Un día después de que la ministra de Seguridad nacional, Patricia Bullrich, considerara como “una tranquilidad para los rosarinos” la detención en Capital Federal de Ramón Ezequiel Machuca, un integrante prófugo de la banda de Los Monos conocido como Monchi Cantero, catorce disparos de proyectiles 9 milímetros resonaron en la puerta principal de ingreso al estadio de Newell’s Old Boys, de los cuales una decena atravesó el cuerpo del “Cuatrero” Matías Hernán Franchetti, un pibe de 23 años ligado a la barrabrava del club y con un antecedente por tráfico de drogas. La intranquilidad ya estaba restaurada, devuelta al lugar central que posee en Rosario y cuya conversión en paz, evidentemente, no depende de un arresto ni de la necesaria desarticulación de una banda violenta.

“Una tranquilidad para todos los argentinos, una tranquilidad para los rosarinos que sufrieron este cartel, porque había tomado la forma de cartel, con todos los elementos que los carteles han tenido”, dijo Bullrich en la ciudad de Buenos Aires, donde Monchi Cantero fue detenido por la Policía Federal tras permanecer prófugo por tres años.

Para la ministra, los elementos que transforman a Los Monos en un cartel son la “utilización de sicarios, muertes entre bandas, utilización de dinero, compra de agentes policiales, asesinatos de quienes tomaban una parte del territorio de la comercialización” de estupefacientes.

Los tres ejes-consignas de la campaña presidencial de Mauricio Macri fueron Pobreza Cero, unir a los argentinos y combatir el narcotráfico. La caída de Machuca –una figura magnificada por los medios porteños, a los que acudió en la clandestinidad para brindar entrevistas y agigantar su mito- calzaba perfectamente en el tercer objetivo del gobierno de Cambiemos, que no colocó a una especialista en el área de seguridad sino a una mujer de confianza del presidente.

“Así que –siguió Bullrich el lunes 6- para todos los argentinos y especialmente para los rosarinos esta es una noticia enormemente importante”.

Un horas más tarde

Veinticuatro horas después, otra noticia relevante comenzó a opacar a la anterior: dos sicarios en moto acribillaron en la puerta del estadio de Newell’s, a las 16.30 en pleno Parque Independencia, a uno de los cabecillas de la barrabrava leprosa.

Matías Hernán Franchetti, conocido como “El Cuatrerito”, salía del club junto a otros integrantes de la barra cuando fue sorprendido por Ezequiel Brian Gruning (23) y Leandro Agustín Altamirano (31), quienes desde una Honda Falcon 400cc comenzaron a dispararle.

Según precisó la fiscal del caso, Marisol Fabbro, a partir de las declaraciones de testigos, el que iba como acompañante bajó de la moto y lo remató en el piso. También intentó disparar a sus acompañantes pero se quedó sin balas, o el arma se trabó.

Una patrulla del Comando Radioeléctrico los cruzó en bulevar 27 de Febrero y Oroño, obligándolos a dejar la moto. Descartaron una mochila con la pistola 9mm y continuaron la fuga a pie, pero fue corta. Dos vendedores que estaban en el lugar quisieron llevarse la mochila con la pistola; también fueron detenidos.

El nombre de Franchetti había obtenido luz pública en 2012 cuando fue detenido en Lisboa en el marco de una investigación antinarcótico conocida como “Carbón Blanco”, que desbarató una banda que enviaba cocaína a Portugal en bolsas de carbón desde el puerto de Buenos Aires.

Por esa causa fueron condenados el año pasado por un tribunal oral de Chaco el abogado Carlos Salvatore y el empresario futbolístico de Arroyo Secto Patricio Gorosito, a 21 y 19 años de prisión respectivamente. Otros dos imputados en el caso, Juan Carlos Pérez Parga y Héctor Roberto, recibieron condenas de 17 años de cárcel, mientras que Rubén Esquivel fue condenado a 12 años.

“El Cuatrerito” Franchetti no llegó a juicio. Quedó en libertad en medio del proceso y se hizo un lugar en los paravalanchas leproso al lado de Nelson “Chivo” Saravia, referente de la barra tras la detención de su jefe Diego “Panadero” Ochoa, líder del grupo conocido como “La hinchada más popular”.

Ochoa está procesado como instigador del crimen del anterior jefe de la barra rojinegra, Roberto “Pimpi” Camino, mandamás de las tribunas durante las presidencias de Eduardo José López. Pimpi regenteaba el agrupamiento llamado “La hinchada que nunca abandona”, que fue desplazado tras la salida del López del club.

Móviles

Para la fiscal Fabbro, “si bien aún no está establecido el móvil del hecho, tiene todas las características de un homicidio por encargo”. Por esa razón, imputó a Gruning y Altamirano por homicidio doloso agravado por el uso de arma de fuego, aunque no agregó la calificación de “bajo promesa remuneratoria”. Se desconoce, por ahora, al autor intelectual del crimen.

El juez Alejandro Negroni aceptó la calificación de la fiscal y ordenó la prisión preventiva sin plazo de los dos killers, uno defendido por los abogados de Los Monos, Carlos Varela y Adrián Martínez, y el otro por Leopoldo Monteil.

Quienes estaban junto a Franchetti el día del asesinato, el “Chivo” Saravia y el también integrante de la barrabrava de Newell’s, Maximiliano La Rocca, apuntaron a una interna como presunto móvil del homicidio.
Saravia, incluso, mencionó el apellido Camino. “Matías tenía un historial muy importante, se amenazaba siempre por Facebook con el hijo del Pimpi (Camino) y otros más”, declaró. Además, dijo que “El Cuatrero” era quien “manejaba la barra” –corriéndose él de ese lugar- y que es “por ahí es donde viene el problema”, resuelto con diez proyectiles de 9mm.

La Rocca le dijo a la fiscal que “actualmente no había alguien definido como cabeza de la barra” y que “desde que está preso el Panadero (Diego Ochoa) se pelean con nosotros, por lo que decidimos estar solos”. La ausencia de un liderazgo, se infiere, alienta las rencillas internas.

En las semanas anteriores, la aparentemente más tranquila barrabrava de Rosario Central, interrumpió un largo período sin broncas expuestas a la luz del día. Presuntos sicarios mataron a tiros el 25 de mayo a Julio César “Cara de Goma” Navarro, principal ladero del jefe canalla Andrés “Pillín” Bracamonte en la puerta de su casa del barrio 7 de septiembre. Navarro recibió un disparo en el pecho y murió en el Heca esa noche. Una de las hipótesis que investiga la Justicia es un ajuste de cuenta o la utilización del crimen de “Cara de Goma” como mensaje mafioso a Bracamonte.

A la semana siguiente, el cuerpo agujereado con 9 balazos del “Gringo” Mario Sebastián Visconti, otro barra de Central que había salido unos meses antes de la cárcel -a la que había arribado por una condena por narcotráfico-, apareció en un camino rural cercano a Ibarlucea, con su teléfono celular y dinero en los bolsillos. Una interna de la barra volvió a ser la principal hipótesis del asesinato, aunque no la única.

Las tres patas

Tanto en el caso que el Gobierno nacional consideró que “trae tranquilidad a los rosarinos” –la detención de Machuca- como en los que rebozan inquietud en la agobiada población ribereña, se repiten tres elementos: el uso de armas de fuego; la violencia de integrantes de las barras bravas de los clubes locales ligados al narcotráfico; y –al menos en el caso de Los Monos- la participación policial en los delitos que debería prevenir y/o reprimir.

Esos tres ejes fueron trazados hace tres años por el procurador de la Corte Suprema de Santa Fe, el jefe de los fiscales Jorge Barraguirre, a modo de instrucciones para la tarea investigativa de sus subordinados.

El objetivo era desarticular a las principales bandas y reducir los niveles de violencia que produce y sufre la sociedad rosarina, que medida en tasa de homicidios posee índices altísimos en relación a otras ciudades del país.

La disminución del circulante de armas en el mercado negro es, también, una de las políticas que encaró el actual ministro de Seguridad santafesino, Maximiliano Pullaro, que ve como en cada caso que mete la cuchara la saca salpicada de azul policial.

Con excepción de la causa contra Los Monos, no ha habido esfuerzos visibles de investigaciones contra bandas criminales que posean un alcance más o menos integral del asunto, y que exceda a los hechos puntuales. Tal vez la insuficiente producción de inteligencia criminal pueda ser una razón; la participación policial como reguladora del delito en sus más productivas expresiones es otra más diáfana.

La carencia de políticas públicas focalizadas y efectivas para los jóvenes que encuentran en la pertenencia a la banda que controla el barrio una salida –aunque fugaz y habitualmente de fúnebre consecuencias- más atractiva que el estudio y el empleo no permiten ser tan optimistas como Bullrich acerca de la tranquilidad de los rosarinos.

Monchi selló los labios

Ramón Ezequiel Machuca, el último jefe de Los Monos detenido esta semana en Capital Federal tras permanecer tres años prófugo, selló su boca ante las dos juezas que le tomaron indagatoria en cuatro causas distintas, una por asociación ilícita y tres por homicidios.

Machuca, conocido como “Monchi Cantero” por ser hermano de crianza del Claudio y Ariel Máximo Cantero, los otros dos jefes de la banda originaria de barrio Las Flores, se negó a declarar el miércoles pasado cuando la jueza Alejandra Rodenas lo indagó en la causa por asociación ilícita en la que está imputada -una parte- y condenada -la otra- de su familia.

Monchi dijo que no iba a declarar ahora aunque tal vez lo haría más adelante. Rodenas lo imputó por integrar en condición de jefe u organizador una asociación ilícita destinada a la comisión de múltiples delitos como homicidio, portación ilegal de armas, cohecho, amenazas y extorsiones, entre otros.

De allí, Machuca –quien dio como alias a la Justicia “El Mabu (por el más buscado)- fue hasta el juzgado a cargo de Delia Paleari, quien lo requirió por su presunta participación como instigador del crimen de Lourdes Cantero, una adolescente de 14 años que murió en 2013 cuando la vivienda en la que estaba –un presunto búnker de la zona sur- fue baleado.

“Jamás en mi vida ordené matar a nadie”, dijo Machuca ante la jueza y, nuevamente, se negó a declarar. En ese expediente está acusado de mandar a un tal Gabi a balear el frente del presunto búnker, porque estaba cerca de un punto de venta de drogas que administraban Los Monos.

En las escuchas telefónicas añadidas como prueba a la causa, Monchi habla con un policía de Inteligencia de la ex Drogas Peligrosas para preguntarle si el búnker que quería “cerrar” estaba “habilitado” por la policía.

El uniformado le averigua y lo llama para decirse que sí, que “está habilitado acá”, pero que no hay problema con atacarlo. Una de las balas dio en el pecho de Lourdes Cantero, quien falleció, por lo que se lo acusa a Machuca de instigador de ese asesinato.

El viernes el hombre de 33 años volvió a Tribunales, nuevamente requerido por la jueza Paleari. Esta vez en dos causas, ambas por homicidio.

En una de ellas fue acusado por presunto encubrimiento del crimen de Diego “Tarta” Demarre, asesinado de cinco balazos un día después de la muerta –también a tiros- del Pájaro Cantero, en presunta venganza por la caída del jefe de Los Monos.

En la otra causa, en la que también se negó a declarar, Machuca está acusado como instigador del triple crimen de Nahuel César, Marcelo Alomar y Norma César.

Tras el acto formal en los Tribunales, el “Mabu” volvió a la unidad penal de Piñero, donde está desde el martes pasado tras ser capturado un día antes en un auto en el barrio de Flores de la ciudad de Buenos Aires.

Fuente: El Eslabón

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