Foto: Franco Trovato Fuoco.
Foto: Franco Trovato Fuoco.

El movimiento de la diversidad sexual volvió a la calle por 11ª vez. La marcha condensa en una jornada el nuevo panorama político y social que atraviesa a las organizaciones. Todos y todas coinciden: el retroceso se siente y la nueva clave es resistir.

Otra vez. La decimoprimera vez que los putos, las tortas, las y los trans, las y los heteros, las y los bi marchan. Las calles de Rosario copadas otra vez con los colores y los cuerpos de la diversidad, que cada vez tienen más presencia en lo que a disputar espacios y políticas respecta. La marcha del Orgullo camina atravesada por el 2016: el del cambio en el gobierno nacional, las nuevas políticas y las nuevas perspectivas. Y con ese impulso levanta las consignas de este año: “Ante tanta vergüenza, ante tanta violencia y ante tanta represión, orgullo”.

La marcha local no tiene una dinámica establecida. Cambia con los años, a la par de las sociedades. Una pauta, sin embargo, rige cada uno de estos encuentros. El día de la marcha es el día que condensa las problemáticas y las conquistas de un año. Es el día para encontrarse y mostrarse, sin vergüenza, ni miedos. El día de las tetas, las calzas ajustadas y los escotes, los besos, los encares, las historias de amor que empiezan y las que se consolidan, las libertades en su máxima expresión. O en la expresión que cada uno y una elija. Y en ese torbellino de identidades colectivas brillantes, aparece la política. No hay forma de escindir esta libertad, el Orgullo, de las banderas políticas. Una memoria azarosa recuerda las últimas consignas: Ley de Matrimonio Igualitario, Ley de Identidad de Género y Salud Integral, Cupo Laboral Trans. Y las otras, las que no cesaron: contra la discriminación, los crímenes de odio, la exclusión, la represión; por el real acceso al trabajo, a la salud y la educación.

El panorama de este año indica que el mensaje que se tiene que dar, inevitable, es el de la resistencia. Ante todo, resistir. Cada cual, colectiva y/o individualmente, buscará las alternativas para la construcción y las conquistas que quedan por una sociedad más igualitaria. Lo que sí queda claro es que en esa búsqueda hay que encontrarse en las calles, frenando el avance contra los derechos adquiridos.

Resistencia orgullosa y política

El primero que lo dijo fue Carlos Jáuregui, referente histórico de la comunidad LGBTIQ argentina: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”. La Coordinadora Orgullo Rosario –que se reúne todo el año para dar vida y conceptos a la movilización– encontró en esa premisa el primer paso para la consigna que levantará la 11ª Marcha del Orgullo en la ciudad.

“Los ejes de la vergüenza, la violencia y la represión; y del orgullo como respuesta política están basados en lo que decía Jáuregui. Lo que nosotros y nosotras hicimos fue readaptar esa frase y transformarla en consigna, porque entendimos que la situación en la que estamos es justamente así: vergonzosa, violenta y represiva”, explicó Julián Fernández, miembro del Frente de Diversidad del Movimiento Evita y de la Coordinadora Orgullo. “Y yo agregaría un ítem más. Que ante tanto ajuste, orgullo. Porque es uno de nuestros grandes problemas. Si está todo bien con los putos, las tortas y las travas, que el gobierno ponga la guita donde hay que ponerla. Todavía nos matan, no me alcanza con que esté todo bien. Necesitamos que el Estado esté presente”.

Mariana González Muñoz, presidenta de la Asociación Civil Vox, sumó, en concordancia con Fernández, que no sólo hay que destacar que la respuesta principal frente al contexto actual es el orgullo, sino que hay que poner énfasis en que la violencia a la que se hace referencia es la de género: femicidios, travesticidios, crímenes de odio; discriminación, maltrato y violaciones. “Vergüenza, violencia y represión nos parecieron las palabras que más identificaban lo que todos y todas estábamos sintiendo, y así lo resumimos”, agregó Muñoz.

Si vamos, es por todo

La sanción de las leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género y Salud Integral marcaron la cancha en los últimos años. El foco estuvo puesto ya no tanto en los cambios legislativos sino en los culturales: los que hacen a la real aplicación de estas leyes. La eterna movilización de las organizaciones de la diversidad desprendió una pregunta en los sectores más conservadores: “¿Y ahora qué quieren los putos?”. Lo cierto es que las leyes hicieron lo suyo, pero no alcanzó. El real acceso al trabajo, la salud, y la educación, todavía son una meta, así como el cese de los crímenes de odio y los casos de discriminación y represión. Lo que los putos –y las lesbianas y los travestis– quieren, es que dejen de matarlos. La derecha en el poder dice, parafraseando a Julián Fernández, que está todo bien. Pero los hechos demuestran no sólo un parate en la conquista de derechos sino también una legitimación para reprimir y sancionar todo lo que no le guste o incomode a los conservadores y liberales en el poder.

“El colectivo tuvo grandes cambios después de que se aprobaran las leyes. Muchos creyeron que teníamos todo ganado pero faltaban cosas. Una amiga lo explicó: estábamos muy acostumbrados a tomar las plazas para festejar, y no para luchar. Veníamos logrando cosas y de pronto tenemos que pararnos para que no nos las quiten”, sintetizó Natalia Vilá, militante independiente que forma parte de la Coordinadora Orgullo. “La idea es tratar de no retroceder en todo lo que conquistamos. Seguir peleando con orgullo. Tenemos que ir por lo que falta, pero ahora nos están quitando lo que ya tenemos y hay que plantarse. Vamos a poner el cuerpo, y en ese camino arrancaremos todo lo que falta”.

Para Natalia, la forma de describir el escenario donde está parado el colectivo de la diversidad sexual es simple: “Está jodido”. Y hace hincapié en una problemática interna que es transversal a todos los colectivos: “Nos hicieron creer que la política partidaria es algo malo y corrupto, y eso hace que mucha gente no quiera participar. Nosotros siempre recalcamos que hay activistas independientes, somos muchas y estamos bancando como todos y todas”. Natalia también habla del crecimiento de la represión y la violencia, y de los reclamos que se sostienen permanentemente año tras año: el aborto legal, la separación Estado-Iglesia, la real aplicación de los cupos laborales, y la Ley de Identidad de Género y Salud Integral, capacitaciones en género, etc.

Mariana Muñoz, que ante todo se define activista en la lucha contra el VIH, consideró que lo indudable es el retroceso en los debates y las peleas que tienen que darse. “Aunque no hayas estado de acuerdo con todo lo que pasó, lo indudable es que se han adquirido derechos y hay leyes muy importantes. El tema es que hay que exigir el cumplimiento. Estamos viviendo un año muy crítico, hay un desconocimiento muy grande en lo que tiene que ver con derechos humanos, género e identidad de género, y además de desconocimiento hay mucho desinterés. La incertidumbre es esa: ¿cómo vamos a seguir?”.

Nuevas agendas y más visibilización

Esteban Paulón, subsecretario de Diversidad de la Provincia, consideró otra cara de una misma moneda. Para él, corresponde también hablar de visibilidad. “El colectivo está empoderado y la diversidad sexual ya no se conforma con ser, entre comillas, aceptada. La lucha ahora es por una identidad política, una causa, derechos. Y en ese sentido, ya no se calla. Hoy si un pibe o una piba es víctima de acoso, hostigamiento o discriminación, ya no se calla. Ya no piensa que es el precio que tiene que pagar. Se conocen recursos existentes, a lo mejor no tanto como nos gustaría, pero se sabe cada vez más que hay leyes y derechos. Por supuesto, los datos son alarmantes y cada muerte o caso de discriminación y acoso duele y preocupa, pero también nos da la herramienta para trabajar por el cambio, para ver qué pasa y qué no; y qué y cómo se visibiliza”.

El subsecretario provincial sumó otra mirada respecto al año que se está terminando y es la irrupción del colectivo trans: “La agenda trans tiene un peso propio y nosotros lo vemos todos los días. Es la agenda que nos debíamos después de las leyes y tiene que ver con cómo construir desde los postulados de la Ley de Identidad de Género en cuanto a igualdad, inclusión, respeto, dignidad y lo que es la vida cotidiana. Esa mejora considerable en las condiciones de vida del colectivo trans son fundamentalmente porque ese colectivo tiene la mirada sobre sí mismo, se ha empoderado y está luchando”.

La provincia vivió este año un panorama distinto. El retroceso que muchos confirman y el parate para resistir estuvieron contenidos por el gobierno provincial. La subsecretaría de Diversidad Sexual de la provincia fue creada en 2016 y permitió jerarquizar las problemáticas de la diversidad a nivel Estado. El colectivo LGBTIQ cuenta, desde este año, con un presupuesto propio. “Complicado y positivo”, dice Paulón que es el laburo, que lo tiene a él a la cabeza. “Somos un área de gobierno pero con una mirada muy militante, por la propia conformación del equipo y por el laburo cotidiano que hacemos con las organizaciones. El 80 por ciento de nuestra agenda de trabajo es insumo de lo que las organizaciones acercan, proponen y quieren laburar”, explicó Paulón. Y en concordancia con lo que venía diciendo, el funcionario sostuvo que el desafío más grande al que se están enfrentando es la agenda que ha colocado el colectivo trans: trabajo, educación y salud, son los ejes fundamentales de laburo.

La apuesta es la organización popular

“Las organizaciones de diversidad están demorando en estar a la altura que requiere el contexto nacional. Si bien se puede marcar cierto descontento o estar al tanto de cuando se cierran programas o desfinancian leyes, creo que fue un gran golpe que se dio en general y todos quedamos medio atontados. No estamos teniendo velocidad de respuesta ante estas situaciones. Se están viendo faltantes de medicamentos para VIH en algunas partes del país y como mucho se saca un comunicado. Está habiendo un recrudecimiento de los crímenes de odio y seguimos medio en veremos. No estamos poniéndonos a la altura de un gobierno que está llevándose todo por delante”, manifestó, autocrítico, Julián Fernández.

El militante del Movimiento Evita hizo hincapié en ese concepto que tanto se mencionó: el retroceso. Y para él, no se nota solamente en las consignas sino también en las necesidades de reclamos que van surgiendo. “El retroceso se siente. Porque si nos matan, está bien; si hay canas en todos lados, está bien; y también está bien indignarse por paredes pintadas pero no porque hay chicas violadas y asesinadas. No lo pienso sólo en el plano de imposibilidad de conquistar derechos. Me parece que no es un momento potable para conquistar derechos, creo que lo legislativo, lo que tenga que ver con dar una lucha en el concejo, o en diputados, o a nivel nacional, me parece que está perdido. Ponele que lográs sacar de recinto, pero te pueden vetar esa ley o no aplicarla. La lucha me parece viable en la calle. Por eso, lo que hay que lograr es mayor organización popular. Todo lo que pasó en una año fue terrible, y todavía restan tres”.

 

Fuente: El Eslabón

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