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Es sabido que Mauricio Macri es fan de Freddie Mercury. Pero bien podría haberse inspirado en Peter Gabriel, líder de Génesis en los primeros 70. Precisamente en 1973, esa banda editó el maravilloso álbum Selling England by the pound, cuya verdadera traducción es Vendiendo Inglaterra de a libra. La Rubia Albión, por entonces, se hundía en la decadencia económica y social, y la mirada del gran músico británico se posó en los grandes relatos mitológicos y religiosos del medioevo y la antigüedad, pero en tono de farsa, con la sorna que escaseaba en el universo del rock sinfónico.

Macri, con su precaria formación histórica y política, no pudo tomar nota de esa o de cualquier otra analogía para dedicarse a vender Argentina de a centavos, ya sea a través de su política económica o en el máximo foro internacional, en la Asamblea General de la ONU, cuando luego de pronunciar un discurso penetrado por la pobreza conceptual, salió a ufanarse de que la premier británica Theresa May había habilitado futuras conversaciones bilaterales que incluyeran la soberanía sobre las Islas Malvinas.

Compenetrado con las básicas frases de ocasión y los giros con que el ecuatoriano Jaime Durán Barba nutre su discurso público, el presidente neoliberal pensó que podía mandar fruta y, como sucede en la Argentina, merced al blindaje mediático, nada grave acontezca.

Pues las relaciones internacionales son muy otra cosa. Los habituales tropezones de cabotaje son traducidos como alardes de un eximio danzarín en las oficinas del Grupo que comanda Héctor Magnetto. Pero esta vez, ni Clarín, ni La Nación, ni el resto de alcahuetes que ofician de soportes de un endeble sujeto que sólo exhibe habilidad para los entuertos mafiosos pudieron salvarlo del papelón mundial.

La primera estrofa del primer tema de aquel alucinante álbum de Génesis pareciera tener mucho que ver con lo que ocurrió en Manhattan, donde Macri se mostró andando en bicicleta junto a la primera dama en el Central Park, en una sesión de producidas fotos que también lo exhibieron descansando en un banco de plaza. Todo muy decontracté, pero la letra de Dancing With The Moonlit Knight pone todo en su lugar:

««¿Puedes decirme dónde está mi país?», preguntó el unifauno a los ojos de su amada. «¡Está conmigo!», gritó la Reina del Quizás”. Basta con reemplazar unifauno por Mauricio y Queen of Maybe por Theresa May para que hasta el último de los idiotas del mejor equipo en 50 años que integran la administración de Cambiemos pida la toalla.

Macri hace años dijo, poco más, poco menos, que las Malvinas eran un costo que no valía la pena considerar. Su rol como jefe de Estado le impone disimular, pero ni eso le sale bien.

Es ostensible que al Presidente le encantaría quedar bien con el Reino Unido, hacer negocios con los kelpers, olvidarse de mencionar tan siquiera esa pesada herencia que representa la soberanía. Es un concepto que no tiene densidad en absoluto para él ni para quienes lo rodean en su gabinete.

Lo peor es que en esta ocasión, el día después de lo que el mandatario del PRO pensó que iba a ser su consagración como estadista, tras el papelón internacional que protagonizó al asegurar que se abría la vía de un diálogo con Gran Bretaña por la soberanía de Malvinas, hasta los kelpers se le rieron y mostraron su impiadosa crítica a través de sus cuentas de Twitter. «Ay, Macri, ¡venías tan bien! Ahora que la arruinaste, ¿cómo podemos confiar en vos?», escribieron los isleños usurpadores.

Otros prefirieron calificar el discurso de Mauricio ante la Asamblea General de la ONU de «tonto», e incluso lo tacharon de kirchnerista: «Pensábamos que eras mejor que eso», declararon en la red social. No pega una.
Si algunos de los popes del llamado Círculo Rojo ya piensan en un recambio, habida cuenta de las permanentes burradas del empresario que se dedica a la política pero part time, ahora las miradas del mundo diplomático también hacen foco en el poco seso del mandatario argentino.

Susana Malcorra, la canciller que debió desmentir dos veces a Macri sin poder amortiguar el golpe que representó a la diplomacia argentina la desautorización de Londres a la imprudente jugarreta de Macri, aspira el sillón de la Secretaría General de la ONU. Parece que el episodio, sumado a cuentas pendientes que la mujer tiene ante el organismo supranacional por viejos pecados en misiones de paz, le quitan chances, así que sólo queda disfrutar de los viajes y el oropel de las paradas diplomáticas. Pero nadie mejor que Peter Gabriel para dar una noción de lo que se ve a bordo del Titanic que pilotea Cambiemos. En una de las últimas estrofas de la canción ya mencionada, con tono trágico, el ex cantante de Génesis brama:

“Hay una vieja dama gorda fuera del salón
gastando sus tarjetas de crédito juega al azar
la baraja está marcada desde el principio
y todas las manos esconden cartas”.

Macri no sabe, no quiere o no puede. Es lo de menos, todos tienen algo que ganar mientras el caballero baila iluminado por la luna neoliberal. El problema es que los nubarrones amenazan con dejar sin luz la cubierta.

Fuente: El Eslabón

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