Las lunas de aquella infancia estaban pegadas al miedo, a las del muñeco maldito, que salía por aquel blanco y negro de Canal 7. O las primeras películas de lobizones que se convertían en plena luna llena. Luego vendrían las lunas para sembrar, las lunas de las mareas de nuestras saladas costas, las lunas de los primeros enamoramientos, las lunas como refugio para el poeta que uno creía ser. Las lunas revoltosas de los mayos, la luna pisoteada por los yanquis en nombre de la humanidad. La luna que los vio rajarse en el último helicóptero de Vietnam. En el barrio el negro Luna seguía pegándole y metiendo centro como con la mano. En la radio sonaba cada vez más seguido la voz de la Negra cantando Lunita tucumana. Para verla mejor, de forma astronómica, aparecieron los planetarios. En algún momento de la primaria te llevaban de excursión al del Parque Urquiza, y en la tele una propaganda del Jockey Club nos mostraba el planetario de los porteños. Cuando te levantabas malhumorado te decían «¡se levantó con una luna!» (todavía no había aparecido la palabra resaca). A los extraviados y violentos les dicen lunáticos. La luna del 76, para los que creen, sacó lo peor de los lunáticos sedientos de sangre. Las lunas democráticas, después de la dictadura, no terminaron de afianzar su brillo. La luna riojana y federal se eclipsó apenas cruzó la General Paz. Pedro me dice: “El dicho «entre gallo y media noche» se usa cada vez que pasa algo raro, y nadie habla de la luna que probablemente haya sido testigo”. Mientras mira la información de que el domingo se avistará un eclipse lunar, y que al satélite natural se lo podrá ver de color rojizo, Pedro dice: “A lo mejor, además de haber luna para enamorarse, para sembrar, para tener miedo, para enloquecer, no vaya a ser que se nos vengan estos eclipses para que, entre gallos y media noche, nos arrebaten los logros, las políticas de derechos humanos y de inclusión social. O, simplemente, la derecha neoliberal noventista nos atrase la gran marcha, y nosotros, nosotros mirando la luna”.
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