De la grieta de los K, que al parecer era una sola, ahora pasamos a las innumerables grietas de la era Macri que se abren por todos lados y se tragan a millones de argentinos. Desde el fondo del lodozal, de ese pozo de las ánimas, algunos sobrevivientes desesperados estiran las manos pero otros –por el momento a salvo del terremoto– se las patean para que vuelvan a caer.
La orden es martillar los dedos de los que se aferran al borde mientras, a la vez, empujan a algunos de los que hasta hace un tiempito eran sus aliados y que podían entrar en su coqueto barrio nuevo. Ahora, ¡abajo!
La señora de los almuerzos televisados tiene otro minuto de sensibilidad social a los 90 años y ahora pasa de ser de una querida artista devenida en periodista a una vieja “avinagrada”. Y también tambalea en la cornisa que se resquebraja y amenaza con devorarlo todo.
Pero los clarinetes suenan a dos puntas: por un lado cuestionan, por otro reafirman.
Ahí va Bonelli mandando fruta con sus citas sobre el pillo de Felipillo y el gordo Casero dando la vida por Macri, en otro de sus sketchs humorísticos memorables, aunque ya nadie se ría.
Con esos dos (o tres) valientes, el frente defensivo es muy débil, dice un cabezón.
Ahora nos enteramos de que Lilita siempre admiró a Eva Duarte, y que Duhalde ve un gobierno con “flancos por todos lados lo que puede generar un incendio”. A la vez, la Malcorra sube a la página de la Cancillería la nota de Clarín que manda al frente a Felipillo que dice quiere presa a Cristina.
Cuatrocientos mil docentes se movilizan en unas calles en donde crecen las protestas como brotes de soja.
Los Leuco tienen un poco la mirada perdida. El comandante Borestein les da ánimo. Lanata espera órdenes, pero putea por lo bajo a Macri. El “periodismo de guerra” está algo confundido.
Al presidente, custodiado hasta los dientes, lo esperan manifestantes con caretas de gatos en Salta, le gritan ¡aguante Cristina! en una fábrica automotriz, pero nadie le dice nada cuando recorre una fábrica de helicópteros.
Fuente: El Eslabón.