Antes de partir rumbo a España, el músico y compositor rosarino ata algunos cabos sobre su nuevo disco, La Trituradora, y reflexiona con honestidad brutal sobre lo que lo une y lo aleja de Rosario.

Mauro Digerolamo presentó a mediados de abril en la Plataforma Lavardén su último trabajo discográfico, La Trituradora, luego de un derrotero de intensas semanas de preparativos, ensayos y arduas jornadas de prensa para promocionar su recital. En diálogo con El Eslabón, el músico rosarino contó que ahora se prepara para cruzar el charco rumbo a España y “tomar un poco de distancia” de la escena local con la cual está en conflicto.

“Estoy un poco enojado con la ciudad, por un montón de cosas, más bien es un análisis que hago. Es mi tercer disco, yo estoy tocando en la peatonal hace años, he tocado en muchas eventos sociales privados o que organizan los socialistas. La parte de la cultura de Rosario deja mucho que desear. Y pasa que se vende una imagen de una ciudad de cantautores, y la verdad…¡la pija!”, dice un Digerolamo frontal.

El ex integrante de Hermosos Perdedores, además, aseguró: “Los que están a cargo te dan una plaza muy chiquita, no hay mucho apoyo y la gente no va. El cantautor en Rosario no lleva gente, se prefiere saber que hay una fiesta después. A la gente de Rosario le gusta la joda, digámoslo así, no le gusta la música de autor. Bah, no sé si no le gusta, pero no te va, por más que uno se gaste guita en prensa, o el show haya salido de diez. Digo, en nuestro show hubo gente, pero como músico y como productor independiente, después no te alcanza”, confesó el guitarrista.

“Todo esto lo veo ahora como un balance de toda la remada y la pateada que hice y sigo haciendo en la ciudad, porque como artista es una ciudad hermosa para componer, es hermosa para grabar, para conectarte, pero como productor independiente se hace difícil. Yo le digo a la banda, por el show que dimos, me siento Lennon, pero como productor perdí, me salió mal, porque para sostener un show tuve que poner plata arriba.”, agregó.

“Esto nunca lo digo en ningún medio, porque trato de ser optimista y hablar bien de las cosas, y respeto a la gente, pero me jode y me duele la hipocresía, porque si todos dijeran: «Rosario, ciudad cumbiera», estaría perfecto; pero eso de que «Rosario es una ciudad de cantautores», es sólo un decir. A la gente le gusta que haya fiesta después, y acá, los socialistas no plantean eso, porque terminás de tocar y se cierra la barra, se cierra todo y te tenés que ir. Y molestan, y viven rompiendo los huevos a los bares como Pichangú, la Chamuyera, el bar Olimpo, y D7. A todo lo que no sea cultura oficial.”

Un hueso duro de roer

En principio el autor plantea que La Trituradora “es un disco diferente», y que «amasija» sus dos anteriores trabajos.

—Es un material crudo, oscuro, y concreto. ¿Es cierto que lo considerás como un verdadero primer disco?
—El primer disco lo produjo Juan Flores, que es el bajista de mi banda, y el segundo lo produjimos con Juan y Mauricio Magaldi. En cambio este disco lo produje yo solo, por eso lo siento como el primero, porque se despega de la estética de los dos primeros, que si bien no son iguales, suben un escalón. Para mí este subió tres escalones, pero no por lo mejor o peor, sino que en éste se cambió mucho la estética. Es un disco más homogéneo, trabajé con la banda de rock que tenía. Los discos anteriores los trabajaba desde la cabeza, si en un tema quería poner un acordeón, llamaba un acordeonista y después en vivo lo tocábamos con la banda estable. Este disco fue concebido con la banda que tenía, una banda de rock, no tenía una banda de samba o de otra cosa.

—¿De qué tratan las nuevas letras? ¿qué otros cambios hubo en la composición?
—Yo soy una persona que vive acá, no vivo en un country en Pilar, y de ahí compongo las letras. No tengo tan claro que todos se sientan identificados, sí tengo claro lo que quiero decir. Obviamente que lo que quiero decir data de cosas que vive mucha gente. Si yo digo en una canción que no me alcanza la plata, lo digo porque de verdad no me alcanza. Y en eso se va a identificar mucha gente. Lo que sí cambié fue la manera de cantar, es más agresiva, hay mucho ejercicio de canto durante años. Desarrollé tonalidades que a mí me sirven más y que antes no hacía: a mí me bajaba un tema en Mi mayor, y lo cantaba por más que me quedaba así (lo grafica imitando una caída). Ahora hago el tema en Mi mayor y lo subo a Fa sostenido para que me quede así (ahora lo representa señalando una subida). Las letras son un crecimiento, técnicamente le esquivo a la palabra “Yo”. Trato de decir más como citas para que vos te puedas sentir identificado.

—En el disco hay un tema que se llama Ansiedad, que es un temática que está presente en tus trabajos, y que atraviesa particularmente nuestra vida cotidiana, es algo que casi no se habla en los diarios ni en la televisión pero que está muy presente…
—Lamentablemente es algo que atraviesa todos mis otros sentimientos: el amor, la alegría, la tristeza. Yo he tenido trastornos de ansiedad y, de alguna manera, la canción, el arte y la música me sirven para ser una especie de catarsis, de terapia para combatirla. La ansiedad no es algo malo siempre, a veces está bueno porque sino te quedás en los laureles. Pero cuando te juega en contra, es muy dañina. A veces vos pensás que el problema estaba en un lugar y es la ansiedad. “No puedo estar con la chica que quiero, no puedo sacar el disco que quiero”, y capaz que lo que te juega en contra es hacerlo de una manera. En el tema La Trituradora, hay una parte que dice: “Antes el rock era la revolución, pero ahora nada se compara con mi ansiedad”. Quise decir que el rock se volvió algo más personal, no tan social como en la época de los músicos que a mí me gustan, de Los Beatles por ejemplo, que inventaron la juventud, un cambio profundamente social; o Creedence, los que cantaban en inglés; o los trabajos viejos de Spinetta y Charly. Entonces me parece que el rock antes tenía una visión más social, contestataria, más grupal. Hoy hago rock porque me estoy peleando conmigo mismo.

—¿Qué significa para vos La Trituradora?
—Yo hice la música del tema La Trituradora (agarra la guitarra criolla que descansa en un estuche abierto y con un rasguido intenso toca un fragmento del tema que le da nombre al disco. Mantiene la atención en el ambiente, deja de tocar y sigue hablando). Nació de la música, no de la letra. Y entonces eso me sonaba como una máquina, como una trituradora, esa música me sugirió el concepto “la trituradora”. Y me imaginé, cuando dicen “la picadora del rock”’, bueno, la trituradora. También fue una manera de romper, de triturar lo que yo estaba haciendo, o sea el primer y segundo disco. Es como que este disco amasija a los otros. Yo no te puedo decir que La Trituradora es esto, es este otro. Yo lo relaciono con un montón de cosas, por ejemplo: la trituradora es la vida, es el paso del tiempo, algo que no se detiene, y que no perdona. Y vos, dentro de eso que no perdona y no se detiene, tenés que hacer algo. Pero también es lo otro, que yo lo usé para triturar lo que yo venía haciendo. Igual la idea no me surgió de la literatura, sino de la música.

—Te vas a España a seguir con tu música, ¿qué sabés de los artistas que viven allá?
—Necesito tomar distancia, y necesito más plata. Acá me alcanza para los puchos, para el vino; pero para pagar un alquiler, no. Y si quiero tener un hijo, la guitarra la tengo que vender. Sé que Europa no está en el mejor momento, y no quiero comparar, pero sé que con cien euros me lleno el changuito, y acá con cien pesos cargo la tarjeta de bondi y me compro unos Phillips. Primero voy a ir al País Vasco, a la casa de Lucas, que era el dueño de la Taberna Vasca acá en Rosario (un extinto recinto de músicos y artistas locales, cercano a la plaza del Che). La idea es tocar donde sea, tomar aire, acá dejo todo: la Banda Verde, que es mi trabajo. Me voy con dos guitarras, una criolla y una eléctrica. Me voy con mi novia y me caso para no tener problemas allá, ya que están ortibas con eso. La Trituradora fue un cierre. Ahora estoy grabando temas sólo con la guitarra, haciendo un compilado, y me voy con eso a empezar de cero allá. La Trituradora es un disco que hice para acá. porque es un disco que ganó el concurso de Espacio Santafesino. Nos dieron una plata que fue una miseria y la gastamos en Ramaphonic (ex Circo Beat). Pero bueno, así quedó, la experiencia fue buenísima y por ahí me quedo un poco triste por lo que te decía, porque hay gente que te dice: “voy”, y no va.

Los caminos de la vida

Mauro Ernesto Digerolamo es músico, compositor y guitarrista, y no deja la música desde que, de pendejo, comenzó a tocarla. “Mi primera banda se llamaba La Mafia, en la escuela primaria, tenía diez, once años, ahí empecé a hacer mis primeras canciones con mis amigos del Colegio Pompeya. Después tuve otra banda y empecé a hacer temas míos; y más tarde formamos Hermosos Perdedores con Julio (Franchi) y Alejo (Castillo), cuando no existía la internet, por eso nuestros temas no se encuentran”.
Con la disolución de HP, cada uno de sus integrantes se metió de lleno en proyectos propios. La Trituradora, el nuevo material discográfico de Digerolamo, es el tercero de una serie de unipersonales que se completan con Actitud de entrega (2012) y Estoy Jugando (2009). El nuevo disco cuenta con once canciones, entre las que se encuentran A los que nacemos en Libertad, Amo, El disfraz, Las Bestias y Vulgar. La base de la banda que grabó La Trituradora está compuesta por Juan Flores (bajo); Tito Barrera (batería); Fabricio Magaldi (guitarra), y Digerolamo (voz, guitarras y teclados).
Además, el músico es parte de La Banda Verde, un grupo que versiona temas en eventos sociales, públicos y privados. “Con La Banda Verde vendemos 40 discos por fin de semana desde hace seis años. Es otro palo, distinto a lo que uno hace como solista. Nosotros vamos a la gente”. Proyecto que le permitió a Mauro trabajar como músico sumado a su oficio como docente.

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