibición nacional que se presenta en Buenos Aires”. Y no es por falta de contenido. Hay contenido en la muestra, hay historias y hechos, muy interesantes. Y en distintos formatos: imágenes, palabras escritas y grabadas, charlas, obras de teatro. Contenido sobra. La cuestión tiene que ver con la manera de presentarlo, de relacionarlo.

Quien visite la muestra tiene que hacer un esfuerzo muy grande para construir sentidos sin resultar abrumado, aturdido por la cantidad de información y material que se acumula sin llegar a configurar una historia. Resulta difícil establecer un diálogo productivo con lo que allí se exhibe.

Sólo el público, a través de la participación en las charlas, instalando el debate, discutiendo el valioso material sobre la vida de los periodistas, tiene la capacidad de reponer lo que falta, crear ejes de debate, y devolver los contextos escamoteados, todo esto a pesar de las intenciones y la ideología de Majul.

El gran lastre de la muestra es el propio Majul, que intenta, tal como se exhibe en uno de los paneles, ubicarse “por encima de las ideologías” y “por encima” de las diferencias entre los distintos periodistas.

Esto último hace que convivan Joaquín Morales Solá con Juan Gelman, Rodolfo Walsh con Bernardo Neustadt. Semejantes maridajes no permiten construir sentidos sino que, por el contrario, se constituyen en máquinas de destruir sentidos, y crear un vacío, revolcaos en un merengue, y en el mismo lodo todos manoseados.

Se sabe que “por encima de las ideologías” hay poco y nada, apenas un grupete de falsarios yukuyámicos que quieren hacernos creer que no existen las ideologías a través de un planteo claramente ideológico.

Demasiados “por encima de”. Sólo algo muy leve, muy liviano y vacío puede sobrevolar tantas cosas a la vez.

El otro presupuesto del que parte Majul es que “hay que defender el oficio, que está siendo atacado”. Lo dijo en el acto de apertura, flanqueado por el gobernador Antonio Bonfatti y la intendenta Mónica Fein, quienes concurrieron a la inauguración al igual que el gobernador electo, Miguel Lifschitz, y una buena cantidad de funcionarios provinciales y municipales.

Majul no aclaró qué o quién amenaza al periodismo. Es posible que algunos de los pocos periodistas que se hallaban presentes en la presentación hayan dudado, ante semejante declaración, en seguir allí o bien aventar la copa de vino y los pequeños sándwiches y ganar la calle en busca de ayuda, refugio, armaduras o quién sabe qué.

El mentor de la muestra dijo también que la actividad está por encima de “la grieta”. Majul es de los que sostiene que la Argentina de hoy está dividida, y que la grieta entre periodistas “empezó con los Kirchner y es financiada por el Estado”.

En realidad, todas las sociedades democráticas están divididas, por definición, porque conviven distintas opiniones, posturas e ideologías. Los partidos políticos se llaman así porque representan una parte de la sociedad. Es lo valioso de la democracia: que esas diferencias, que esas “grietas” existan y convivan en forma pacífica. Sólo en las dictaduras se construye, a sangre y fuego, un silencio ominoso que tapa y reprime las diferencias. Las “grietas” se encubren con sangre, y la presunta unidad no es más que un telón que encubre aberraciones.

Majul debería recordar que en los albores del periodismo argentino se desplegó el espíritu combativo, la lucha ideológica y el compromiso. La Gazeta de Buenos Aires no estaba por encima de nada, sino que tenía los pies bien metidos en el barro de la lucha política. El periódico satírico El Mosquito, de 1863, tampoco le temía a la grieta sino que se regodeaba en ella. Bartolomé Mitre fundó La Nación como una “tribuna de doctrina”. Pero en todos estos casos, forzando un poquito la cronología, se puede sospechar la responsabilidad de los luciferinos Kirchner.

Si tomamos como ejemplo un país como EE.UU., donde, al menos en apariencia, no han gobernado los Kirchner (aunque nunca se sabe), se comprueba que allí la virulencia de la prensa y los insultos entre periodistas y dirigentes políticos son tan brutales que se han convertido en tema de estudio en las facultades de periodismo, sociología y comunicación social.

Uno de los trabajos de investigación más recientes y completos, realizado por los catedráticos Jeffrey M. Berry y Sarah Sobieraj, de la Universidad de Tufts, dio lugar al libro The Outrage Industry (La industria del escándalo), un estudio muy documentado donde se analiza la utilización sistemática del insulto y la retórica incendiaria en los medios de EE.UU.

Apenas horas antes de la inauguración de la muestra de Majul, en EE.UU. se calificó a uno de los precandidatos republicanos, el racista y misógico declarado Donald Trump, como “hijo de puta”, una expresión técnica, amable y democrática que se utiliza en los países sin grietas, desarrollados y del Primer Mundo.

Los profesores Jeffrey M. Berry y Sarah Sobieraj se perdieron los bocaditos y el vino de la inauguración de la muestra de periodismo. Pero todavía están a tiempo de venir. Así podrían encontrar que los responsables de tanta furia yanqui son los K. Y acaso se inspiren para un próximo libro, que se podría titular The crack (La grieta). O mejor: The cracK.

Majul se jacta de que en su muestra, a diferencia de Tecnópolis, “no hay relato”. Y esa falta de un relato explícito, transparente y sincero, deja al visitante en un lugar pasivo, sin poder entablar un diálogo. Y entonces el relato negado asoma, finalmente, y toda la muestra se resignifica como un mero síntoma, un espasmo más de los medios hegemónicos que se oponen al gobierno nacional con pocos, nulos o falsos argumentos.

Fuente: El Eslabón

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