Como la legendaria criatura mitológica, el club El Cóndor resurgió de sus cenizas. Tras haber sido usurpadas sus instalaciones, un grupo de vecinos de Echesortu logró reabrir sus puertas.

El de 1945 fue un año de grandes acontecimientos. En el mundo, con el fin de la Segunda Guerra y los ecos de las dos bombas atómicas lanzadas sobre tierras japonesas; y en nuestro país, con el pueblo exigiendo la liberación de su líderel – General Perón–, detenido por el gobierno de facto de Farrel en la isla Martín García. En aquel año, además, y en pleno barrio de Echesortu nacía el Club Cultural Social y Deportivo El Cóndor.

“Se funda el 31 de mayo de 1945, y para situarnos en esa época, Rosario prácticamente terminaba en Cafferata”, hace historia Mariano Perren, actual presidente de la institución ubicada en el 1477 de esa calle rosarina. “Acá eran todas quintas y fueron justamente los trabajadores de esas quintas, con las primeras clases medias que asomaban en los alrededores de la ciudad, quienes deciden crear un espacio para reunirse después de sus jornadas laborales porque tenían la necesidad de vincularse, de encontrarse, y así es como nace El Cóndor”, continúa.

“Esto eran casas conventillos y en su momento había un sólo dueño de toda la manzana. Ese hombre les ofreció un espacio mucho mayor a éste, pero los vecinos, basados en la lógica de que sólo necesitaban el espacio para reunirse, le dijeron que no. Si no, esto sería (el club) Echesortu”, dice con un dejo de reproche Perren, y rememora: “Antes de llamarse Cóndor se llamó Boca. Acá cerca estaba Morning Star, Racing, y otros clubes, muchos de los cuales no tenían espacio físico, algo que era muy común en esa época. La mayoría de ellos desaparecieron, pero el Cóndor sobrevivió”.

Aunque cuentan con pocos registros, más allá de una fotografía en blanco y negro para la que posaron algunos de los integrantes de alguna comisión directiva de la década del 60, Mariano recopiló datos que hablan de las muchas dificultades que debió sortear El Cóndor a lo largo de su más de medio siglo de historia. “En el 61 sacaron una revista, planteando desde el editorial que lo socios no se acercaban. Pagaban la cuota pero el club estaba vacío. Así que la idea era convocar a la gente a que se acerque y se adueñe de las instalaciones”.

Aunque en algún momento “hubo dos canchas de bochas y después dos arquitos de fútbol”, tal como rememora su actual presidente, el club “tuvo muchos quiebres y muchas interrupciones, y nunca llegó a ser cultural, social y deportivo”, como reza su denominación.

En la durísima década del 90, los clubes de barrio fueron una de las principales víctimas de ese neoliberalismo gobernante. El Cóndor no pudo esquivar esa piedra, y volvió a caer, una vez más. “Durante ese período, esto era un club cerrado en sí mismo, sólo se utilizaba como patio trasero de los socios que se juntaban a comer asado, pero no había otras actividades. En los 2000, te decían que si no venías con zapatos, no podías entrar; lo que era una forma de decirte que ni te acerques”, cuenta Mariano, que no duda en afirmar que “es glorioso que haya sobrevivido a todo esto que le pasó durante su historia, porque muchos clubes no corrieron la misma suerte y quedaron en el camino”.

Abrir la jaula

Foto: Andrés Macera.
Foto: Andrés Macera.

Sentado en la parte trasera del club –donde planean instalar arcos de fútbol, aros de básquet y promover la práctica de patín–, Mariano se enorgullece a la hora de hablar de la recuperación de la entidad del populoso barrio Echesortu: “Un grupo de amigos que pasabamos caminando y que, como siempre hemos tenido preocupaciones sociales, nos llamaba la atención que el club estuviera cerrado, empezamos a movernos para ver si eso se podía revertir. Como vimos un cartel que decía que se alquilaba y había un teléfono, llamamos a ese señor y nos dijo que sólo se alquilaba como salón de fiesta”.

“Entonces uno de los chicos se saltó la reja, agarró un impuesto y vimos que el club tenía una deuda tremenda, por lo que nos dimos cuenta que no funcionaba ni como club, ni como nada. Fuimos a la Secretaría de Deportes de la Municipalidad, hicimos las averiguaciones y nos dijeron que para abrir el club había que moverse, juntar firmas. Nos dieron los pasos burocráticos a seguir y nos pusimos a laburar en eso. Después de logrado eso, la Justicia intervino y tomó posesión del establecimiento”, sigue relatando.

Después de que se cortaran las cadenas, venía lo más difícil: normalizar el club y que no vuelva a caer en manos equivocadas. “Como no tenía ni socios ni comisión directiva, se abrió un período especial de un mes (entre agosto y septiembre del año pasado) en el que teníamos que conseguir socios y formar una Comisión Directiva. Lanzamos una convocatoria por el barrio y decidimos hacerla abierta. Finalmente logramos la cantidad necesaria de socios y se presentaron dos listas a las elecciones. La gente se inclinó por quienes veníamos trabajando hacía meses y ganamos”, rememora Perren, y aclara con bronca: “En ese tiempo, entre que la municipalidad tomó posesión, se hizo el listado de socios y la asamblea con elección de autoridades, vinieron los antiguos usurpadores y se llevaron todo lo que pudieron. Con esa sorpresa nos encontramos cuando abrimos las puertas”.

Levantar vuelo

Foto: Andrés Macera.
Foto: Andrés Macera.

Mariano, junto a su tocayo Ferreyra (tesorero) y su compañera María Eugenia Codari (vocal), charlan con los cronistas y el fotógrafo de este semanario mientras una bandada de pibitos y pibitas revolotean por ahí. “Antes de abrir, resolvimos que teníamos que recuperar la mística del club”, coinciden. “Empezamos a caminar y a volantear, tratando de recuperar la historia porque no había nada. Abrimos un Facebook y empezamos a difundir el laburo que veníamos haciendo, eso generó un simbolismo muy bueno en el barrio”.  

“Estuvimos trabajando 4 meses, convocando a los vecinos que vengan a apropiarse del club. Cada uno traía lo que podía para mejorar y poner en condiciones las instalaciones. Eso está bueno, porque el que donó una silla o lo que sea, va a ser difícil que el día de mañana deje morir nuevamente al club”, relatan mientras el sol se esconde en el cielo de Echesortu. “Para nosotros, la carencia del club es un motor concientizador fenomenal. Un club precario nos ha resultado más efectivo porque hubo mucha gente que se acercó a ver qué necesitamos”, añade.

“El club se abrió con 148 socios, que pagan sólo 30 pesos (el mínimo que te obliga la Fiscalía de Estado). Hoy tenemos 220 y la idea es seguir creciendo. Y las actividades que ya se están desarrollando son yoga, guitarra, feldenkrais, asesoría legal y patín”, remarca Mariano, y concluye: “Acá todo es ad honorem. No tercerizamos nada del club, ni siquiera el bufet, y los egos individuales de los adultos quedan postergados porque este club está abierto, exclusivamente, para que los niños sean niños”.

Melodía de arrabal

“Mientras recorríamos el barrio, para seducir a los vecinos a que participaran de la vida del club, nos encontramos con un señor mayor que nos dijo que había sido socio. Este hombre nos contó que El Cóndor había tenido un socio muy conocido, que fue Mariano Crisiglione, saxofonista de Los 5 latinos”, recuerda el flamante presidente Mariano Perren, y finaliza: “Cuando pusimos en el Facebook eso, y que la mismísima Estela Raval venía acá porque ese tal Crisiglione vivía enfrente, nos dio un envión tremendo y fue mucha la gente que se interesó y se acercó”.

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