El masivo y plural acompañamiento o acatamiento en la primera huelga general contra Macri, se explica en el rechazo de una amplia mayoría del pueblo argentino a todo un plan de gobierno neoliberal que va contra los trabajadores, la industria nacional y el mercado interno.

El primer paro general contra el macrismo, a 16 meses de comenzada su gestión, sobrepasó la convocatoria de la CGT, de las CTA, de movimientos sociales, de partidos políticos opositores, y hasta de empresarios pymes perjudicados por la avalancha importadora. La medida de fuerza, que para algunos tardó en llegar, fue contundente porque hay un amplio sector de la sociedad argentina que la pasa mal y rechaza la política económica de Cambiemos porque, sencillamente, los perjudica. El paro, que se hizo sentir en las grandes ciudades, fue contra todo un programa de gobierno que en poco tiempo hundió al país en una crisis que se repite en el tiempo, producto de un modelo que privilegia a grupos económicos concentrados y castiga a las mayorías populares. Fue una jornada histórica, donde el gobierno también dejó en claro que no cederá el control de la calle. El protocolo antipiquete es, a la vista de todos, represión de la protesta por parte de las fuerzas de seguridad.

Las seis movilizaciones de marzo, y la huelga nacional del jueves 6 de abril, todas con altísimo nivel de participación y acatamiento, mostraron un escenario de creciente conflictividad social y sindical. El principal objetivo de la huelga general no fue parar la producción de un país donde la economía viene bastante frenada –en 2016 cayó 2,3 por ciento según reconoció el Indec– y donde se contabilizan cientos de miles de despedidos, sino que el silencio de un día de casi total inactividad se regenere en un fuerte grito de resistencia al ajuste neoliberal, en defensa del salario y del empleo, como cuestiones clave para el bienestar social.

Difícil que el macrismo cambie el rumbo de su política económica por un paro. En rigor, Mauricio Macri reivindicó su política económica al participar de un foro junto a empresarios y banqueros en el hotel Hilton de Puerto Madero el mismo día de la huelga, con la sonrisa de oreja a oreja por estar entre los suyos, de espaldas a los reclamos, como si se moviese en una realidad paralela. En todo caso, potenciales medidas en beneficio de los trabajadores, de los sectores medios, responderán más al juego de la campaña electoral rumbo a los comicios legislativos de octubre que a un repentino “ataque de populismo”. En la idea de recuperar expectativas electorales se anotan las medidas que buscan impulsar la obra pública y construcción privada.

Envalentonado con la marcha de apoyo del 1º de abril, donde quedó plasmada de manera explícita que gobierna la antipolítica y que la “grieta” seguirá abierta porque hay dos modelos de país en pugna, el presidente Macri le dio rienda suelta a su pensamiento antiobrero, antisindical y antipopular. La obsesión con el chorizo parrillero asado (que entre medio de dos trozos de pan se convierte en el famoso choripán), los “bondis que acarrean gente” y las “mafias sindicales”, fueron munición gruesa disparada por el presidente Macri contra los trabajadores, con el propósito de deslegitimar sus reclamos en defensa de sus derechos.

El gobierno y la cadena de medios de comunicación oficialistas intentaron, antes y después, vaciar de contenido la huelga nacional. Sin embargo, las numerosas demandas que desembocaron en el paro, con hincapié en revertir los despidos y defender las paritarias, responden a los magros resultados que mostró la actividad económica en el último año y medio. La inflación descontrolada, los tarifazos, el endeudamiento externo, la avanzada de la desocupación y la pobreza, la caída de la actividad industrial y del consumo popular, los cierres de empresas y comercios, la falta de convocatoria a la paritaria nacional docente –avalada por un fallo judicial– y los topes a los aumentos salariales, todos “logros” de la gestión Cambiemos, condimentaron el primer paro general contra el macrismo.

Entre 2002 y 2012 no hubo paros generales convocados por la CGT. En ese período se produjo una notable recuperación generalizada de la economía y del empleo, con movilidad social ascendente. En 2012 la CGT hizo el primer paro contra el gobierno de Cristina Fernández –después de los cortocircuitos políticos entre Hugo Moyano y la ex presidenta– con el principal reclamo de eliminar el impuesto a las Ganancias, un tributo que alcanza a los trabajadores en relación de dependencia con mejores salarios. Con el macrismo en el gobierno, los reclamos apuntan a mayor igualdad, a resguardar el poder adquisitivo de los salarios y a mantener el empleo. Los estatales fueron los primeros en ganar la calle contra los despidos, volvió la marcha federal docente. Esto pinta un panorama sociolaboral totalmente contrapuesto a la última década.

El nuevo informe de coyuntura que elaboró la Fundación Germán Abdala les da la razón a todos los argentinos que adhirieron o acompañaron de alguna u otra forma el primer paro nacional contra el gobierno de Macri. “La economía no consigue repuntar. El consumo no termina de reaccionar frente a los nuevos embates inflacionarios, mientras que la inversión sólo crece en algunos sectores puntuales”, se indicó en el documento.

Que continuó: “A esta altura del año, queda claro que el «sesgo antinflacionario» del BCRA no será suficiente para cumplir con las metas de inflación, teniendo en cuenta que los principales impulsores del nivel de precios serán, en el corto plazo, factores de oferta (tarifas). En este escenario, el gobierno podría apostar a una mayor apertura de las importaciones para disciplinar precios, un instrumento que ya comenzó a generar conflictos en el plano laboral y empresarial”.

El reporte citado señaló que “el mercado de trabajo, además de estar estancado, arroja novedades preocupantes. En efecto, empiezan a observarse señales de que la economía ha ingresado en una nueva fase de aumento en la informalidad laboral, lo cual está íntimamente relacionado con la pérdida de puestos de trabajo en el sector industrial, producto de la caída del consumo y la apertura de las importaciones”.

La huelga general tuvo piquetes protagonizados por movimientos sociales y partidos de izquierda. Como en todo paro, la adhesión de los gremios del transporte garantiza efectividad. No hubo movilización ni acto central ni orador principal en Buenos Aires. En Rosario, gremios del Movimiento Sindical Rosario, la CTA de los Trabajadores, organizaciones populares y partidos políticos se movilizaron por salarios, contra el ajuste, contra el desempleo y la pobreza.

Pasado el paro nacional, el macrismo buscará retomar la iniciativa política con la mira puesta en las elecciones legislativas de octubre. Para esto intentará recomponer la relación con el sindicalismo de peso enrolado en la CGT, única central con la capacidad de paralizar el país. El triunvirato que conduce la CGT venía haciendo equilibrio entre sostener un canal de diálogo con el gobierno y la progresividad de las demandas de sus representados y del resto del mundo laboral. En la previa al paro, la CGT advirtió que si el gobierno “no cambia el modelo, explota”. A partir de la postura de Cambiemos de desoír los problemas que oprimen a los trabajadores y minimizar el paro, todo parece indicar que las protestas se multiplicarán.

Fuente: El Eslabón.

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