Foto: Andrés Macera
Foto: Andrés Macera

La agricultura urbana ocupa un espacio en las políticas públicas desde la crisis del 2000. Y este año se ganó el lugar como aérea del Estado municipal. Un experiencia que crece en plena patria sojera.

La Agricultura Urbana local arrancó el 2016 con otro desafío: la nueva gestión de Mónica Fein jerarquizó el espacio y ahora es un área dentro de la Municipalidad. La jerarquización significa mayor presupuesto y por lo tanto más protagonismo dentro de las políticas públicas locales. Antonio Lattuca, ingeniero agrónomo a cargo de esta repartición, explicó a este medio cuál es su trabajo y cuáles son los retos por delante.

—¿Qué es el Área de Agricultura Urbana?
—Nosotros promovemos emprendimientos que tengan que ver con la producción de alimentos sanos, es decir, de frutas y verduras producidas con técnicas agroecológicas. Pero además, intentamos que el cultivo dentro de    la ciudad sea una política transversal del poder ejecutivo. No se trata sólo de la producción, sino también el consumo ético y responsable y de profundizar respecto al cambio climático. El tema, por suerte, está en la agenda política y a pesar de eso todavía vivimos en una ciudad muy esquizofrénica: el que trabaja la tierra, el agricultor, todavía está muy poco valorizado. Su trabajo todavía se ve como algo antiguo. Contra eso, intentamos trabajar con una idea: que la agroecología es el futuro. El desafío es traer esa imagen a la ciudad, la del agricultor que trabaja la tierra para producir alimentos y mejorar el hábitat y el ambiente.

—¿Qué significa la jerarquización como “área” y por qué ahora?
—Se da un contexto favorable a nivel mundial. El cambio climático es un tema en agenda. Yo tuve la suerte de participar el año pasado en el Foro Regional de la FAO –el área de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura–, que por primera vez tomó el tema de agroecología a nivel regional. En el encuentro se habló de la necesidad de las políticas públicas en apoyo a la agroecología. Pero además, en la sociedad civil hay una gran cantidad de gente que está buscando consumir alimentos sin agroquímicos, hay mucha gente preocupada por la alimentación y el cambio climático. Las estructuras todavía no están preparadas: no hay un correlato entre lo que la sociedad quiere y se está ofreciendo. Rosario, en ese sentido es un ejemplo: es la primer ciudad argentina con políticas públicas de agricultura urbana. Somos pioneros y eso colabora para que el programa se jerarquice.

—¿Cómo surge el Programa de Agricultura Urbana? ¿Por qué funcionó?
—Hay una prehistoria. El programa surgió en el 2002, durante la crisis, pero ya habia una experiencia previa de huertas familiares y escolares, a un nivel de consumo familiar, a través del programa nacional Pro Huerta. Con ese antecedente, ya existía la idea de que, en la ciudad, las personas desocupadas en ese momento de crisis pudieran producir verduras de manera agroecológica, vender en ferias, y que los rosarinos pudieran acceder a esos alimentos. Así surgió y de a poco nos fuimos adaptando a los cambios. La primera etapa fueron las huertas de la emergencia y fue exitosa, fue una etapa de contención a mucha gente desesperada y sin trabajo. Después vino la reactivación económica. Muchos pudieron volver a su empleo anterior, pero ya habíamos preparado las condiciones para que la agricultura urbana se instale como política pública y una actividad permanente. Ahora     existen espacios permanentes de agricultura urbana: hay cinco parque-huerta y unas 24 hectáreas en zonas no habitables, como los costados del ferrocarril, de los arroyos y las autopistas. Ya no son lugares precarios, basurales abandonados, sino espacios públicos     seguros de acceso a la tierra.

—Y además hay una red de huerteros y huerteras…
—Sí. También hay gente que hace su huerta en el patio, en la terraza o el balcón. Y además, los huerteros brindan el servicio de huerta a domicilio: si hay gente que no tiene tiempo de armar su lugar, ellos la arman y vos después sólo tenés que mantenerla. Rosario tiene también un programa de medicina ancestrales y para eso estamos armando jardines saludables, de plantas medicinales.

—En ese sentido, ¿con qué secretarías de la Municipalidad trabajan?
—¡Con casi todas! El programa de medicinas ancestrales es con la secretaría de Salud. También trabajamos con Medio Ambiente, a través del eco-canje: se intercambian materiales reciclables por un bolsón de verduras que el municipio compra a los huerteros. Con la secretaría de Producción coordinamos por la reglamentación de la ordenanza que prohíbe las fumigaciones, porque vamos a ver cómo transformar las huertas de los quinteros profesionales en huertas ecológicas. Además, con Nación trabajamos a través del Pro-Huerta y tenemos muchos proyectos con la Universidad, especialmente con las facultades de Ciencias Agrarias, Medicina y Arquitectura.

—¿Es fácil lograr esa coordinación con espacios tan distintos?
—Vamos bastante bien. De cualquier manera, lo que proponemos va a contrapelo de lo dominante. A pesar de que hace tiempo que está, todavía lo dominante es el otro     paquete y el mayor obstáculo es que todo fue creado para el modelo de agricultura industrial. Nuestro modelo es nuevo y el mayor problema es ideológico y político. La sociedad civil está por delante de las instituciones y nuestro énfasis está en tensionar las estructuras. Incluso sucede que el político quiere cambiar, pero las estructuras burocráticas del Estado no. Es un tema complejo: ver cómo hacemos para avanzar.

—Pensando en ese rol de la sociedad civil, ¿con qué inquietudes se acerca la ciudadanía al Área?
—Hay mucha gente que quiere conocer. Otros tantos se acercan porque quieren producir sus alimentos y otros que quieren también producir e interiorizarse para hacer lo mismo en otros lugares. Hay mucha gente que quiere consumir y entonces se acerca a averiguar dónde. Todo implica un cambio de vida y un acercamiento a estas técnicas.

—¿Cuáles son los desafíos de cara a este año que arrancan como Área de la Municipalidad?
—Tenemos unos cuantos. Por un lado, buscamos potenciar los parque huerta, que sean lugares de referencia de producción de alimentos, pero también de referencia en cuanto al uso de energías alternativas y otras tecnologías, no las creadas para la agricultura industrial. Queremos hacer plantas de producción de abono y de fitoestimulantes, estandarizar esa producción y poder venderlo a huerteros y aquellos que tengan su     huerta en la casa. El otro desafío es lograr la tenencia segura del ingreso: ya tenemos la tierra, ahora tener una base asegurada de la producción, que se pueda vender al Estado, a restaurantes, a ferias, a consumidor directo. Esa planificación es todo un desafío tanto para el consumidor como el productor.

 

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