Pipo, que así es como se lo conoce a este joven nadador rosarino, participará por primera vez de unos Juegos Paralímpicos –en Río de Janeiro 2016–, pero ya ostenta varias medallas de oro a nivel internacional.

A Fernando todo el mundo le dice Pipo, hasta Wikipedia, y el deporte corre por sus venas desde antes de llegar al mundo: su padre disputó tres Juegos Paralímpicos, sus dos hermanos son atletas (Franco y Marcos, que llegó a estar en la selección nacional y jugó un Sudamericano) y su mamá, Mirna Tosto, fue entrenadora de la selección argentina de atletismo Paralímpico. En diálogo con el eslabón, este fanático hincha de Racing de Avellaneda que –aunque representó en algún momento al porteño club River Plate– nadó siempre en el Echesortu Fútbol Club, repasa su vida acuática.

Pipo Nadador

“Arranqué a los 4 ó 5 años, en gran medida gracias a mi padre, que fue nadador y disputó tres Juegos Paralímpicos, pero también practiqué varios deportes más hasta que decidí que lo mío era esto”, señala de entrada Fernando Carlomagno, y añade: “Hice fútbol, básquet, atletismo. Sobre todo quería conocer otros deportes, ver cuál era el que más me gustaba, y la natación fue, lejos, lo que más me motivó, lo que hizo que me gustara la alta competencia y que me llevó a llegar adonde estoy hoy”.

Sus inicios fueron “en las instalaciones del Echesortu, pero bajo el ala de una institución de deporte adaptado que se llama VIDA”, según se encarga de remarcar el propio Carlomagno en la charla con este semanario que transcurre en un salón contiguo a la pileta del club de 9 de julio y Avellaneda, donde pasa la mayor parte de su tiempo. “A los 13 años empecé a competir, y al año siguiente conseguí la clasificación para el Panamericano Juvenil”, dice en referencia al certamen continental que se desarrolló en 2009 y en el que consiguió tres medallas, y agrega: “Desde ese momento, no paré de entrenar hasta hoy”.

Gracias a sus buenas actuaciones, Fernando tuvo la posibilidad de emigrar al millonario River Plate de Buenos Aires y allá fue. “Tenía 16 años y aunque fue una experiencia muy productiva, a los 3 años de estar allá decidí volver”, rememora, y argumenta: “Fue por una decisión mía, madurativa, porque no era el momento en el que mejor estaba y por eso decidí volver acá, adonde había arrancado, y comencé a entrenar con Gustavo”. Gustavo D’Andrea es desde entonces el encargado de marcarle la rigurosa rutina al nadador y quien le resuelve al fotógrafo de este medio el problema de la lente de la cámara empañada a la hora de tomar imágenes al borde de la pileta: “Acercala ahí unos segundos –dice señalando el potente sistema que permite calefaccionar el amplio espacio de entrenamiento–, con cuidado que no se te queme”.

Yo quiero a mi bandera

Foto: Franco Trovado Fuoco.
Foto: Franco Trovado Fuoco.

A sus 22 años, el rosarino se dio el lujo de viajar por el mundo haciendo lo que le apasiona. “La primera vez fue a Colombia, en juveniles, y después pude participar del Panamericano de mayores en Guadalajara, México, donde conseguí la medalla de bronce en los 100 metros libres”, repasa Carlomagno, pero aclara que el torneo internacional que más lo marcó fue el Sudamericano de 2014, en Santiago de Chile, donde consiguió cinco medallas de oro y una de plata. “Lo que tuvo de peculiar ese torneo es que quedé segundo en la única carrera que creí que iba a ser primero”, confiesa haciendo referencia a los 100 metros espalda, su especialidad y la prueba en la que mayores logros obtuvo, y acota: “Perdí por errores míos y por la gran actuación de un compatriota. Después de eso es como que busqué revancha en todas las otras carreras y por suerte se me dio y terminé de la mejor manera: siendo el máximo medallistas argentino y el abanderado nacional en el acto de clausura”.

Tras destacar que “la experiencia de viajar representando a Argentina genera un orgullo enorme”, y ante la consulta de quiénes son los rivales a vencer en las planeta de la natación, Carlomagno asevera: “En mi categoría en particular, los mejores del mundo son los ucranianos, los ingleses, rusos, chinos y norteamericanos. Y aunque es cierto que en Argentina hay un muy buen nivel, sobre todo en Rosario, Capital Federal y Mar del Plata, todavía estamos muy lejos de las potencias”.

Al ser consultado sobre ciertas palabras con las que se intenta definir a la rama del deporte a la que le pone su pasión, Pipo remata tajante: “Ni discapacitado, ni con capacidades diferentes, ni especial. Yo soy igual que cualquier otra persona, y con decir que soy atleta o deportista paralímpico, basta y sobra”.

Primavera en Río

Septiembre no será un mes más en la vida de Fernando Carlomagno ya que tendrá su debut paralímpico en Río de Janeiro, en la mismísima pileta que un mes antes marcará los últimos Juegos de Michael Phelps, el mejor nadador de todos los tiempos, y en el escenario en el que el casildense Federico Grabich buscará cumplir su sueño de subir al podio. Ahí, en esas mismas aguas, Pipo no sólo se propondrá figurar entre los mejores. “Lo que busco es ganar experiencia y conocer lo que es la magnitud de un Paralímpico, entrar a una pileta que esté repleta de gente y ver de cerca cómo explotan mis máximos rivales”, dice sobre sus metas, y agrega: “Busco estar dentro de los ocho mejores del mundo, para poder llegar con más experiencia a Tokio 2020 y allá sí, ir por una”.

Esta será la decimoquinta edición de los paralímpicos, que se extenderán desde el 7 al 18 del noveno mes del año, también en territorio carioca, donde convivirán 4.350 deportistas provenientes de 176 países.

De todas maneras, el turno del crédito local será el 10, en la prueba 100 metros pecho, y tres días más tarde en los 100 metros espalda, su especialidad. “En la primera categoría tuve la suerte de entrar y es totalmente alternativa para mí. Eso me va a permitir conocer el clima de competencia, la cuestión del estadio lleno y ese tipo de sensaciones que por ahí no estoy acostumbrado a tener”, cuenta, y se entusiasma diciendo que competirá en “el máximo evento de la natación, algo que no tiene ni comparación con un Mundial”.

En la previa a su partida a Brasil, Pipo destaca la figura de su padre, ya un viejo conocedor de este tipo de eventos, para conocer lo que le espera en el vecino país. “Él me ha contado muchísimo y fue quien me metió en la cabeza que es algo magnífico, único”. Si bien los Juegos son su “obsesión”, Fernando no ve la hora de tirarse a la pileta y así ponerle fin a la espera “porque el entrenamiento es durísimo y muy agotador”. Según revela minutos antes de arrancar con los ejercicios en el anexo del club Echesortu –al que asiste diariamente tomando el trole–, “no difirió mucho de lo que venimos haciendo en los últimos años ya que vengo de afrontar varios compromisos de alta competencia”. La rutina es por demás de intensa e implica seis días por semana de pileta (entre 7 y 13 mil metros de nado diario), y dos en el gimnasio, pero Pipo asegura: “Cada vez me cuesta menos porque se acercan los Juegos y ya empiezan a jugar las ganas de estar ahí. Es el último esfuerzo y lo sentís de otra manera”.

Un gran profesor

Fernando Carlomagno admite que en el televisor de su casa familiar “está permanentemente puesto algún canal deportivo, porque a todos nos apasionan los deportes en general”, y que nunca le incomodaron las comparaciones con su padre porque “es un referente y porque nos destacamos en distintas categorías, ya que él corría los 400 libres y yo los 100 espalda”, y confiesa que en el futuro –por ahora lejano– quiere seguir ligado al deporte que lo apasiona y que abrazó desde pequeño. “Estaba haciendo el curso de entrenador de natación, incluso este año había comenzado el segundo nivel, pero tuve que dejar por una cuestión de tiempos”, remarca, y pronostica: “Me veo entrenando, de acá a algunos años, a futuros nadadores, tanto paralímpicos como olímpicos”.

Por último, este pibe que consiguió el mejor tiempo en las pruebas clasificatorias para Brasil 2016, con un registro de 1’11″70, se encarga de agradecer el apoyo que recibe de parte del Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) y la Secretaría de Deportes de la Nación, que pese al cambio de gobierno le mantuvo las becas, del club que lo vio crecer y al que “en estos momentos se le hace muy difícil afrontar los impuestos y mantenerse”; y al gimnasio Altos de Balcarce, “que me esponsorea y me permite realizar estudios y usar sus instalaciones gratis”. Y concluye reivindicando a dos referentes que lo marcaron en su carrera: “El profe Gustavo, que va a ir a Brasil aunque no sea parte del seleccionado y vamos a ver si podemos entrenar juntos en la villa (y sino al menos va estar cerca y me va a poder ver desde las tribunas); y Guillermo Marro, entrenador nacido en Pergamino, con quien tuve la suerte de aprender mucho cuando estuve en River y que fue 3 veces medallista paralímpico y abanderado en Londres”.

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