El juicio contra el ex jefe de la barrabrava de Newell’s, Diego Panadero Ochoa, por instigación del homicidio de su antecesor, Pimpi Caminos, desnuda el funcionamiento de estructuras que emplean la violencia con el fin de obtener dinero y poder. Acuerdos y traiciones en la tribuna. Liderazgos conseguidos a piñas y tiros. Una historia de “plata y mafia”, como resumió uno de los malogrados protagonistas.

Un preso condenado por el asesinato de un capo de la barrabrava de Newell’s Old Boys le pregunta telefónicamente a otro barra, el que desplazó al anterior en la jefatura, cuándo le va a aumentar el sueldo, congelado por entonces en 1.500 pesos por mes. “Y, ya vamos a ver”, replica como un patrón moroso en la aplicación de la inevitable paritaria. Ése dato, más la reconstrucción del contexto en el que se originó la “Hinchada más popular” liderada por Diego Panadero Ochoa para reemplazar a “La más popular” que conducía Roberto Pimpi Caminos, son los principales elementos expuestos esta semana en el juicio oral en el que el primero está acusado como instigador del homicidio del segundo. Una historia de “plata y mafia”, como resumió desde la cárcel otro protagonista de esta trama, cuyo destino no fue la fortuna económica sino la muerte precoz bajo una munición de 9 milímetros.

Te escucho  

El que reclama aumento salarial es Carlos Alberto Victoriano Godoy, conocido como “Betito”. Quien recibe la demanda es Diego Ochoa, el “Panadero”, entonces jefe de la barrabrava de Newell’s, constructor de la agrupación “La Hinchada más popular”. La conversación entre ambos –grabada por orden judicial en 2013– fue reproducida esta semana en el tercer día del juicio.

El diálogo completo dice así:

—¿Cuándo me vas a aumentar el sueldo de 1.500? Me estás matando sin aumento, ja ja- pregunta Betito desde prisión, donde cumple una condena de 11 años como coautor del homicidio de Pimpi Caminos, ejecutado el 19 de marzo de 2010.

—Y, ya vamos a ver– repone Ochoa y hablan de entradas para la cancha.

Para el fiscal del caso, Luis Schiappa Pietra, esa conversación constituye un elemento central del vínculo entre Ochoa y Godoy, uno de los asesinos de Caminos.

De acuerdo a la teoría del caso de la Fiscalía, Godoy seguía siendo una suerte de empleado de Ochoa aún desde la prisión donde purgaba su condena. ¿Por qué el jefe de la barra de Newell’s mantenía económicamente al asesino de Caminos? Porque fue quien mandó a matarlo, sostiene el fiscal en su acusación.

Claro que, eso, debe probarse en el juicio que en una semana llegará a sentencia.

Otra escucha, publicada hace casi tres años por el eslabón, refuerza la hipótesis fiscal.

—Me mandás eh, dale que le tengo que dar al poli de la guardia también, es piola, le tengo que dar a él también– le pide Betito Godoy, que está preso, al Panadero.

—Bueno dale, yo ahora arreglo con Priscila y te las mando– dice Ochoa.

—¿Cuántas me vas a mandar?

—Bueno dale 45, porque si no me vas a tener dos horas en el teléfono diciéndome 45, 45.

La conversación es de febrero de 2013, también interceptada por orden judicial. Lo que Betito le pide a Panadero son entradas para la cancha, que él no va a poder utilizar porque un año y dos meses antes, el 2 de diciembre de 2011, fue condenado a 11 años de prisión junto a otro cómplice por el asesinato de Pimpi Caminos. ¿Para qué las quiere entonces? Para venderlas y financiarse dentro de la cárcel, para darle “al poli de la guardia” que “es piola” y, probablemente, lo sea aún más cuando reciba las entradas gratuitas.

Por el crimen de Caminos hubo otros dos condenados en 2011. René Ungaro fue sentenciado a 17 años de reclusión como autor material del asesinato, ocurrido el 19 de marzo en el bar Ezeiza del oeste rosarino. Esa madrugada, alrededor de las 5, Caminos salió del bar y en la vereda dos personas gritaron su nombre. Cuando levantó la cabeza dos tiros le perforaron las piernas. De rodillas en el suelo, otros tres plomos en el cuerpo clausuraron su vida.

Había sido el todopoderoso jefe de la barra leprosa durante las presidencias de Eduardo J. López. Una vez desplazado de la conducción del club en elecciones limpias, la suerte de Pimpi imitó la de su sostén institucional.

Si bien en el juicio por la muerte de Caminos fue absuelto, Emanuel Suárez, el tercer acusado, fue condenado como partícipe dos años más tarde, en 2013, cuando un juez revisó la sentencia original que lo había exculpado.

Testimonios

Dos testimonios de ex barras de Newell’s rememoraron en Tribunales, el jueves 15 pasado, la historia de ascenso y posterior caída de Ochoa como jefe del paravalancha leproso. Narraciones sin buenos, donde la violencia es un instrumento para conseguir objetivos superiores: dinero y poder.

“El desafío era quedarse con la tribuna”, contó Sergio Gustavo Rodríguez, alias “Quemado”, sobre el objetivo que perseguía Ochoa cuando reunió a un grupo de “referentes” leprosos para armar una banda con el fin de desplazar a Caminos de la jefatura de la barra.

Para su declaración, el “Quemado” Rodríguez tuvo que molestarse desde el pabellón II de la cárcel de Coronda, donde lleva cinco años preso en cumplimiento de los 32 a los que fue condenado por el triple crimen de Villa Moreno.

“Fui siempre de Newell’s pero no me gustaba usar la violencia”, dijo en un tramo de su testimonio, y más adelante afirmó que “nunca fuimos a quitarle la vida a nadie a la cancha”. A la de Newell’s, porque fue justamente en una canchita –del club Deportivo Oroño– donde la madrugada de Año Nuevo de 2012 Rodríguez acribilló a balazos a Jeremías Trasante, Claudio “Mono” Suárez y Adrián “Patom” Rodríguez.

“Quemado” recordó que conocía a Ochoa de un videoclub del barrio, porque vivían a una cuadra y media de distancia. Dijo que a mediados de 2008 lo fue a ver para armar un grupo que ganara la conducción de la barra leprosa, cuyo mecanismo prescinde de urnas y elecciones libres.

Tenían que juntar, eso sí, gente para las elecciones de 2009 en el club, en las que López –después de muchos años– se sometía al escrutinio de los socios. Así le fue.

“Diego me ofrece trabajo, me dice que si ganaban las elecciones me daban un trabajo efectivo adentro del club, pero nunca pasó nada”, se quejó el “Quemado”.

Apuntó que “Diego Ochoa –a quien por momentos llamó “el señor Diego Ochoa– nunca fue visible en nada. Él mandaba”.

Entre otras cosas, dijo Rodríguez, “Ochoa mandaba a tirar tiros para que no entraran al club los de Pimpi Camino. (A los pibes les) prometía dinero, salidas a la noche a los boliches. Él tenía miedo de que volviera la barra del Pimpi. No los dejaban entrar y, si querían, los sacaban a los golpes”.

Patovicas y tira tiros

En ese contexto recordó que el “Panadero” armó, con esos fines, una estructura dividida en dos grupos: los “patovicas”, a quienes reclutó Matías Pera y eran la “fuerza choque” en la tribuna para evitar el ingreso de miembros de la “Hinchada que nunca abandona”; llegaron a ser unos 45. Y los denominados “gatillo fácil”. En ese último grupo, Rodríguez enumeró a su hijo Maximiliano, el “Quemadito” (asesinado en 2013), a Diego Malkovich (muerto en un enfrentamiento con la policía), al “Porteño” David Rodríguez y a Betito Godoy (condenado por el crimen de Pimpi).

“Era un grupo que estaba a la derecha de él, para cuidarlo. Esos siempre estaban armados”, contó. Dijo que esperando un posible choque con los de Caminos, “se empiezan a organizar con armas y chalecos” antibalas.

Cuando las traiciones y las ambiciones personales disgregaron al grupo, Maxi Rodríguez junto a Pera bajaron a piñas a Ochoa del paravalancha y lo dejaron en calzoncillos, episodio ocurrido en septiembre de 2010 y popularmente conocido como “la entangada”.

El Porteño Rodríguez, por su parte, fue condenado el año pasado como el asesino del “Quemadito”. Y está pendiente una resolución sobre la presunta instigación de ese crimen por parte de Ochoa. Los acuerdos se habían roto, la amistad devino en encono.

Según declaró el “Quemado” Rodríguez, el origen de la bronca debe rastrearse en, a su entender, la falta de códigos de Ochoa cuando su hijo Maximiliano cayó preso en 2010 por lesionar a unos pibes en un bar frente al boliche Mogambo.

“Cuando Maxi queda detenido (pasó 1 año y 4 meses en Coronda) fui a suplicarle a Diego Ochoa para que lo ayudara. Me dijo que no eran «cosas de cancha»”, dijo Rodríguez padre.

Según su testimonio, al Panadero lo perseguía el fantasma de Caminos. Tenía miedo que intentara regresar a recuperar su conducción perdida. En una oportunidad, incluso, se citaron por teléfono para enfrentarse en Avellaneda y Uriburi. Pero ninguno de los dos concurrió al convite.

“La sombra de él era el Pimpi. Salían a recorrer como cacerías, mi hijo Maxi lo hacía”, relató el “Quemado”.

“«Hay que sacar a Pimpi del camino»”, le dijo Diego a mi hijo”, contó Rodríguez, tal vez sin advertir el juego de palabras. Consultado sobre el asesinato del ex jefe de la barra se consideró: “No era para sacarle la vida a Pimpi por un pedazo de tribuna. Cuando me enteré que lo mataron a Pimpi no me sentí bien. Ahí me empiezo a distanciar de Ochoa, porque él lo festejó. «Me saqué al fantasma de encima», le dijo a un grupo. Me lo contó Maxi”.

El abogado de Ochoa, Ignacio Carbone, le preguntó cuándo y cómo se había producido esa charla. “Quemado” respondió que el “Panadero” lo dijo después del crimen delante de su grupo más cercano, entre los que estaba Maxi. Pero por entonces, “Quemadito” estaba en Coronda.

Idea fija

Matías Pera, el jefe de los “patovicas” de Ochoa al comienzo de esta historia, cuando todos tenían por objetivo desplazar a Caminos del liderazgo de la barrabrava, también declaró el jueves 15. “Diego era mi amigo en una época, actualmente no”, dijo. No es para menos. Un mes después del episodio de “la entangada” dos laderos del Panadero le obsequiaron cinco plomos al cuerpo de Pera, balacera de la que de todos modos zafó.

Al igual que el “Quemado” Rodríguez, el “patovica” relató la división de roles en la barra y el miedo de Ochoa ante un potencial regreso de Pimpi.

Recordó las reuniones para armar esos grupos. “Eso no se hace del día a la noche. Es un proceso organizar algo así. Diego ya tenía una conexión directa con la oposición pero más allá de eso había una idea fija de sacarlo a Pimpi”, relató.

Carlos Alegre, yerno del “Quemado” Rodríguez también declaró en el mismo sentido. Dijo que su función era tocar “el bombo” en la hinchada, pero no era lo único que sus manos tocaban. ¿Cuál era su otra función?: “Correr a la hinchada de Pimpi” porque “(Ochoa) tenía miedo de perder el liderazgo”.

Así, en ocasiones tuvo que “correr a los de Grandoli, de mano nomás”, dijo en la frontera de la autoincriminación.

Erika Rodríguez, hermana de Maximiliano e hija del “Quemado”, también ratificó en su declaración de “un plan para poder sacar a Caminos de la hinchada y tomar la tribuna”.

Contó que en el reparto de roles “Panadero” asumió la jefatura porque “era la parte visible” ya que “tenía buena presencia, buen habla, no tenía antecedentes hasta ese momento”.

“Escuché a mi hermano que Ochoa estaba haciendo un plan para juntarse en una calle y chocar las dos bandas. Para matar a Pimpi”, declaró.

Grande y poderosa

En el procesamiento firmado por el juez Javier Beltramone contra Ochoa como presunto instigador de los crímenes de Pimpi, el “Quemadito” Rodríguez y la tentativa contra Pera –los dos últimos casos luego fueron revocados por la Cámara– el magistrado da cuenta de la continuidad del accionar delictivo de Maxi desde la cárcel.

“También se puede notar que varias personas al apodado Quemi le proveen información sobre los acontecimientos que suceden en la calle y también le provisionan pastillas, drogas y bebidas alcohólicas, como ser el caso del llamado Matías Pera Pujol, conocido barrabrava de Ñuls, con quien mantiene una relación de confidencia y amistad”, señala el fallo.

Según se desprende las escuchas telefónicas del caso, ambos “planean en un futuro «formar una banda grande y poderosa para poder manejar todo», dejando entrever que no sería de menester para el llamado Rodríguez dejar de realizar actividades ilícitas en el tiempo futuro, ya que el mismo Quemi manifiesta que al salir en libertad quiere hacer «plata y mafia».

A la luz de los hechos posteriores, su deseo era compartido por otros integrantes de la barra, aunque el de Rodríguez fue interrumpido por un disparo en la cabeza y el de Ochoa, hasta ahora, por las instituciones facultadas para la persecución penal.

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