Foto: Fernanda Forcaia.
Foto: Fernanda Forcaia.

El compositor local publicó un disco que se aleja de la sonoridad de sus trabajos anteriores, en el que se cruzan lo lúdico y lo barroco.

En el año 2000, el sello y colectivo artístico Planeta X editó Maru se aleja de las entrañas, la ópera prima del cantautor Mariano Conti (Maru). La obra, grabada con la asistencia de los hermanos Oscar y Juani Favre y que se convirtió con el tiempo en objeto de culto, está compuesta por una decena de canciones austeras donde priman la guitarra y la voz, con una lírica en la que conviven paisajes cotidianos y odas al anarquismo del por aquel entonces miembro de la Biblioteca Alberto Ghiraldo. El prominente disco, sin embargo, no tuvo sucesor hasta 2015, año en que la editorial local Discos del Saladillo publicó El mito del origen, por el que desfilan sonoridades e imaginarios visuales que dan cuenta de los 15 años que distancian una obra de la otra. Tres lustros en los que Mariano dedicó casi exclusivamente su producción musical a Aguas Tónicas, banda de blues pesado fundada en 2002 y que tiene cuatro discos de estudio en su haber. El tercer trabajo del compositor no se hizo esperar. En el transcurso de la semana pasada, la casa editora del sur de Rosario comenzó a hacer circular por redes sociales un video de Sudeste –realizado por el cineasta Diego Fidalgo–, corte difusión del larga duración titulado Cocina, que ya está disponible para descarga gratuita desde discosdelsaladillo.bandcamp.com y que tendrá su presentación el 25 de noviembre, en la terraza de La Plataforma Lavardén.

Mariano se reunió con este cronista para conversar sobre el flamante trabajo realizado con el productor artístico e ingeniero de sonido, Eduardo Vignoli.

—¿Cómo se explica que entre tu primer disco solista y el segundo pasaran quince años, y entre el segundo y el tercero, apenas uno?
— No tengo idea, pero supongo que tiene que ver con el hecho de que me haya gustado cómo quedó el segundo y a su vez con que le haya agarrado el gusto a tocar solo. Por otro lado, aproveché que me salieron bastantes canciones juntas, el disco tiene una reversión de Cinemateca de Montevideo, que es una canción de Maru se aleja de las entrañas; Sudeste, que tiene unos años, y el resto, a excepción de los covers –Loquero y Los Prisioneros–, salieron en una tirada. También aproveché que en Aguas Tónicas de a poco se fue virando hacia la composición colectiva. Saturno Swing –último disco de la banda– está armado de esa manera, a diferencia de Los Desposeídos –el penúltimo– que es más cancionero, donde yo llevaba los temas y los tocábamos entre todos. Y finalmente tuve la suerte de que Eduardo se haya entusiasmado con el proyecto, eso ayudo un montón.

—¿Cómo fue el proceso de gestación de Cocina?
—Primero grabé las canciones con una portaestudio en la parte de atrás de mi local, fue la primera vez que hice demos utilizando varios canales. Fue un proceso de aprendizaje y experimentación a la vez. Una vez que tuve el material, se lo pasé a Eduardo y él, a partir de esas grabaciones, empezó a estructurarlas. De hecho, algunas voces que grabé yo quedaron en la versión final. A los pocos días que le mandé las canciones, me las devolvió arregladas para ver si funcionaban, y yo le dije que le dé para adelante porque me gustó muchísimo el tratamiento que les dio.

—A diferencia de tus trabajos anteriores, éste está mucho más sobrecargado, ¿eso es parte de una búsqueda estética que se dio de manera consciente?
—Yo quería correrme del minimalismo extremo, de hecho en los demos grabé teclados, varias capas de voces, algo que nunca había hecho, pero el toque final se lo dio Eduardo, que también estaba interesado en grabar algo más sobrecargado. En el disco hay instrumentos tocados, otros secuenciados, otros tocados con un controlador y hasta tomas de descarte que Eduardo tenía de su estudio. Es algo así como una camisa hecha con retazos de tela. Hay muchos sonidos de metales. Yo tenía ganas de que suenen ollas, cacerolas y ese tipo de cosas. En muchos de los temas, el redoblante es la parrilla de una estufa. Eduardo es ex miembro de Los Buenos Modales, y ellos solían utilizar instrumentos no pensados para hacer música. Recuerdo que a veces usaban en vivo un tacho de 200 litros, a mí me gustaba mucho esa veta experimental de la banda, lejos del rock. Carlos Luchesse, otro gran percusionista de la ciudad, también fue una gran influencia a la hora de pensar en la producción.

—¿De ahí surge la idea de Cocina?
—Sí, por una lado está esa cosa de cuando eramos chicos y armabamos una batería con elementos de la cocina, de hacer música de manera lúdica, una batería hecha con pavas y cacerolas. Pero también está la idea de la cocina como un lugar necesario. Para mí, cocinar y hacer música son cosas parecidas, en tanto son cosas a las que se le pone ganas, amor y dedicación. Y de a poco, algo pequeño o simple se transforma en algo mucho más grande. Después me interesa que cada uno lo lleve para su lado, no creo que sea un disco conceptual ni mucho menos, pero sí es un título que lo pensé bastante y entre muchas ideas me quedé con esa.

Presentación. La cita para escuchar Cocina en vivo es el 25 de noviembre, a las 21.30, en la terraza de la Plataforma Lavardén (Mendoza 1085). Mariano Conti estará escoltado por Eduardo Vignoli, Juani y Oscar favre, y la apertura de la velada estará a cargo del cantautor cordobés Nicolás Sicardi. Allí también se podrá adquirir la copia física de Cocina, una coproducción entre las editoriales Discos del Saladillo y Auto Muerto Imprime.

Publicada en la edición de El Eslabón #274.

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