Foto: Manuel Costa
Foto: Manuel Costa

En principio, las rejas buscan establecer una distancia, una separación. Una exclusión en la que uno está obligado a sospechar qué hay del otro lado. ¿Qué rejas nos preocupan? ¿Qué rejas se destacan? ¿De qué manera nos enrejamos? Hay rejas visibles: en las ventanas de las casas, en las vidrieras. Y hay otras, otros modos de reclusión, que despiertan otras preguntas sobre las rejas de la ciudad. ¿Qué hay detrás de las rejas de las cárceles, que son de las más opacas, oscuras e invisibilizadas? Algunas cosas las sabemos, otras podríamos intuirlas, pero existe también una multitud de situaciones, relaciones y detalles que resultan inimaginables, imprevistos. Por eso esta charla con Mauricio Manchado, integrante del colectivo de talleristas La Bemba del Sur y autor del libro Las insumisiones carcelarias (Río Ancho Ediciones, Rosario, 2015): para hablar del otro lado del otro lado.

–(Mauricio) El sentido de la reja abre dos dimensiones, una material, que es la que se visibiliza, separa, establece fronteras, dice “unos están adentro y otros afuera”. La otra dimensión es la simbólica, la de los sentidos que se van construyendo en torno a eso que queda adentro. Ya no es, en el caso de la cárcel, solamente la delimitación corporal, la imposición de una restricción de lo ambulatorio: hay algo del orden de lo simbólico, con todos esos sentidos que se encierran en una cárcel. Podríamos transpolarlo a otras instituciones, escuelas, psiquiátricos, y funcionaría igual.

–(Ezequiel) En esa serie hay una determinada forma del adentro y del afuera. Un adentro impuesto, un encierro. Pero existen otros adentros, autoimpuestos, que pueden ser los espacios privados, la reja que aísla la casa. Resulta interesante pensar que no sólo ciertos sentidos se encierran y se clausuran, sino que lo que queda afuera desaparece como horizonte de pensamiento, de simbolización, de experiencias. La negación del afuera. ¿Qué pasa con el afuera en la cárcel?

–(M) En la cárcel, la reja tiene una cosa de fluctuación. Desde el momento en que la persona entra a la cárcel, esa reja –que es de ingreso– pasa a tener el sentido del egreso. El que entra, lo único que quiere es volver a pasarla pero para el otro lado. En una mirada general, las rejas que vamos pasando y transitando van cambiando de sentido de acuerdo a las trayectorias que le vamos imprimiendo a esos espacios. En el detenido, en este caso, uno puede ver que a medida que esos tránsitos van avanzando, los sentidos de esas rejas se modifican. Y hacia el interior de la cárcel hay adentros sumados al adentro, algunos autores hablan del encierro dentro del encierro. Aquello que por ahí pareció un infierno, la primera reja cuando alguien entró por primera vez a la cárcel, adquiere otra dimensión en el momento en que se reconocen otras dinámicas, rejas que se pueden abrir, porque la cárcel habilita que ante el reconocimiento de los otros actores y espacios que pueden circular también algunas cosas pueden empezar a abrirse. Uno diría de la cárcel que está todo clausurado, pero hay distintos movimientos tácticos de las personas que transitan ese adentro, y no sólo los presos, porque los actores externos estamos intentando abrir rejas que estuvieron bastante cerradas. Uno creería que la reja da un sentido de lo estático, pero siempre hay resquicios para abrirla.

–(Lucas) Se me viene a la mente un fragmento de un poema de Paco Urondo, escrito en Devoto, que dice “la única irreal es la reja”, el propio acto de escribir y de filtrarlo al exterior desmienten la supuesta realidad exclusiva de la reja. ¿Cuáles son las insumisiones que se dan hacia adentro y que logran romper la realidad dura de los fierros?

–(M) Lo que trabajo en el libro son, justamente, algunas operaciones discursivas que ponen en juego las personas que están detenidas en el momento de interactuar con otros actores carcelarios. Modos de resistir a esa institución que lo único que hace es dejarte morir, no sólo física sino también simbólicamente. Las insumisiones pueden aparecer bajo modos que conocemos: enfrentamiento directo a la institución, huelgas, fugas, motines. Pero esas expresiones se combinan con otras. Yo trabajo con tres categorías, la paradoja, la aporía y los juegos del lenguaje, tratando de pensar cómo se implementan en determinadas situaciones interactivas dentro de la cárcel. La idea de insumisión me permitía articularlas y mostrar que aparecen en el propio discurso como un juego bastante paradójico entre aceptar las prescripciones carcelarias para, en esa misma aceptación, poder negarlas. Estos no son siempre juegos conscientes, se van entramando. Ahí está la paradoja que hace mover a la cárcel, que es paradójica y se mueve sobre esa base de paradojas.

–(L) ¿Qué pasa con esos modos de resistencia al ponerse en funcionamiento?

–(M) Fundamentalmente generan algunas estrategias de supervivencia, un tránsito por la cárcel un poco menos conflictivo para sus propias trayectorias subjetivas. Por otro lado, habilitan a traspasar esa reja material lo más pronto posible. A esas insumisiones las reconozco en una situación que denomino de “egreso carcelario”, de estar cerca de acceder a las salidas; se implementa ahí porque el único horizonte es salir. Parece de sentido común, pero dentro de la cárcel no está tan asumido porque todavía hay una fuerte raigambre de la lógica resocializadora, la de la cárcel cumpliendo una función educativa, correccionalista. En términos reales, eso no sucede. Sin embargo, algunos actores sostienen ese discurso y tratan de implementar prácticas en ese sentido, en una suerte de parodia a veces. Ahí se inscriben las insumisiones, en el juego de hacer creer que se asumen las prescripciones pero porque es la manera de acelerar el tránsito.

–(E) Arriesgo algo. En la secuencia anterior, las condiciones dentro de la cárcel eran de suma importancia. Por lo tanto, funcionaba la lógica de interpelar a las autoridades penitenciarias. En este momento, por lo que decís, la negociación ya no tiene que ver con reformar la cárcel, sino con salir.

–(M) No dejó de existir ese otro modo, pero en esta situación particular de egreso, en el caso de la Unidad 3 (Zeballos al 2900, conocida como “La Redonda”), donde la mayoría están próximos a la salida, ya no interpela la necesidad de cambio, de pedirle a la institución lo que dice que va a dar. Hay cierto reconocimiento del sentido final de la cárcel. Debe ser un tránsito. La institución carcelaria generó un discurso fuerte y significativo que dejó de pensarlo como un tránsito y lo puso como condición de vida, de horizonte posible.

–(L) Por lo general, lo que se difunde de lo que pasa dentro de las cárceles, que surge como denuncia, son los casos de abuso de autoridad, maltratos, las condiciones de encierro, pero también hay otras experiencias que manifiestan la vitalidad de los pibes que, en su mayoría, no se conocen. ¿Qué es eso otro que hay dentro de las cárceles, que nutre las insumisiones?

–(M) Hay potencias por todas partes. Por lo general, la cárcel cercena esas potencias. Sin darle un tinte de bondad y benevolencia, sino más bien de porosidad, lo que pasa a veces es que se producen encuentros, está la posibilidad de crear. Nosotros lo venimos realizando con el colectivo (La Bemba del Sur), intervenimos en las cárceles del sur de la provincia tratando de generar espacios de posibilidad a través de prácticas culturales, periodismo, arte, filosofía. Espacios donde pensarse de otra manera, disputarle algunos sentidos a la cárcel. Aquellos sujetos que transitan estos lugares construyen autopercepciones de carácter negativo, pibes que creen que nacieron para ser chorros y las autoridades les reafirman eso.

–(E) Ahí hay otra paradoja con lo reformatorio: el discurso que habla de la reforma pero que recuerda todo el tiempo que es imposible reformar.

–(M) La cárcel se mueve en una paradoja constante. En esa tensión entre lo que muestra y lo que hace, lo que debe decir y lo que sucede, entre el deber ser y el poder ser, es un entramado que se va conjugando. Estos espacios que abrimos habilitan otras potencias, y uno puede encontrar muchas virtudes, tipos que tienen una sensibilidad distinta por sus propias experiencias. La verdad que pasan cosas que ni siquiera esperamos, y hasta nos desconcertamos, porque no sabemos si perdemos el rumbo o está pasando algo que nos va trascendiendo. Por ejemplo, hace unas semanas invitamos al Club de Investigaciones Urbanas a proyectar el documental Ciudad del Boom, Ciudad del Bang; a la semana siguiente, cuando nos reencontramos con los detenidos y empezamos a reconstruir lo que había pasado en ese encuentro, descubrimos un nivel de reflexión y una capacidad crítica que nosotros no tenemos porque hay experiencias que no vivimos y siempre estamos en el lugar del otro, de extrañamiento.

–(L) ¿Cómo fue el proceso de escritura del libro en relación a la reconfiguración de la experiencia acumulada, la memoria de lo que se venía haciendo, y a la continuidad futura de tus prácticas en las cárceles?

–(M) La escritura fue un proceso de reescritura de la tesis doctoral, y si hago un poco de historia, viene de mi tesina de grado, desde 2006. Fue poner un punto y seguido, darle un cierre a ese proceso que venía realizando. Pero en el medio se fue cruzando toda la práctica de la intervención, más ligado a la militancia, a generar otros espacios para transformar lo que pasa dentro de la cárcel. Si bien uno lo piensa escindido, son canales que se cruzan todo el tiempo. Las ciencias sociales son un poco reacias a proponer cosas, y está bueno que desde el lugar de la militancia se pueda generar algún tipo de transformación.

–(E) Si pudieras recordar cómo veías la cárcel en 2005 y cómo la ves ahora, ¿en qué pensás que te transformó esta experiencia?

–(M) Siempre digo que la cárcel tiene dos capacidades, una negativa y otra positiva. La negativa es que te hace naturalizar cosas que en otro momento te sorprendían, circunstancias que lamentablemente se asumen como parte del escenario cotidiano. La positiva es que no te deja de sorprender, te pone frente a cosas por resolver que no esperabas, como conflictos con algunos actores con los que no imaginabas que tendrías conflictos. Subjetivamente, me generó que algunas cosas me impactaran mucho más que antes, su lado más violento y brutal, y que me siga generando sorpresas por su lado menos brutal, el de aquellos actores que no tendrían en su mano la idea de reprimir pero que terminan manejando otro tipo de represiones.

Entrevista realizada en el programa El Corán y el Termotanque que se emite los jueves a las 22 por Radio Universidad FM 103.3.

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