Foto: Andrés Macera.
Foto: Andrés Macera.

Luciana es la hermana de Gerardo Pichón Escobar, el pibe de 23 años que tras ser visto por última vez en el boliche La Tienda, la madrugada del 14 de agosto pasado, estuvo desaparecido una semana hasta que su cadáver fue encontrado en el Paraná. Por su cercanía en el tiempo, y la mecánica del hecho, la historia remitió rápidamente a un caso ocurrido meses antes, el de Franco Casco, de quien para ese entonces ya se sabía que previo a ser hallado sin vida en el río, había estado en la comisaría séptima de Rosario con claros signos de golpes, tal cual permitió ver una fotografía tomada por el propio titular de la dependencia policial y revelada en este periódico. Esta semana, en que comenzaron las declaraciones indagatorias a los policías y patovicas acusados de la muerte y ocultamiento del cuerpo de Escobar, Luciana se encontró con el eslabón para hablar de los avances y obstáculos de la causa, de la lucha por el pase del expediente al fuero federal y de cómo le cambió la vida todo este proceso de marchas, reclamos frente a tribunales, construcción de multisectoriales y encuentros con familiares de jóvenes asesinados por la violencia institucional. “Si todo funcionara como debiera –dirá–, yo tendría que estar en mi casa, con mi vida, y esperando que me digan que se está haciendo tal cosa, que se va a hacer tal otra. Como aprendí que no funciona, sé que tengo que ir detrás de esa Justicia”.

Su testimonio se asemeja a las historias que todavía cuentan las Madres o los familiares de desaparecidos sobre los primeros tiempos de búsqueda de sus seres queridos, y de Memoria, Verdad y Justicia, después. “Tuvimos que aprender a plantarnos ante fiscales, policías y autoridades para que nos digan algo de Gerardo, al tiempo que lo buscábamos por los hospitales, las calles y entre las personas, pensando que lo podíamos encontrar en algún lugar”, contó en la entrevista.

“Fueron siete días de desaparición. Por eso también digo, aunque pueda sonarte raro, que el encontrarlo fue para mi, en cierta manera, un alivio”, explicó la hermana de Gerardo, y amplió la idea: “Esa semana se me aparecía en todos lados, en las calles, en las personas, como que lo encontraba, lo veía. Pero el día del velorio, yo sabía que después de eso comenzaba otra etapa, que era el pedido de justicia y de saber qué pasó con mi hermano”.

—¿Cómo te enteraste lo que pasó con tu hermano?
—Para mi todo comienza el 13 de agosto del año pasado, que fue la última vez que mi hermano sale de la casa donde vivíamos entonces, que es la de mi mamá. «Mantenete al tanto de la puerta por si golpeo, así me abrís», fueron las últimas palabras que me dijo. El entraba a las seis de la mañana a laburar. Al otro día me levanto, con los chicos, y como me había llamado la atención que no lo había oído llegar, voy a su pieza y golpeo la puerta. Estaba abierta. Entro y estaba todo como había quedado la noche anterior. No había rastro de que hubiera vuelto. Me pareció normal, porque era un pibe de 23 años que salía a bailar, quizás conoció una piba y se fue con ella. Llevé mis chicos a la escuela, arranqué mis actividades y al mediodía, cuando volví y no había aparecido, ni se sabía nada en casa, lo empecé a llamar. El celular de él sonaba pero no me atendía. Todo el día estuve llamando.

A la tarde comenzamos a preguntar a los amigos y nadie sabía nada. Ahí salimos con mi padrino a recorrer hospitales, inclusive fuimos a la morgue esa noche. Y nada. Ya nos resultaba muy sospechoso porque él no hacía eso. Me acuerdo que el celular sonó todo ese viernes. Sonaba pero me agarraba el contestador. Y a la noche ya no sonó más, como si estuviera apagado.

—¿Cuándo fueron a denunciar su desaparición?
—Ese mismo viernes, mi mamá fue a hacer la denuncia. Pero no se la tomaban porque no habían pasado 48 horas. Y el sábado iniciamos una búsqueda más general. Los amigos por un lado, nosotros por otro. Ahí nos llega la información de un conocido, que había salido esa noche con él, que nos tira la información de que vayamos a la casa de Cristian Vivas, el patovica del bar La Tienda, que vivía a siete cuadras de donde vivíamos nosotros, cosa que no sabíamos.

Después uno de los amigos de mi hermano hace esa búsqueda por el GPS del celular, que nos tira que el celular de mi hermano aparecía alrededor de la casa del patovica.

Vino la policía y ese mismo sábado se hizo una inspección en la casa de Vivas, donde se encontraron celulares. No el de mi hermano, pero ya teníamos un dato.

Fueron pasando los días. Salieron a declarar los tipos de seguridad de La Tienda y empezaron a hacer correr versiones.

Las primeras informaciones, surgidas de los patovicas y los que trabajaban en La Tienda, decían que mi hermano había hecho quilombo fuera del boliche, que quiso abrir la puerta al auto de la encargada y que se fue para el río. Los medios dieron versiones que decían que mi hermano había ganado un montón de plata en el casino, que podía ser un ajuste de cuenta, que era un loquito drogado que se podría haber tirado al río.

El 21 de agosto, a las tres de la tarde, me llaman de la fiscalía para decir que había aparecido un cuerpo en el río, que no había nada confirmado de que fuera mi hermano, que espere un próximo llamado. Yo le aviso a mi padrino y le digo «tenemos que ir allá. Vamos al puerto, no esperemos». Llegamos y ya estaban los amigos, que me decían: «Luciana, es él, tiene su ropa». Yo les dije que hasta que no lo vea no lo iba a creer. Después me tocó esa parte que nunca hubiese querido, que fue reconocerlo. Estaba muy afectado por la descomposición. Por eso, mi último recuerdo es de esa noche que nos despedimos.

—¿Cómo describís la etapa que arrancó luego de que encontraran a tu hermano?
—Fue de ir aprendiendo en el camino. Yo me veo un año atrás y no soy la misma persona. Crecí muchísimo como mujer. Vi otras cosas que antes no veía. Estoy desentrañando una parte de la Justicia, de la Policía, de cómo funciona la noche, del rol de los patovicas. El recuerdo de mi hermano me da la fuerza para seguir. Hoy tengo este trabajo en la municipalidad por él.

Ahora puedo enfrentarme a fiscales. Antes no te podía responder o plantarme, golpear puertas y exigir como hago ahora, para que me digan qué pasó con mi hermano. Siento que algo despertó en mí, que quizás sea algo que todos tenemos adentro, que es esa decisión de ponerse enfrente de algo, de pararse y luchar ante el sentimiento de que robaron una parte tuya. A veces pienso: «si yo estoy haciendo todo esto por mi hermano, no me quiero imaginar lo que haría por mis hijos». Hay días que no me siento bien, pero sé que si no me levanto y yo misma no lo hago, nadie lo va a hacer y esto va a quedar todo ahí, en la nada.

—¿Por qué pensás que tienen que hacer todo esto para que se mueva la Justicia?
—Si todo funcionara como debiera, yo tendría que estar en mi casa, con mi vida, y esperando que me digan que se está haciendo tal cosa, que se va a hacer tal otra. Como aprendí que no funciona, sé que tengo que ir detrás de esa Justicia. Estuvimos casi un año reclamando que el caso pase al fuero federal, hasta que nos dieron la razón, de que este era un caso de desaparición forzada. Hay dos policías involucrados. Tenemos testigos que dicen que mi hermano pudo estar en la Comisaría 3ª. Que el Estado es responsable y cómplice. Que lo que hicieron es un trabajo de policías. Tenemos el dato de que mi hermano fue torturado con el submarino seco, una práctica que se hacía en la dictadura y que se sigue haciendo.

A los cinco detenidos les encontraron los contactos con la 3ª. Sabemos que La Tienda se manejaba con esa comisaría. Siempre en la esquina de La Tienda había un patrullero. En esa dependencia policial no pueden explicar con claridad dónde estuvieron dos patrulleros esa noche. Los GPS de esos patrulleros misteriosamente desaparecieron, igual que las grabaciones de muchas de las cámaras. A pesar de eso hubo una filmación que nos permitió ver cómo le pegaban a mi hermano, gracias a la cual tenemos a estos cinco detenidos en la causa.

En medio de todo lo que fuimos averiguando, nos encontramos con relatos y testimonios que plantean que sería una práctica habitual que cuando alguien tenía algún problema en La Tienda, lo seguían, lo golpeaban, y terminaban detenidos en la 3ª. Nos hemos contactado con gente que no ha hecho denuncias por miedo, pero que les ha pasado esto que te cuento.

Nosotros, hoy, también somos amenazados. Yo sigo recibiendo amenazas por diferentes vías, como en las audiencias, de estos barra bravas que aparecieron.

Con mi hermano quizás pensaron que iban a poder hacer lo mismo. Que se iba a creer el cuento de que estaba drogado y se tiró al río. Tal vez pensaron que era un loquito que no tenía una familia.

—Ante el inicio de las indagatorias a los acusados, ¿qué cosas destacás que te parece que colaboraron para llegar a esta instancia?
—El acompañamiento de los compañeros de la municipalidad, del sindicato, los que estuvieron todos los miércoles en la fiscalía. Fue todo un conjunto, siempre doy gracias a todos ellos. También a los abogados que conocí, que ya son parte de mi vida. Y a todo el grupo que hemos armado con familiares de otros casos. Es que en este camino conocí esas historias que antes veía por televisión y decía: «pobre familia» y cambiaba el canal. Ahora me tocó estar de este lado. Y nos apoyamos con familiares que vivieron situaciones similares. Y cuando se cae uno, entre todos lo levantamos. Porque aprendimos a transformar el dolor en lucha.

La meta que tengo es la Justicia. Quiero de acá a un tiempo poder explicar a mis hijos que si alguna vez no pude estar en tal ocasión, fue por conseguir justicia por su tío, mi único hermano.

Flores para Gerardo

Luciana se ha convertido en la principal referente de la Multisectorial que reclama justicia por su hermano, y que por estos días se encuentra preparando una gran movida para el aniversario de su desaparición y asesinato. “Comenzaremos el próximo jueves 11, en la escuela donde iba mi hermano, donde se va a pintar un mural para que se recuerde su paso por ahí”, indicó la joven, y continuó: “El viernes 12 vamos a hacer algo en Parques y Paseos, donde trabajaba él, y desde ahí vamos a caminar hasta la rotonda (de Pellegrini y Oroño) que lleva su nombre. Vamos a marchar repartiendo flores, que era lo a lo que se dedicaba él”.

Por último, Luciana contó que el domingo 14 se va a hacer una jornada cultural en la plaza frente a los tribunales provinciales. “Desde el mediodía haremos un almuerzo popular, luego habrá varios paneles sobre violencia institucional de Rosario y Buenos Aires, otro con hijos y nietos de desaparecidos, y por último otro con las Multisectoriales que se formaron alrededor de estas luchas, para finalizar con bandas y murgas”, concluyó.

Fuente: El Eslabón

Más notas relacionadas
Más por Juane Basso
Más en Ciudad

Dejá un comentario

Sugerencia

¿Quién amenazó a Di María?

La Policía Federal detuvo a una pareja de jóvenes y a otro hombre como los autores materia