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Foto: Facción Latina.

Puta, sindicalista, feminista pero no femenina. Georgina Orellano dialogó con el eslabón –semanario producido por la cooperativa La Masa, al igual que Redacción Rosario– sobre prostitución y estereotipos de género, y aseguró: “Las mujeres militantes y trabajadoras estamos comprometidas a generar las tensiones necesarias para dejar en evidencia cómo los medios de comunicación reproducen estereotipos y cómo en muchos ámbitos hay una clara desigualdad de género”.

Marzo es un mes para pensar en la mujer, a fuerza de calendario. El tres se conmemora el Día Internacional por los Derechos de las Trabajadoras Sexuales, el siete es el Día de la Visibilidad Lésbica en Argentina, y al día siguiente llega el turno del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Georgina Orellano no llega a los 30 años y ya carga en su nombre y su cuerpo la lucha de dos de esos días. Su rol la lleva a cuestionar permanentemente los estereotipos de género: es sindicalista, feminista y puta. Lo repite mil veces: pareciera que ella misma es una consigna. Da la cara, nombre y apellido, como saliendo del clóset, porque sabe que todavía no es común: todavía hay un cupo femenino que respetar en los cargos políticos y gremiales, todavía hay que explicar que ser feminista no es ser una loca densa, y ella –además– vive para defender su trabajo, eternamente estigmatizado.

Georgina aceptó dialogar con este semanario y reflexionar sobre su rol, sobre su trabajo y sobre los cuestionamientos y dudas que existen frente a la legitimación social del trabajo sexual.

— ¿Qué es ser femenina? ¿Te identificas con esta idea?
— Creo que la feminidad es un conjunto de cualidades culturales impuestas a la mujer. Las que nos corremos de esa lógica, solemos señalar las desigualdades que producen estos patrones culturales entre mujer y hombre. Cada mujer debería de construir su propia feminidad y vivir libremente pudiendo correrse de los mandatos que nos han impuesto histórica y socialmente. No debemos ser lo que los demás esperan que seamos por el hecho de ser mujer. Lo ideal sería sentirse bien con una misma. No vernos como un producto y no compararnos con lo que una parte de la sociedad nos quiere vender para poder amoldarnos a una categoría de mujer decente. Todas somos distintas, somos diversas y vivimos la vida de diferentes maneras: a veces reflejándonos unas con otras y muchas veces criticando porque debemos comportarnos o vestirnos como nos quieren imponer. No me identifico con lo de “ser femenina”. No creo que deba serlo para recibir el título de mujer. Me declaro feminista y eso me hizo reflexionar entre muchas cosas: no hay una única categoría de mujer, que cada una debe sentirse bien con una misma tomando sus propias decisiones y teniendo poder de decisión sobre su cuerpo. Me gusta desafiar todo el tiempo al sistema patriarcal.

— ¿Cómo enfrentás esos estereotipos desde el sindicalismo?
— Las mujeres luchadoras y trabajadoras, logramos, por nuestra militancia y por llevar un camino recorrido, un proceso sobre temas como éstos que todavía nos siguen atravesando tanto en nuestro lugar de trabajo como en nuestro lugar de militancia. Vamos generando conciencia sobre cuestiones que a veces reproducíamos e intentamos sensibilizar sobre temas de género a nuestros compañeros. No es para nada fácil. No se puede cambiar, de un día para el otro, patrones socioculturales que llevan años arraigados a nuestra sociedad. Vemos cambios. Pequeños, pero cambios al fin. Hay temas que hoy atraviesan la opinión general y es porque estamos comprometidas a generar las tensiones que sean necesarias para ir dejando en evidencia cómo los medios de comunicación reproducen estereotipos y cómo en muchos ámbitos hay una clara desigualdad de género.

— En relación a tu trabajo, ¿cuál es tu posición, como feminista, frente a quienes dicen que la prostitución es un trabajo que reproduce estereotipos machistas?
— Decir que hay que abolir nuestro trabajo porque no hay libre elección, o porque siempre es explotación que genera desigualdad, o porque reproduce estereotipos machistas, es hacer una cacería de brujas sólo contra las trabajadoras sexuales, sin tener una mirada más amplia de lo que sucede en otros mercados laborales y cuáles son las situaciones de otras mujeres. Hay muchos trabajos que una puede pensar que generan estereotipos machistas. En el empleo doméstico, son las mujeres quienes realizan esa labor. ¿O alguna vez viste un hombre ejerciendo esa actividad? ¿Alguien vio a hombres trabajando de niñeros? No digo esto para castigar a esas otras mujeres, sino para dejar en evidencia cómo a veces sólo se castiga a las putas. Querernos convencer de que no elegimos, que no decidimos nosotras, que somos seres incapaces, es también –y en parte– producto de una mirada patriarcal. Querer interponer que siempre hay un hombre que nos explota, que nos empuja, es reproducir estereotipos machistas colocando a la mujer en una categoría de ser vulnerable, que no piensa ni decide por ella mismas, que necesita para desenvolverse en la vida a un hombre detrás. Decime: si eso no es patriarcado, entonces, ¿el patriarcado dónde está?

— A partir de tu relación con los clientes, ¿cómo se desarrollan ellos a nivel sexual con las mujeres?
— Hay diversidad de clientes, de historias y de miradas. Lo que más los atraviesa es estar demostrando o potenciando su masculinidad todo el tiempo. Hay nacidos y criados con la idea de que la sexualidad es un campo donde la mujer accede y ellos disfrutan. Cuando negocian nuestros servicios, los clientes suelen decirnos que quieren “que vos también disfrutes” o “que estés cómoda, que los dos la pasemos bien”. De trasladar eso a su vida cotidiana, seguro que no tendríamos tantos clientes. Por lo general hay mucho respeto de ellos hacia nosotras. Nos ven más allá de sus propias compañeras: somos las minas piolas con las que se puede hablar, reír, coger, disfrutar, experimentar cosas nuevas. Se creerán que somos asi las 24 horas. No se dan cuenta que nos comportamos así porque nos están pagando, porque nos interesa el dinero y también que vuelva.

— ¿Qué diferencia hay entre la mirada que tienen sobre ustedes y la que tienen sobre su pareja?
— Muchos se quejan de la vida sexual con su pareja: que se volvió rutinaria, aburrida, obligatoria. Otros, cuando ellas son madres, dicen que hay ciertas prácticas sexuales que ellas están imposibilitadas en realizar. Terminan ubicando a las mujeres en dos categorías: las santas y las putas. Falta mucho para ganarle a la gran batalla cultural. Cuando una discute esas cuestiones con un cliente, suceden dos cosas: O no vuelven más, o después de tomar el servicio nos salen con la doble moral: sos inteligente, te expresas muy bien, no estás para esto, ¿por qué no te buscas otro trabajo? Es la típica pregunta a una típica respuesta: ¿Por qué no disfrutas tu sexualidad sin tener que pagar? Algunos se van pensando. Otros, cuando me ven me dicen: “salimos, pero no me vengas con tu sindicalismo”. O alguno que otro me canta la canción de Memphis La Blusera. “Feminista perdida”, me dicen, y se ríen. Yo, por el contrario, los miro y pienso por dentro que nos falta mucho para madurar.

Fuente: El Eslabón

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