Diputados que intentaron entrar al Senado también fueron impedidos de pasar acompañados por movimentos sociais. Foto | Mídia NINJA
Diputados que intentaron entrar al Senado también fueron impedidos de pasar acompañados por movimientos sociales. Foto | Mídia NINJA

Mientras el Senado votaba, una multitud se concentró en la plaza de Cinelandia para dejar en claro que el golpe institucional –inevitable– no parará la ocupación de calles, plazas e instituciones.

Las manifestaciones contra el golpe se replican a toda hora en todo Brasil. Río de Janeiro no es la excepción. Una señora me habla. No para de hablar. La mujer tiene unos cuarenta años y una remera blanca, con dos insignias: una que dice Foro do Brasil y otra Intervención Civico-Institucional. Sigue hablando, como explicando, pero con un tono bastante imperativo. Le entiendo pocas palabras: izquierda, droga, nunca sufrí así, nunca, nunca, jamais. Yo le pido perdón: no le puedo contestar, no hablo nada de portugués. Ella, entonces, me pregunta de dónde soy. “Argentina”, le digo. La mujer me sonríe. Levanta los pulgares para arriba y exclama: “¡Argentina! ¡Están bien ahora!”. Le devuelvo, con esfuerzo, la sonrisa, y me doy vuelta. Más tarde iba a escucharla dar una entrevista. “¿Está a favor del impeachment?”, le preguntan. Ella dice que sí, impeachment (juicio político) e intervención militar.

Cinelândia es una plaza ubicada en el centro de Río de Janeiro, Brasil. Es la más grande en el centro y el punto de concentración para manifestaciones políticas. La Cámara Municipal –en Argentina, el Concejo Municipal– está ubicada en esa zona y sus escalinatas ofician de escenario para los actos casi diarios que ahora suceden en Río. En esa plaza estaba el miércoles la señora que hablaba de pobreza, de izquierdas, de impeachment e intervención militar. En esa plaza, también, cientos de personas que se convocaron para seguir gritando que “No Vai Ter Golpe”, aunque la tarde de ese día, 11 de mayo, la aprobación del impeachment a Dilma Roussef ya era seguro, y con eso, los 180 días de Michel Temer en la presidencia. Un cordón policial marcaba el límite entre los manifestantes: la grieta carioca. De un lado, no llegaban a diez y se los escuchaba insultar: “Comunistas, comunistas”. Del otro lado, unos cuantos más –que llegaron a pasar el centenar– devolvían con sus propias malas palabras: “Fascistas, golpistas”.

La concentración de esa tarde en Río de Janeiro duró unas seis horas. Desde el comienzo hasta el fin, hubo un micrófono abierto y alguien hablando, arengando al pueblo a que mañana (por hoy), pasado, y todos los días, continúe tomando las calles y plazas en defensa de la democracia. No hay escenario, sólo el micrófono y los parlantes –que salen de un camión de la Central Única dos Trabalhadores (CUT)–, y la gente que va llegando y se acomoda en un círculo que tendrá al orador de turno como centro. El oído argentino tarda poco en acostumbrarse al portugués y ya con una mínima práctica logra entender los conceptos básicos que retumban en Cinelandia: golpe, golpista, fora Temer, fora Cunha, ocupa rúa, ocupa todo, democracia. El nombre de Dilma también suena, pero no tanto. Todos entienden que la grave situación la excede, que no se trata de estar a favor o en contra de su gobierno, sino de defender la voluntad popular en las urnas.

Los que ocupan las calles, las plazas, las escuelas, los campos e instituciones de Brasil son los ciudadanos que accionan al ritmo de un grito y un concepto: “Nao vai ter golpe/vai ter luta”, algo así como que no va a haber golpe, va a haber lucha. El miércoles, sin embargo, fue distinto. La sesión del Senado nacional arrancó pasadas las 9 de la mañana y se extendió hasta la madrugada. Ese día, los senadores tenían que votar por sí o no al impeachment a la presidenta Dilma Roussef. Los resultados ya eran conocidos: el jueves el país iba a amanecer con un gobernante que no fue elegido por el pueblo. Esa expectativa generó que también salgan a las calles los ciudadanos que consideraron que había algo para celebrar. Los de Río llamaron a encontrarse en Cinelândia.

Las primeras horas de manifestación del once de mayo estuvieron signadas no sólo por la grieta ya mencionada, sino también por la presencia de un hombre disfrazado de Batman, parado en el techo de un camión y sosteniendo un cartel: “¡Tchau querida. Fora Dilma!”. El hombre, que no necesitaba hacer más para llamar la atención, estaba acompañado por el Movimiento Direita Ja, que sí, significa “Derecha, ya”. No había, todavía, un cordón policial que separe a los “comunistas” de los “golpistas fascistas”, aunque los primeros fueron más a toda hora. Con eso, y el golpe transmitido en vivo y en directo, la tensión creció al punto de que vuelen botellas, escupitajos e insultos, y Batman se vaya, refugiado, en patrullero. Más tarde se escucharía desde el micrófono: “No va a ser Batman el que salve a los trabajadores y trabajadoras”.

En Río de Janeiro es otoño. Pasadas las 17.30 –la concentración comenzó cerca de las 15.30– ya es de noche. El buen clima, sin embargo, permitió que, hasta eso de las 21, la gente siga escuchando, arengando y, sobre todo, encontrándose. No es fácil explicar la sensación en la calle, en las reuniones, en las palabras que salen del micrófono. El golpe –muchos aclaran: golpe de por ahora 180 días– ya estaba consumado hace días y no hay mucho lugar a la tristeza, por ejemplo, aunque se entiende que los colectivos ya pasaron por esa etapa. Sí se percibe, a nivel colectivo, la convicción y la fuerza de ser oposición. Hay también una clara preocupación y ante todo, incertidumbre. Muchas personas comparan el proceso de Brasil con el de Argentina. Macri es una referencia, buena o mala, pero referencia al fin, aunque su caso tenga la no menor diferencia de haber sido elegido por el pueblo. Hay semejanzas claras entre los dos países: el avance de las derechas por un lado, pero también la reorganización del pueblo en función de esta nueva realidad. Esa naciente organización encuentra a jóvenes y adultos, trabajadores, desocupados y estudiantes, en la calle y con un mismo objetivo: vai ter luta.

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