El sello local Blueart reeditará en abril el único disco de Síntesis, trío de rock progresivo de barrio Bella Vista que registró el material en Buenos Aires mientras se gestaba el golpe cívico militar de 1976.

En el transcurso de 2015 y lo que va de 2016 se realizó una serie de recitales en la ciudad, bajo el nombre Rosario: 50 años de Rock en Castellano, donde desfilaron más de una centena de músicos locales para interpretar sus canciones y versionar a referentes de estas latitudes. De aquella convocatoria Síntesis no participó en ninguna instancia. Lo cual en un punto es coherente, porque el trío de rock progresivo integrado a principios de la década del setenta por veinteañeros, nunca hizo música en castellano, como tampoco en inglés, ni en ningún otro lenguaje que no sea exclusivamente el musical. Aquel al que el filósofo alemán Theodor Adorno no consideraba un lenguaje, en tanto si bien indica “el camino hacia la interioridad, también lo hace hacia la vaguedad”. Al rescate de Síntesis en manos del olvido acudió Horacio Vargas, coordinador del sello discográfico Blueart, el cual planea reeditar el disco homónimo de la banda.

Jorge Migoya, guitarrista y compositor del grupo y quien reside hace 38 años en París, donde lleva a cabo una activa carrera solista, charló vía Skype con este medio y con un castellano afrancesado pero de inconfundible dialecto criollo, relató las vicisitudes de la grabación de aquella piedra angular del rock nacional.

Foto: Andrés Macera
Jorge Migoya se presentará el 23 de abril en el Fontanarrosa. | Foto: Andrés Macera

¿Cómo se formó Síntesis?
—Éramos una banda de barrio, todos vivíamos en Bella Vista, cerca de la cancha de Newell’s. El baterista vivía por Ovidio Lagos, el bajista en el pasaje Independencia y yo por Crespo. El primer contacto fue entre Juan Ricci (bajista) y yo, juntos empezamos a buscar un baterista, al que conocimos en una sala de ensayo que estaba en Salta y Oroño. Nos habían hablado de él y juntos fuimos a ver varios ensayos y así fue como dimos con Julio Cusmai, pero hasta que no hablamos con él no nos enteramos de que éramos vecinos. El grupo se formó en el 73, grabamos en el 76 y nos separamos un año después.

—¿Cómo llegaron a grabar el disco?
—A principios de los setenta en Rosario había un pequeño teatro en un sótano por calle San Lorenzo, cerca del Savoy, que se llamaba Sala de Bolsillo. Ese fue el primer lugar en donde tocamos. Ahí comenzó todo. Nos presentabamos bimestralmente ahí y nos iba bastante bien, metíamos alrededor de 60 personas  y siempre renovábamos el repertorio. Pero empezamos a tener cada vez más repercusión y fuimos accediendo a salas cada vez más grandes. Uno de los recitales más importantes que dimos fue en la Biblioteca Argentina, algo bastante insólito, me refiero a que un grupo de jazz-rock acceda a ese espacio. Y otra presentación a sala repleta fue en la Facultad de Ingeniería, por Pellegrini. Ese día cayó a vernos un tipo llamado Alfredo Fiorito, que ahora es un DJ muy famoso en Islas Baleares y que estaba vinculado al diario La Capital. Un tipo muy excéntrico, recuerdo que tenía una novia sueca y andaba con un perro rarísimo. Y él se re copó, nos tomó de la mano, produjo varios de nuestros shows y nos hizo tocar con Polifemo en el que era el cine San Martín. Y ese día las cosas se terminaron de ensamblar, porque un tipo que pasaba por ahí vio que había una cola larguísima para entrar y se mandó, se trataba de un productor rosarino de apellido Buccini que tenía una compañía disquera de cumbia y cuarteto. El tipo hacía mucha guita comercializando música popular pero tenía la intención de hacer un sello paralelo para otros géneros más exóticos. Y así es que fuimos producidos por esta gente, que nos llevó a grabar a Buenos Aires, porque en Rosario no se podía grabar, había un estudio pero era de dos pistas, algo muy precario, por suerte hoy las cosas cambiaron. En esa época la banda se había agrandado, invitábamos a otros instrumentistas a tocar en vivo. Y a Buenos Aires viajamos con la idea de sumar algunos músicos, y fue así como conocimos a toda la camada jazzera de la época. Con el que entablé muy buena relación fue con Rodolfo Alchourron, que me presentó a otros músicos que fueron los que grabaron vientos en el disco.

Según tengo entendido el primer día de grabación coincidió con el golpe de Estado ¿Cómo recordás ese episodio?
Sí, así fue, el disco se grabó y se mezcló el 24 y 25 de marzo del 76. Recuerdo que durante el primer día de grabación hicimos una pausa para almorzar en un lugar cerca del estudio y vimos los tanques circulando por la calle. Pero en ese momento nadie se dio cuenta que estábamos por entrar a un mundo completamente diferente. No dimensionamos lo fatídico de ese momento, teníamos escasos 20 años y estábamos en otra.

¿Eso tuvo que ver con tu exilio?
Sí, en parte sí. Yo nunca había pensado en irme de Argentina, no lo tenía programado. Inclusive después del golpe fui a la colimba. La hice cuando Videla estaba en el poder. Apenas terminamos de grabar me fui para el regimiento en Junín. Salir de la vida cívica para entrar en ese sistema terrible me hizo muy mal, sufrí mucho. Tengo muy malos recuerdos. Yo estaba en la banda, donde tocaba el tambor. Al menos no tenía un fusil, tenía palillos. Apenas salí de la colimba presentamos el disco de Síntesis en el teatro Fundación Astengo y después de eso decidí irme. No sé cómo explicarlo, pero diría que me fui en una misión artística y no por persecución política. En París conocí muchos músicos que se habían ido por problemas políticos. Después de la colimba tuve la posibilidad de hacer arreglos para un músico que venía de Estados Unidos a grabar canciones de latin pop. Un disco para latinos que viven en Estados Unidos, el tipo cantaba un poco en inglés y otro poco en español. Él sólo había venido con las letras y yo le hice la música y los arreglos. El disco lo grabamos en Buenos Aires con una orquesta y me pagaron bastante bien. Y ese fue el combustible para irme, porque yo no tenía un mango, siempre estaba viviendo como podía. Me dieron alrededor de dos mil dólares, y en ese entonces un pasaje de ida a Europa costaba 1.500 y todavía se podía comprar sólo el de ida. Y pensé, si me quedo en Argentina, la plata me la gasto en comida y a su vez pensé en Europa, porque los Estados Unidos eran quienes habían generado la situación en el país.

—¿Podrías afirmar que Síntesis fue el primer grupo de rock instrumental de Rosario y quizás del país?
Te puedo confirmar que al menos fuimos el primer grupo de rock instrumental de la ciudad, no sé si del país, pero puede que sí. En paralelo a Síntesis estaba Crucis y Alas, por nombrar dos bandas análogas, pero ellos tenían tramos vocales y nosotros no. En esa época era muy raro encontrar una banda en la cual no haya voces, inclusive Pablo El Enterrador, otra banda muy popular de la ciudad también tenía un cantante. El rock progresivo era cantado. El público no estaba acostumbrado a escuchar bandas sólo instrumentales. Nosotros nunca nos planteamos que haya voces sobre todo porque ninguno de los tres podía cantar.

¿De qué manera se dio la reedición del disco?
Horacio Vargas de Blueart me contactó por el tema de la reedición hace unos años. Él fue fan de Síntesis y siempre me ha apoyado bastante. Yo tengo editados cuatro discos de manera individual con el sello. Y a pesar de que nunca estuve en esa de los viejos que vuelven al escenario para hacer lo que hicieron hace veinte años y tocar las canciones que todo el mundo quiere escuchar, él insistió con el asunto del aniversario y sumado a la gente que veo por internet preguntando por el disco me convencí. El disco va a salir en CD y yo voy ir para allá a tocar algunas versiones con un cuarteto en el Fontanarrosa el 23 de abril, e inclusive voy a hacer una fecha de piano sólo en el ECU con mi repertorio solista. De todos modos para mí eso no es Síntesis, sino que son nuevas versiones de composiciones que hice hace mucho tiempo.

—¿Hay alguna diferencia entre la edición original del disco y esta?
El disco lo remasterizó Luis Suárez y yo lo retoqué un poco, restringí el abuso del estéreo. Por ese entonces se acostumbraba panear todo, el estéreo al mango, todos los discos eran así. Yo lo ensamblé un poco más y corté algunos fragmentos. Hay que dimensionar que la grabación y mezcla originales se realizaron en dos días. Hoy ya nadie hace eso. Un delirio.  Encima está grabado todo junto, todos tocando a la vez, el que se equivocaba se equivocaba por todos. Pero sin embargo suena. Le saqué lo que podría llamarse música de espera, que la idea original era que no quede. Era algo que nos funcionaba en el vivo, pero en el estudio empobreció la grabación. La manera de escuchar música cambió, hoy todo va mucho más rápido. Lo que hice fue mejorarlo. A su vez esta versión viene con un bonus track, una grabación que hicimos después, pero esa incógnita la dejo para cuando lo escuchen.

—¿Mantenés contacto con tus ex compañeros de banda?
— El único contacto que tuve fue hace un tiempo con Juan, él es quien tenía las cintas, que ahora tengo en mi casa. Las cintas pasearon por todos lados, de hecho el disco fue editado en Brasil. Cuando yo me fui de Argentina me corté de todo, todo desapareció, porque irse del país es terrible. Para mí la única manera de adaptarme a otra tierra fue olvidar la mía, al menos por un tiempo. Si guardaba contacto me volvía loco. Tuve que asumir que estaba sólo, sin nadie, sin un amigo. Si yo hubiese tenido el pasaje de vuelta no me hubiese quedado ni un mes en Europa. Allá conocí lo que es la calle, me hice linyera, dormía en la calle y comía lo que podía. Una cosa muy extraña, un día tenía un grupo, tocaba en Capital y me pagaban por hacerlo y de la noche a la mañana no te conoce nadie. Lo cual en un punto también es bueno, porque cambia el valor de las cosas y el valor sobre uno mismo. Esa experiencia me hizo pasar de ser un pendejo a ser un hombre. Y a los cinco meses de estar en París hablando un poco el idioma me di cuenta que mi vida se estaba transformando.

Publicado en la edición 239 de El Eslabón.

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