La editorial Ciudad Gótica acaba de publicar Hombre X, el primer libro de poemas en prosa del músico, compositor y poeta, Lucas Simeoni. Como el propio autor definió, se trata de “un libro de anti poesía, cargado de pensamientos laterales”. Acaso se pueda soportar la tragedia humana con el sarcasmo y el humor maldito del hombre que asiste al espectáculo de su propia destrucción como especie. Porque el futuro ya llegó y el mundo se puede poner todavía peor. Como un Zaratustra punk moderno, el narrador anuncia al súper hombre de adamantium, el Hombre X de nuestra era, la era de las cucarachas y otros insectos, esas criaturas que podrían sobrevivir a cualquier desastre nuclear, y permanecer inmutables.
“Soy el Wolverine de un país subdesarrollado” así empieza el hombre mutante que toma nota del estado de situación en un puñado de breves poemas en prosa, algunos de ellos, despojados de registros poéticos. Justamente, la elección del lenguaje de la ciencia ficción dura, para narrar un mundo distópico, estúpido y sensual, es acertada cuando se tiene otra cosa para decir.
El hombre mutante se enamora de sirenas varadas y chicas que que no saben qué hacer con la libertad. En Ciclo Femenino, la cacería femenina, aparece como el reverso al instinto natural de la hembra en la búsqueda del mejor y más apto pretendiente, de la búsqueda infinita del ideal.
De Vlad y otros demonios, es el segmento del libro maldito y romántico. Se intensifica el lirismo combinando la perversión, el erotismo, la burla y el despecho en lupanares, salas de torturas, moteles con espejos deformantes y hasta ¡lluvias doradas!
En Sección Inmanente, un joystick vibrador que se impone al sexo de domingo, los cyborg chef que contaminan el arte de cocinar, un doctor Culo, y la chica del Gimnasio configuran la última parte del libro, la más posmoderna, y una sutil parodia a la inminente rebelión de las máquinas.
Dedicado a la memoria de Fabricio Simeoni, escritor, poeta y hermano del autor, Hombre X no propone un eje sobre el cual se organicen todas sus partes, pero en cada una de ellas se dibuja una sonrisa amplia y oscura. “De haber nacido en el primer mundo, nada de la resistencia nos daría inmunidad”. Mientras se resiste, se disfruta.