“A pesar de las diferencias políticas, ideológicas, religiosas, étnicas, los gobiernos latinoamericanos propusieron una ruptura respecto de las políticas neoliberales que atravesaron estos países luego de las dictaduras militares. Cada uno, desde su lugar, planteó la necesidad de establecer lazos comunes, solidarios, cooperativos, que más allá del éxito y la continuidad de los bloques regionales que tendieron a construir esos vínculos, expresaron la cuestión de un «Nosotros» que incluye, ya sea latinoamericano, negro, indígena, campesino, obrero, etc”, indica Guadalupe Román, profesora de historia, graduada en el Instituto N°8 Almirante Brown, en su ponencia “La propuesta decolonial y su presencia en el pensamiento artiguista”, durante el II Congreso Académico Regional, realizado en  Paysandú, del 21 al 23 de septiembre.

En ese contexto, la historiadora señala que “a pesar de los avances y los esfuerzos de estos gobernantes y de los impuestos por la Europa occidental y Estados Unidos, con una fuerte impronta americanista –con los casos de Bolivia y Ecuador como paradigmas–, la matriz colonial del poder, de la que nos habla Walter Mignolo, todavía sigue instaurada en la América del siglo XXI y en las estructuras estatales”.

Nacido en 1941, el semiólogo cordobés, profesor de Literatura en la Universidad de Duke, es considerado un impulsor central del poscolonialismo latinoamericano y del Grupo modernidad/colonialidad. “En el marco de una coyuntura adversa para los procesos progresistas –basta ver lo que ocurre en Brasil y en Argentina–, ¿de qué manera construimos un nuevo legado histórico e identitario de nuestro territorio latinoamericano? ¿Cómo podemos contribuir a desarrollar un pensamiento decolonial y desoccidentalizado como propone Mignolo? ¿Qué antecedentes coloniales artiguista podemos reivindicar para pensarnos como un «Nosotros»? ¿Qué fundamentos nos permitirán la liberación de la colonialidad?”, se pregunta Guadalupe, quien también realiza capacitaciones a través de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Municipales de la Provincia de Santa Fe (Festram).

El relato de la modernidad

Como advertía Arturo Jauretche, la joven profesora que trabaja como docente en escuelas secundarias y para adultos en la ciudad de Santa Fe, Román se pregunta: “¿De qué manera logramos «desprendernos» de los esquemas racistas, coloniales, patriarcales construidos desde el relato de la modernidad?”. Y explica que su propuesta “está orientada a problematizar y reflexionar sobre la lógica de la colonialidad desarrollada por Walter Mignolo, en búsqueda de resignificar los relatos coloniales de principios del siglo XIX de la mano de José Gervasio de Artigas”.

Y retoma: “Mignolo plantea que la lógica de la colonialidad, surgida a partir de la construcción de los estados nacionales americanos –bajo la influencia de la modernidad y la racionalidad del pensamiento occidental– se desarrolló en tres diferentes niveles: la colonialidad del poder (político y económico); la colonialidad del saber (epistémico, filosófico, científico) y la colonialidad del ser (subjetividad, control de la sexualidad, etc). En este sentido, el pensamiento des-colonial surge del disenso del pensamiento moderno de Europa; por ello cree que es fundamental «reactivar» el pasado pero no desde la nostalgia ni destruyendo las contribuciones propias de la mirada occidental, sino «recuperar» ese pasado sólo puede realizarse a través del pensamiento fronterizo crítico”.

Guadalupe retoma palabras del autor: “El pensar descolonial surge del hacer, el pensar y el hacer descolonial (deshacer la colonialidad y denunciar la retórica de la modernidad) que son dos caras de una misma moneda. En su momento, surgió ligado a proyectos políticos estatales. Pero la forma-estado venció a quienes llevaron adelante la independencia y terminaron usando el estado para su propio beneficio”.

Sobre el relato colonialista, la investigadora dice que existen “multiplicidad de mundos e historias, propios de nuestro continente, pero que el discurso de la sociedad blanca intentó vaciar y aniquilar con la imposición de un relato universal. El pensamiento crítico fronterizo, que desarrolla Walter Mignolo, debe surgir según el pensador, desde la mirada local, regional, es decir, desde lo intrínseco de nuestro continente sin derribar los esquemas propuestos por la modernidad/colonial”.

Pero también admite que “las críticas en la lengua del imperio continúan ocultando la puerta, la apertura y la libertad a las cuales apunta el pensamiento des-colonial”. Entonces insta a ver que “en América y en otros continentes, el pensamiento des-colonial desde la territorialidad y desde las experiencias y prácticas que se hallan localizadas en nuestra espacialidad geográfica”.

En esa instancia, Román resalta que el proyecto artiguista “es fundamental para entender la lógica en el que se construyó el pensamiento moderno, occidental y racional, y porque nos posibilita hallar las fracturas del orden colonial llevadas a cabo por los líderes revolucionarios (San Martín, Bolívar, Artigas, Martí, entre otros) para pensar en otras alternativas de emancipación latinoamericana que atiendan a nuestras particularidades. En este caso, el legado de Artigas nos permitirá conducir y transformar aquellas estructuras, instituciones, relaciones y conocimientos con los que se gestó el Estado nacional argentino y latinoamericano con la convicción de que otra América Latina es posible”.

También advierte que “si reconocemos la heterogeneidad, la diferencia, la simultaneidad de experiencias y subjetividades que conviven en nuestro territorio, podremos adoptar un pensamiento otro desde la diferencia colonial, como plantea Catherine Walsh; y fortalecer una teoría crítica decolonial que no se piense desde Europa sino de la historia colonial americana”.

Por otra parte, destaca el “intentar deconstruir y desaprender el discurso del «blaqueamiento» llevado a cabo por las elites dominantes”, mencionado por Mignolo. Y afirma que “la expansión imperial/colonial le negó la posibilidad de razón, de pensamiento y de pensar el futuro. El efecto de esta política fue el silencio, la reducción de estas minorías segregadas, y la subordinación de su pensamiento a la lógica de la colonialidad del poder”.

Identidad, integración y justicia social

Sobre los principios fundamentales del artiguismo que se vincula con la propuesta decolonial, sostiene que son “identidad, integración y justicia social”. Retoma “el rol participativo de los pueblos originarios en el proyecto artiguista”, y rescata una carta que envió al gobernador correntino, el 9 de mayo de 1915: “Deseo que los indios en sus pueblos se gobiernen por sí, para que cuiden sus intereses como nosotros los nuestros. Así experimentaran la felicidad práctica y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujeta la desgracia. Recordemos que ellos tienen el principal derecho y que sería una degradación vergonzosa para nosotros, mantenerlos en aquella exclusión que hasta hoy han padecido por ser indianos. Acordémonos de su pasada infelicidad y si ésta los agobió tanto que han degenerado de su carácter noble y generoso, enseñémosle nosotros a ser hombres y señores de sí mismos”.

“Artigas en un precursor del «paradigma crítico fronterizo» posibilitó desde su liderazgo pensar la descolonialización desde las estructuras estatales e institucionales, ya que desde allí entendía que era posible lograr el reconocimiento de estos pueblos en lucha. El colonialismo, para el caudillo, debía culminarse no sólo a través de la independencia y a la confederación, sino también debía realizarse a través de proyectos democráticos e igualitarios que permitan  y aseguren la inclusión de todos los sectores segregados por la corona española”.

Educar para la revolución

“Por otro lado –agrega Guadalupe–, un elemento importante que nos ayuda a deconstruir el relato establecido por el discurso modernizante es el aporte de Artigas sobre la educación. Educar, para el oriental, era otorgar los principios de la revolución, emancipación e integración de «nuestra América» para romper el dominio colonial impuesto por los españoles. Todos debían recibir la educación. Sin distinción de raza, color, etnia, riqueza, posición social, este derecho debía concedérselos a todos por iguales ya que para Artigas ninguno podía quedar afuera de la formación educativa. Los más infelices serán los más privilegiados”.

Sobre el concepto de justicia social, la historiadora remarca “la promulgación del reparto de tierras, ligada a la noción de educación que se difunde durante el artiguismo. También se piensa para «los de abajo», los marginados por el sistema económico instaurado por los colonizadores”.

“El Reglamento de Tierras, para Artigas, no sólo implicaba la profundización de la revolución y el otorgamiento de derechos a quienes fueron olvidados y marginalizados por el colonialismo, sino que también bregaba por la soberanía de los pueblos, tan defendida por este caudillo. El liberalismo triunfante nos propuso una sola forma de entender el vínculo entre el hombre y sus recursos: la economía debe estar controlada por los grupos hegemónicos. Según la clase dominante, la propiedad privada es un derecho absoluto. Y, por lo tanto, la idea de que la tierra es de quien la trabaja, no tiene lugar”.

Como mencionara Mignolo, la matriz colonial del poder actuó sobre la economía bajo la encomienda, la mita, el yanaconazgo, las plantaciones, desmantelando las formas de subsistencia existentes. La propuesta revolucionaria de Artigas se configura en esta lógica de recuperar el recurso esencial de las comunidades indígenas, es decir, la tierra.

Por este motivo, este elemento coincide con la premisa de Mignolo de “descolonizar la idea de naturaleza”, cuya mirada siempre estuvo puesta en la idea indígena secular europea que la toma como proveedora de “recursos”. Deslegitimar esta idea nos debe reorientar a restituir la plenitud y armonía del vivir desplazando la noción de que el crecimiento económico es igual a felicidad, “una felicidad material de los pocos, a costa de los abusos de los muchos”.

Negación e imposición

Los patrones de subsistencia y desarrollo de los pueblos son parte de su cultura y, por lo tanto, de su identidad. Quizás estemos de acuerdo en que la conquista y colonización de América y el período de independencia y la formación de nuestros estados nacionales estuvieron marcados por la negación y la clara imposición de una forma de ver e interpretar el mundo. “Pensar desde el artiguismo y la decolonialidad nos compromete a profundizar las causas revolucionarias originadas a principios del siglo XIX, intentando profundizar y desarrollar las ideas de libertad, igualdad y justicia social”, sostiene Guadalupe, también colaboradora con la Casa de la Cultura Indo-Afro-Americana Mario Luis López, organización que tiene como objetivo reivindicar los derechos y la cultura de los afroargentinos del tronco colonial.

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