La reaparición de Cristina Fernández de Kirchner en el escenario político dejó, como siempre ocurre, mucha tela para cortar. La convergencia de todos los sectores como una construcción por fuera de la clásica rosca, y el retorno a la representatividad real, el rasgo característico del peronismo del siglo XXI, son temas que incluso la dirigencia más díscola debió salir a ponderar como positiva.

La unidad tan ansiada

“La unidad no se logra en ninguna mesa de rosca, la unidad se logra en la acción, en la calle y en el territorio”. La frase de CFK bien podría ser leída con el mismo sentido con que Emilio Pérsico expresó no hace mucho, un concepto muy parecido, lo cual en lugar de alejar aún más al Movimiento Evita lo acerca a un armado que contemple la tan ansiada unidad, que algunos pregonan sin ponerle límites, en una peligrosa síntesis que se aproxima al rejunte indiscriminado.

La oportunidad en que la ex presidenta se propuso intervenir en la interna del peronismo no pudo ser más clara, en términos simbólicos y prácticos. Fue ante unos 200 delegados de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) de Capital Federal, y acompañada por el secretario general de ATE Capital, Daniel Tano Catalano, uno de los dirigentes con más futuro, seguidor indisimulado del legado que dejara Germán Abdala.

La ex mandataria, también, advirtió acerca del riesgo de que se provoque una “crisis de representación”, y entretejió ese alerta con un mandato que debería ser leído por la nueva conducción de la CGT con más humildad que la que mostraron los tres popes en un programa televisivo hace pocos días: “Lo importante es la unidad de los trabajadores para reconstruir un gran bloque nacional, popular y democrático”.

Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña compartieron el set con un prominente funcionario del PRO, Diego Santilli, quien no paró de mencionar la “pesada herencia” recibida. Lo esperable era que el triunvirato eludiera la trampa discursiva del pelirrojo colaborador de Horacio Rodríguez Larreta e impusieran la nueva agenda, que a partir de la política económica de Mauricio Macri tiene como principales víctimas a los trabajadores.

Sin embargo, los tres jefes cegetistas, luego de hacer una crítica benevolente, más enfocada en relativizar el presunto ADN peronista de Santilli, tuvieron palabras que rozaron el desprecio respecto de las políticas públicas laborales de los gobiernos kirchneristas, en particular, pero también de todas las administraciones desde 1983, sin distingos.

Acuña llegó a decir que desde la reapertura democrática ningún gobierno les dio algo a los trabajadores, en un exceso de revisionismo histórico, y con el claro ánimo de poner distancia con los logros que el movimiento obrero alcanzó desde 2003 hasta la llegada del macrismo.

No parece que la dirigencia de la CGT aporte, con ese discurso, a la unidad, ni del movimiento obrero, ni del campo nacional y popular. El grado de indecisión que hasta la fecha muestra la central sindical en torno de llevar adelante una medida de fuerza contra el gobierno de Cambiemos es directamente proporcional a la animadversión que la mayoría de los jefes tiene hacia CFK, y también a los compromisos contraídos con el macrismo a cambio de los fondos de las obras sociales, una deuda que el kirchnerismo haría bien en revisar.

Pero Cristina derramó más flores que reproches a la CGT, y en general, pretendió ejercer la seducción antes que la confrontación, un signo de que se encuentra revisitando sus usos y modales en modo autocrítico, otro de los reclamos de algunos dirigentes, quienes deberían sentirse cómodos representando a su grupo familiar y, si se apuesta a la exageración, a los vecinos linderos con sus viviendas.

La crisis social, en agenda real

La simultaneidad entre el glamoroso Mini Davos, el reparto de verdura que realizaron los huerteros colapsados por la economía en modo Mau, y el invisibilizado acto en ATE Capital con CFK en rol rockstar, aportó a la puesta en valor real de las asimetrías sociales que está generando la alianza neoliberal desde diciembre pasado.

No es que no se haya hablado desde diversos sectores, opositores o casi, de la crisis de desempleo, de salarios a la baja, del desplome de la producción, del amenazante crematorio que acecha a las pymes, y de los escalofriantes niveles de desigualdad que ha ocasionado el modelo de Macri en sólo nueve meses.

Lo que ocurre es que, en la mayoría de los casos, por el afán de blindaje informativo que tienen los grupos más concentrados de medios, tal diagnóstico es confrontado por editoriales y discursos de invitados oficialistas a espacios francamente alquilados por el gobierno, que apelan, con resultado dispar, a la “pesada herencia”. A menudo la crítica a la política económica es desviada hacia el territorio de lo teórico, como si confrontaran dos discursos en pos de la verdad.

El más objetivo choque entre la declinación social de vastísimos sectores, corporizado en la imagen de miles de manos en pos de una planta de lechuga, contra las pantagruélicas galas en el Centro Cultural Néstor Kirchner (CCNK), fue rescatado por la ex jefa de Estado para situar en el mapa de la realidad lo que otros hablan con planillas excel en la mano.

Apeló a una figura que es usada por la derecha en el gobierno: “La brecha es lo que vimos hoy en la Plaza”, dijo Cristina en directa referencia a las hileras de personas que reclamaban sus verduras, y remarcó que esa brecha se produce “cuando hay argentinos que no pueden comer y otros que pueden hacer lo que se les cante”. Hasta lo coloquial de la expresión ayudó a que el discurso adquiera anclaje liso y llano en la sociedad y la militancia, en ese orden.

La ostensible decisión de los canales de aire y casi todos los de cable de des-cubrir el acto en ATE Capital no impidió que el discurso de la ex Presidenta cundiera en las redes sociales, pero se inscribe en una curiosa paradoja: los mismos factores de poder que proclaman el fin de ciclo de CFK, que se esfuerzan en promover la imagen de ésta vinculada con el robo y el enriquecimiento ilegal, ponen toda la potencia del poder de veto de que disponen en términos de difusión para “esconderla” de los ojos del público. Nadie se tomaría tamaño trabajo si se tratara, en verdad, de una muerta política, como el Grupo Clarín, La Nación, América, C26, el Grupo UNO, Infobae y hasta un segmento de la programación de C5N, entre otros, intentan instalar.

La “pesada herencia”

Cristina, además, encontró la manera de encastrar las piezas que conforman el rompecabezas discursivo que muestra, una vez terminado, la relación entre lo que expresa el gobierno de Macri y los efectos de lo que hace.

No esquivó, precisamente, referirse a su gestión, la ex mandataria, porque decidió cuestionar el discurso de la pesada herencia. Por eso mencionó “el folleto” que se entregó a los empresarios presentes en el foro de no inversores organizado por el gobierno.

En esa pieza de comunicación se destaca el nivel de desendeudamiento, el coeficiente de gini y la masividad de la educación superior: “Si uno lee lo que se le dice a los que están en el CCNK, ¿a quiénes les están mintiendo? ¿A los argentinos o a los extranjeros?”, se preguntó y les preguntó a los asistentes en la disertación de ATE Capital CFK. Dando una imprescindible vuelta de tuerca al tema, reflexionó: “La pesada herencia ¿en qué consistía?: Desendeudamiento, prácticamente pleno empleo. Dejamos una herencia pesada, dejamos sindicatos fuertes y paritarias funcionando”.

Teléfono para los delegados obreros que participen del próximo Confederal de la CGT, encuentro en el que deberá decidirse la modalidad de la primera medida de fuerza al gobierno de Macri a lo largo de un interminable embarazo en el que lo único que se ha parido es pobreza y desigualdad.

Fuente: El Eslabón

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